Trastornos de la Conducta más Frecuentes
Depresión, apatía y ansiedad, entre los trastornos de la conducta más frecuentes en los pacientes con EP y EA, pero también ludopatías e hipersexualidad patológica…
Los trastornos de conducta son frecuentes y están presentes en todas las fases de la enfermedad de Parkinson.
En las fases iniciales, la depresión, la apatía y la ansiedad están presentes en hasta la mitad de los pacientes. Además la depresión «constituye una de las principales variables que afecta a la calidad de vida, por delante de los mismos trastornos motores”, afirma el Dr. Javier Pagonabarraga, neurálogo del Hospital de Sant Pau, en Barcelona.
Para este especialista, “los trastornos del control de impulsos, en relación con el uso de agonistas dopaminérgicos, y la aparición en fases más tardías de alucinaciones y delirios acaban de conformar el perfil de afectaciones neuropsiquiátricas característico y altamente discapacitante de la enfermedad de Párkinson».
Hasta un 15% de pacientes con EP desarrollan trastornos adictivos como la hipersexualidad patológica o la ludopatía.
Por su parte, hasta un 90% de los pacientes con enfermedad de Alzheimer desarrolla, al menos, un trastorno conductual: 92% de los apatía, el 85% agitación, el 84%, actividad motora aberrante, y el 62% depresión.
Además los trastornos de la conducta y las dificultades en las actividades de la vida diaria representan los síntomas de mayor problemática para los cuidadores.
Sin embargo, los tratamientos actuales según el Dr. Pablo Martìnez-Lage, neuròlogo de la Fundaciòn CITA-Alzheimer San Sebastiàn, “pueden mejorar transitoriamente algunos sìntomas, tanto cognitivos como conductuales o funcionales, pueden estabilizar la sintomatologìa del paciente hasta un año, pueden ahorrar la necesidad de otros psicofàrmacos para sìntomas conductuales, y ahorran gasto en horas de cuidador, horas de consultas, necesidad de internamiento, etc.”.
La importancia del diagnóstico temprano
Martìnez-Lage asegura que “el diagnòstico temprano en la etapa pre-demencia de la EA es posible, la prevenciòn es un reto en el que hay que pensar y actuar ya y los fàrmacos actualmente aprobados tienen eficacia y podrían ahorrar parte del gasto que acarrea la enfermedad”.
Además, el diagnòstico temprano permite al paciente tomar decisiones respecto a su futuro, organizar su vida, elaborar un documento de voluntades anticipadas, etc.
Por su parte el Dr. Jorge Matìas-Guiu, Jefe de Servicio de Neurologìa del Hospital Clìnico San Carlos de Madrid, asegura que “cuanto màs pronto se actùe, màs eficientes se puede llegar a ser».
Por ejemplo se sabe que los pacientes tratados ingresan en residencia hasta tres y cuatro años màs tarde que los no tratados.
Respecto a los pacientes con EP suelen acudir al neuròlogo a los 12-24 meses desde el inicio de los sìntomas, en una fase inicial de la enfermedad.
“El tratamiento temprano con los fàrmacos dopaminèrgicos correctos, a las dosis correctas, ha demostrado reducir la apariciòn de las complicaciones motoras durante los primeros 10 años de evoluciòn de la enfermedad”, explica Pagonabarraga.
El papel del médico de atención primaria y de las unidades multidisciplinarias
Segùn el Dr. Martìnez-Lage, “la AP juega un papel crucial pero no serìa realista hacer recaer en ella todo el peso de la atenciòn de estos enfermos”.
Asimismo, para el Dr. Pagonabarraga, “hace falta màs tiempo, los neuròlogos que traten a los pacientes deben tener un conocimiento preciso de las armas terapèuticas de que disponen (tanto de sus beneficios como de sus efectos secundarios), y hace falta que el paciente con Parkinson sea atendido no sòlo por un mèdico, sino que sea asistido por enfermeros, psicòlogos, rehabilitadores y fisioterapeutas”.
La relación médico-paciente: confianza y empatía
“La empatìa es fundamental para sentir con el paciente las limitaciones y dificultades que provocan la EP. Desde esta perspectiva es màs fàcil entender què preocupa a cada paciente, y abre las puertas a la sinceridad.
Es sorprendente descubrir la cantidad de temores que hacen que los pacientes no cuenten que les pasa por su interior.
Una vez establecida una relaciòn de confianza es posible hablar de emociones, problemas sexuales, problemas de relaciòn sentimental de pareja, o problemas de convivencia familiar, tan frecuentes y tan importantes para la salud integral de los pacientes”, asegura Pagonabarraga.
Ademàs, prosigue este neuròlogo, “la decisiòn de tratamientos debe tener en cuenta la opiniòn del paciente. Cuando ellos sienten que el mèdico respeta sus opiniones es cuando no tienen inconveniente en reconocer que necesitan que el mèdico les diga què necesitan en realidad.
Establecida la confianza, es de vital importancia que el neuròlogo no minusvalore el peso que sus palabras y consejos llegan a tener sobre el paciente. Asì, del neuròlogo depende recomendar bien no sòlo què fàrmacos tomar, sino tambièn què dieta seguir, què ejercicios realizar a diario, còmo mantener las relaciones sociales, etc.”.
De la misma opinión es el Dr. Martìnez-Lage, al afirmar que “diagnosticar sì, pero tambièn tratar, informar, asesorar, acompañar y apoyar.
El respeto a la autonomìa del paciente exige hacerlo partìcipe de la informaciòn que quiera recibir y de las decisiones que se han de tomar con respecto a su tratamiento y cuidado”.
Principales retos de la EA y la EP
Los principales retos son, para el Dr. Matìas-Guiu, “desde el punto de vista cientìfico, obviamente la mejora diagnòstica y la investigaciòn trasnacional y clìnica.
Desde un punto de vista social, las prestaciones y, muy en especial, las actuaciones sobre los cuidadores informales.
La EA y EP tienen un grado de dependencia tan importante que deberìamos tener sistematizada la atenciòn social, y en esas enfermedades se ve de forma muy clara que el sistema sanitario y el sistema social es realmente uno y deberìa ser el mismo”.
Para el Dr. Martìnez-Lage, “estamos en un momento de incertidumbre y esperanza. Incertidumbre sobre la posibilidad de “curar” la enfermedad de Alzheimer cuando ya està completamente instaurada y esperanza en que los tratamientos etiopatogènicos puedan ser eficaces en las fases pre-demencia y modificar el curso de la enfermedad y retrasar lo màs posible (o evitar) la pèrdida de autonomìa.
Tambièn estamos en el momento de plantear seriamente estudios de prevenciòn”.
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