Marc Wortmann, director ejecutivo de la Asociación Internacional de Alzhéimer (ADI)
David Perez, director de la Fundación del Cerebro y miembro del Grupo de Estudio de Conducta y Demencias de la Sociedad Española de Neurología
Con estas premisas se trabaja para crear una vacuna contra el Alzhéimer. “La vacuna pretende eliminar el beta-amiloide que hay acumulado en el cerebro”, aclara Pérez. Una vacuna consiste en poner un estímulo antigénico para que el organismo genere anticuerpos que lo eliminen. Los investigadores que trabajan en la vacuna contra el mal de Alzhéimer manejaron una hipótesis similar. Consistía en poner beta-amiloide tratado para que el paciente genere anticuerpos que entren en el cerebro y roben el beta-amiloide. El objetivo era saber si, al eliminar esta sustancia, el enfermo mejoraría en el terreno cognitivo. La experimentación con ratones arrojó datos esperanzadores pero, en palabras del doctor Pérez, los pacientes que han entrado en el ensayo clínico no tienen una evolución tan sorprendente como los roedores. “En el mejor de los casos, se estabilizan cognitivamente, pero no parece que mejoren”, comenta. Además, existe el problema de los efectos adversos. El neurólogo puntualiza que un porcentaje pequeño de pacientes los sufrió, ya que los anticuerpos que intentan eliminar el beta-amiloide también pueden originar una reacción inmunológica. En algunos casos, puede darse una inflamación del cerebro, lo que se conoce como encefalitis. Pérez afirma que se han realizado ensayos con la vacuna durante los últimos diez años. Ahora, se está probando con la terapia biológica.
Según explica el neurólogo, la principal diferencia radica en que, en lugar de ponerle un antígeno al paciente para que su organismo genere la reacción, este proceso se hace en el laboratorio, se seleccionan los anticuerpos y se le inoculan al enfermo. Sin embargo, alguno de estos ensayos clínicos “se ha parado porque los pacientes no obtenían grandes beneficios y algunos sufrían efectos adversos importantes”, aclara. En lo que respecta al tratamiento, “el gran dilema actual es intentar encontrar terapias que incidan sobre la vía fisiopatológica de estas proteínas anómalas, la beta-amiloide y la proteína tau”, sostiene. Para el doctor Pérez, el principal reto de la investigación es encontrar “la causa básica, el mecanismo primigenio que desarrolla la enfermedad de Alzhéimer”.
El neurólogo considera que gran parte de los fallos que hay en los ensayos clínicos sobre terapias específicas para el Alzhéimer tienen su origen en esta falta de respuestas. “Desconocemos gran parte de la cascada de mecanismos biomoleculares que ocurren en el cerebro y que desencadenan los acúmulos de proteína beta-amiloide y de proteína tau anómala. Pero además no sabemos qué ha ocurrido antes de esto”, recalca. El experto lo compara con el escenario de un crimen. “Está lleno de sangre y opinamos que esta es la culpable de todo y que si borramos la sangre, vamos a curar al sujeto que yace en el suelo”. En este sentido, el especialista opina que la investigación “debería centrarse en los mecanismos previos para encontrar terapias específicas”.
Fuente: EFE http://vidayestilo.terra.es
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