El árbol que perdió su sombra: Un cuento sobre Alzheimer
El árbol va cubriendo su copa de hojas y más hojas, que va llenando de anotaciones, de anécdotas, de buenos momentos, también de alguna tristeza. La copa del árbol se hace más y más frondosa. Durante el verano, su densa copa nos ofrece una estupenda y serena sombra escrita con todos sus pensamientos. El árbol dedica ahora su tiempo a releer todas sus notas y si nos quedamos sentados bajo su sombra, nos deja compartir con él todos sus pensamientos.
Es un lugar perfecto, tranquilo, donde pensar y aprender. La sombra del árbol nos ayuda a crecer. Cuando llega el otoño, el árbol acaba de releer todas sus notas y guarda sus más bellos recuerdos o aquellos no tan gratos que le permitirán crecer y madurar. Une las hojas formando un pergamino y las guarda envolviendo su tronco, un lugar seguro, que además le hace más fuerte y robusto. Así, año tras año, su tronco se hace más y más grueso.
Si mirásemos en su interior encontraríamos dibujados bellos anillos de pergamino, perfectamente ordenados, que nos cuentan grandes historias de su vida o de cómo le fue durante aquel año. Con la llegada del invierno, el árbol entra en un dulce y plácido sueño para descansar hasta que los primeros rayos de sol de la primavera le vuelvan a despertar. Pero en mi jardín hay un árbol viejo que está triste. Ha llegado la primavera pero no se acuerda de anotar nada en sus hojas. En su copa hay escasamente un pequeño velo de hojas y en ellas sólo veo escritas unas pocas palabras. Le veo rebuscar en su interior buscando entre los anillos.
Entonces, se pone a releer viejos pergaminos para que le cuenten cómo le fue, quien es, qué hacer. Pero está desorientado, porque cada vez tiene menos fuerza para mirar hacia dentro y los pergaminos andan medio revueltos. Ha llegado el verano. La sombra con todos sus pensamientos es tan pequeña… Me apoyo en su grueso tronco y miro con tristeza sus hojas.
Leo sus palabras, escasas, tan simples y sencillas, tan divagadas. ¡Cuanto añoro la sombra de antaño! Pero sigo ahí, sentada bajo su escasa sombra, porque es y sigue siendo mi árbol preferido. El árbol que yo más quiero. Y aunque las notas son escasas, las releemos juntos y yo le añado palabras allí donde faltan. Sé que me escucha y que mientras yo esté sentada bajo su sombra leyendo, mantengo vivo su pensamiento, mantengo viva su memoria. Así que soy yo quien ahora rebusca en su interior. Cojo algún pergamino de antaño, y le leo lo que en él hay escrito.
Y es entonces cuando noto como mueve algunas de sus ramas, como si intentara anotar todavía algún nuevo pensamiento.
Quién sabe… quizás anotar la alegría de recuperar aquella la memoria que ya creía perdida. A medida que transcurre el otoño, con cariño le ayudo a plegar las notas y a hacer el pergamino. Le ayudo a guardarlo para que su tronco continúe estando lleno de pergaminos que lleven su nombre y también el mío escrito… Llega el invierno pero mi querido árbol no quiere ir a dormir. Se siente agitado y tiene el sueño ligero. Cojo su pergamino preferido y se lo leo. Y con sólo escuchar las primeras palabras se siente un poco más tranquilo y concilia el sueño.
Pero aguardo a su lado, velando su sueño. Y en los momentos más duros del invierno, protejo su tronco desnudo de la fuerte lluvia y de las nevadas. Abono el suelo para prepararlo para cuando llegue el momento de volver a despertar y la lluvia de abril viene en marzo, apresurada, para regalarle sus primeras gotas de dulce amor primaveral. Y veo feliz como el Sol sale expresamente de entre las Nubes para ayudarme a templarle porque aún siente mucho frío, mientras el Arco Iris ilumina el cielo de colores para alegrarle el despertar.
Mi querido árbol logra con esfuerzo hacer brotar algunas pocas ramas verdes y hacer nacer algunas pequeñas hojas, pero ya no anota nada. Ahora soy yo quien escribe en sus hojas y quien seleccionará las historias para guardar en el pergamino de este otoño. Y veo que mi árbol logra con esfuerzo hacer brotar algunas ramas verdes. Pero tiene la mirada perdida, hacia lo alto, y con dificultad me responde cuando le hablo, como si no oyera. Ayer le encontré otra vez embelesado, mirando hacia arriba.
Y al mirar yo también descubrí unos pájaros que han querido hacer nido en sus desprotegidas ramas para ayudarle a hacer sombra. ¡Y me pareció verle sonreír! Parecía agradecido…como quien escucha melódicos trinos que alegran la mañana. Es otra vez verano pero mi querido árbol ha perdido su sombra. Y aunque ya no sabe quien soy, me siento a su lado, allí donde un día me regaló su espléndida umbría.
Ahora soy yo quien escribo por él todas sus notas para poder releerlas juntos como cada verano, para luego recogerlas en el pergamino de este otoño…
Y cuando llegue el frío construiré un invernadero para que continúe sintiendo la calidez de su hogar. Y allí, sentada, apoyada en su tronco, le releeré una y otra vez su pergamino preferido. Y ajenos a la tormenta, pasaremos horas y horas inmersos en extraordinarias historias vividas juntos mientras, a través de los cristales, veamos caer grandes gotas de lluvia. Y cuando acabe la tormenta y llegue la calma, me quedarán sus preciados papiros y el eterno orgullo de haber gozado de su espléndida umbría.
Fin
Dedicatoria: ‘El árbol que perdió su sombra’ relata de forma metafórica la evolución de la enfermedad de Alzheimer y nos acerca a los sentimientos que la envuelven. Hojas de árbol donde se anotan historias cotidianas, la sombra donde a partir de ellas se construyen los pensamientos y pergaminos de papel que guardan nuestras memorias. Este cuento de oyakudachi ( www.oyakudachi.eu ) forma parte de un libro más completo que incluye una versión adaptada de la canción ‘Sombras’ del cantautor Tony Sender compuesta para participar en el Festival de Benidorm y que desvela los sentimientos atrapados en el silencio de un enfermo de Alzheimer así como recomendaciones para saber envejecer, mantener la mente activa y una guía sobre los primeros signos de la enfermedad de Alzheimer.
‘El árbol que perdió su sombra’ está dedicado a todos los árboles que pierden su sombra y, en especial, a mis queridos tíos Rafael Adrián y Rosi Pastor que siempre nos regalaron pergaminos llenos de bondad y felicidad. Es una obra de con motivo del ‘I Encuentro Internacional de Neurociencia Aplicada’ y a beneficencia de una labor extraordinaria, un sueño hecho realidad gracias al carisma y la fe del Padre Antonio y todas sus abejitas: La Fundación Canaria para el Alzheimer Santa Leonor y Santa Rita.
Ayúdanos a mejorar…Escribe aquí tu comentario!