Primero cuidó a su suegra y ahora a su marido. Ayer, Día Mundial de la enfermedad, su labor fue reconocida
Dolores Martínez conoce la dureza del Alzheimer
A Dolores Martínez -Lola para los suyos- se le quiebra la voz nada más empezar a hablar de su marido. «Cuando me ve, me llama mamá». Después de 20 años conviviendo con el alzhéimer, esta vecina de Mijas sabe lo desgarrador que puede llegar a ser estar junto a alguien que ha perdido lo más elemental de uno mismo, la conciencia de quién es y de quiénes son sus seres queridos.
Ayer, en el Día Mundial del Alzheimer, Lola mostraba orgullosa el título de mejor cuidadora de enfermos de alzhéimer de Latinoamérica y España del año, que a comienzos de esta pasada semana le otorgó la Fundación Antidemencias Al-Ándalus (FADA), que tiene su sede en Córdoba. «Cuando me dijeron lo del premio pensé que estaban de guasa. ¿Por qué me iban a reconocer a mí?», afirma.
Natural de Melilla pero afincada en Barcelona, después de toda una vida dedicada al trabajo Lola decidió venirse a vivir a la Costa del Sol, donde reside una de sus dos hijas. Fue hace ocho años. Entonces, su marido Narciso ya presentaba claros síntomas de esta enfermedad neurodegenerativa, que en la provincia afecta a unas 10.000 personas.
Secuelas físicas
«Cuando salíamos en coche, de pronto se paraba en mitad de la carretera. Me miraba y me decía: Me he quedado en blanco, no sé a dónde voy». Es una de las muchas anécdotas que recuerda Lola, que con anterioridad al diagnóstico de su marido ya cuidó de su suegra durante casi 15 años. «Hace dos décadas, cuando a ella la trataron los médicos no sabían nada de esta enfermedad», matiza Lola.
En efecto, en los últimos años las terapias de detección precoz y de ralentización de la enfermedad se han convertido en los mejores tratamientos contra esta dolencia, aunque aún no existen medicamentos que puedan frenarla o curarla por completo. «Narciso lleva dos años ya sin tomar nada. Dicen que ya no tiene solución», confiesa Martínez, que estos días atraviesa uno de los peores momentos de su vida. Después de toda una vida juntos y cuatro años de espera, Lola ha conseguido una plaza para su marido en un centro especializado. Sus dolencias físicas -varias hernias y problemas de columna, provocados por los 20 años de cuidados- han hecho mella en su cuerpo, y han podido más que el amor a su marido.
«Lo llamo todos los días y voy a verlo una vez por semana. No puedo ir más. Está demasiado lejos, en un centro de Cuevas de San Marcos», lamenta Martínez, para quien el trabajo de las asociaciones es básico. Entró en contacto en la Asociación de Familiares de Alzhéimer de Fuengirola y Mijas Costa hace más de cinco años y desde entonces la situación personal mejoró.
«Veníamos por las mañanas a terapia y la psicóloga me ayudó mucho. He tenido depresión. Muy mal, muy mal», repite. A Lola no le gusta mirar al futuro, pero sabe que la enfermedad de su marido no acabará con él de forma directa. «De salud está fenomenal, ya quisiera yo estar así», dice. «Sólo me queda esperar. Y que no me olvide nunca». 22.09.07 SUR.ES
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