Autor: Pablo Martínez Lage
Clínica Universitaria
Universidad de Navarra
Fecha: 4 de octubre de 2006
Publicado en: Diario de Navarra
Hace ya quince años que José María Manubens (†) y Manolo Martínez Lage, pioneros del estudio de las demencias, demostraron que diez de cada cien pamploneses mayores de 65 años tenían enfermedad de Alzhéimer. Cada año, la enfermedad irrumpía en uno de cada mil hogares en los que vivía una persona de 65 a 70 años, uno de cada cien en los que hubiera un familiar con más de 70 años y una de cada diez familias en las que un miembro rondase los 90. Según estas cifras, en este año 2006 el número de enfermos de Alzhéimer en Navarra puede rondar los 10.000 y se acercará a los 14.000 en el año 2022.
La enfermedad que Alois Alzhéimer describió hace 100 años es un proceso degenerativo del cerebro. El enfermo pierde memoria, capacidad para aprender, expresarse, entender, conocer, orientarse, calcular, razonar, imaginar, planificar, desear, vestirse, alimentarse o moverse. Esta es la demencia del Alzhéimer. Otros síntomas van desde la apatía, cambio de carácter o depresión hasta los cambios de conducta, alucinaciones, agitación o agresividad. El grado de dependencia, sufrimiento y sobrecarga que se genera quedó extraordinariamente bien reflejado en el reportaje de Javier Marrodán el domingo pasado.
El Alzhéimer se produce porque en el cerebro se deposita una proteína tóxica llamada amiloide-beta que destruye las redes de neuronas y sistemas químicos que sustentan la cognición, las emociones y la conducta. El proceso empieza mucho antes de los primeros síntomas y se prolonga durante los años en que evoluciona la enfermedad.
La enfermedad vascular cerebral contribuye al desarrollo de la demencia del Alzheimer. Imaginemos que el cerebro es un barco en el que se cargan ladrillos (el amiloide). Al mismo tiempo se van haciendo agujeros en su casco (infartos cerebrales). A más agujeros (infartos) menor necesidad de ladrillos (Azheimer) para que el barco se hunda y la persona se demencie.
Para prevenir el Alzheimer hay que controlar el riesgo vascular. Sería muy deseable que los programas de control de hipertensión y factores vasculares como el que se desarrolla en Navarra incluyeran en su metodología la valoración cognitiva. La actividad mental, el ejercicio físico, la vida social activa son medidas preventivas que pueden reducir el riesgo de demencia.
Hay que intentar aliviar el Alzheimer restituyendo los déficit químicos que produce. Los cuatro fármacos que están disponibles pueden mitigar síntomas cognitivos y conductuales. Si se aplican pronto podrían retrasar la enfermedad. Los ensayos clínicos enseñaron contundentemente que los pacientes que iniciaban el tratamiento con seis meses de demora mejoraban significativamente menos. El tratamiento de los síntomas conductuales ha de basarse en una estrecha relación médico-cuidador y en el uso racional de los psicofármacos. Hay que recordar a las autoridades sanitarias que las restricciones establecidas para el uso de antipsicóticos de nueva generación como risperidona en pacientes con Alzheimer, sin enfermedad cardiovascular, en función de su edad, carecen de una base científica sólida.
Para curar o parar el Alzhéimer habrá que evitar el depósito de amiloide o eliminarlo. Hay ya moléculas en fase de ensayo clínico que bloquean su acción tóxica, inhiben su producción o lo limpian del cerebro. Algunos estudios estarán finalizados antes de dos años. Ahora bien, a nadie se le escapa que en el cerebro, y más en el cerebro mayor, lo que está destruido no se puede restituir. Vienen a la memoria las imágenes de los bosques gallegos y las consecuencias de la actuación tardía. Las células madre no son la solución del Alzheimer. Los nuevos fármacos sólo serán eficaces si se hace una detección temprana, pero todavía hoy transcurren más de tres años entre los primeros síntomas y el diagnóstico.
El diagnóstico en fase de demencia muy leve se puede y se debe hacer a día de hoy. Basta invertir el tiempo necesario en la historia clínica y la evaluación cognitiva exhaustiva. La resonancia magnética y la PET cerebral son útiles. La Clínica Universitaria de la Universidad de Navarra acumula ya una experiencia de más de cinco años en la aplicación de estas técnicas para el diagnóstico precoz. Como decía el doctor Manubens, la sociedad Navarra se merece la creación de una unidad especializada de diagnóstico y tratamiento de las demencias dirigida por neurólogos y coordinada con los centros de salud, servicios de psicogeriatría y servicios sociales que agilice la gestión de los recursos diagnósticos y terapéuticos y garantice su eficacia, eficiencia y efectividad en la consecución del diagnóstico precoz y la aplicación de las nuevas terapias. No olvidemos que si se consigue retrasar unos pocos años el inicio de la demencia el número de enfermos se reduciría a la mitad.
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