Tiene Alzheimer
Cuando regresé a casa lo primero que me dijo era que le ayudara a buscar las llaves, porque como tengo esta mala cabeza, decía, no sé dónde las he puesto. Así comenzó todo pero no lo entendimos. Muy pocos sabían del mal de Alzheimer en los comienzos de los noventa, sólo que era una demencia producto de la vejez, por tanto un proceso sin remedio. Las familias no recibíamos ayuda psicológica para afrontar esta cruel enfermedad ni existían esos centros de estancia diurna para los pacientes. Luego ella comenzó a olvidar para qué había entrado en una habitación y muchas veces ocultaba esos lapsus. El fallecimiento de su marido, con el que convivió sesenta y cinco años, fue el inicio de una acelerada decadencia.
Pepe Luis, un amigo entrañable, no supo reconocerle al darle el pésame en el tanatorio. Y tú te intentas engañar, no quieres ver esa realidad y lo achacas todo al golpe por la pérdida de un ser tan querido. Y este mal avanzaba, ¿pero cómo podía evitarlo?. El médico me dio el diagnóstico, tiene Alzheimer, ¿y eso qué?, es demencia y no tiene cura. En ese momento tuve muchos sentimientos, unos de impotencia, porque no podría salvarla, o de injusticia, porque nadie pero menos ella se lo merecía, y de rabia, si yo me hubiera dado cuenta antes tal vez podría haberle retrasado el proceso. La fe, como tantas veces, me ayudó a tirar hacia delante y recordaba lo que ella me enseñó, todos llevamos nuestra cruz, sólo que unas son de madera pero otras de hierro. Mi madre adoptiva me necesitaba ahora como yo la necesité antes para caminar por la vida, para que alguien le hiciera la comida o la vistiera o lavara y le busque dos personas que se alternaban en turnos de mañana y tarde. Allí estuve para contarle cosas o cogerle sus manos llenas de surcos y apretárselas o darle besos. Sólo necesitan cariño.
Todas las tardes, ya en su fase terminal, la iba a ver a la residencia y paseábamos a duras penas, no me conocía y apenas si podía articular palabra. El Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa que afecta a más de 26 millones de personas en el mundo. No existe un tratamiento eficaz, de modo que los fármacos actuales sólo son capaces de paliar los síntomas y retrasar su evolución. Los afectados sufren un deterioro cognitivo con pérdida de memoria y la capacidad de valerse por sí mismos, así como el sentido de la orientación y varios trastornos de la conducta. La causa radica en la pérdida continuada de las neuronas cerebrales. El descubrimiento de tres genes relacionados con su aparición abre nuevas vías para hacer frente a la enfermedad. La Asociación para las familias con Alzheimer (AFAL) en Melilla cuenta con 147 afectadas con esta patología a las que ofrecen terapias, asesoramiento y formación. Una labor encomiable.
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