En la laguna más profunda
BOGOTÁ.- En su novela «En la laguna más profunda«, el escritor colombiano Óscar Collazos (Bahía Solano, 1942) explora la enfermedad del olvido, como la llama, desde la óptica de una joven de 17 años que, entre los 9 y 12 años, observa a su abuela hundirse poco a poco en las lagunas más profundas de la memoria.
Y cuando la enfermedad está más avanzada, la niña reconstruye pasajes de la vida de la anciana con ayuda de álbumes de fotografías.
Para contar esta historia, Collazos eligió esa voz infantil, explica, porque la nieta, guiada por el afecto, mira a la abuela con menos prevención que familiares adultos.
La neuropsicóloga Patricia Montañés, con quien Collazos ha sostenido diálogos para presentar la obra, reconoce que el texto tiene buen sustento científico, pero el autor confiesa que se documentó poco antes de acometer la novela porque el escritor, afirma, trabaja más con intuiciones literarias, y describe conductas humanas, antes que explicarlas.
¿Cómo surgió esta novela?
Personas cercanas habían padecido la enfermedad e incluso muerto con ella, fue la primera motivación afectiva y sensorial. También estuvo la evidencia de que cada vez cobra más víctimas sin distinguir edad o condición social, y no se ha hallado una cura. Quise contar una historia, pero también escribir una novela sobre la memoria, sobre lo que representa para los seres humanos, sean individuos o sociedad.
¿Buscaste exorcizar tus propios demonios ante el temor de olvidar las palabras, tan importantes para un escritor?
Influencia directa no la tuvo. He llegado a admitir que la escribí para curarme en salud, pero hay más un temor a la pérdida de memoria colectiva que a la individual. La novela hace posible esa analogía: a medida que la abuela va perdiendo la memoria, su nieta se obsesiona con recuperarla.
Si las sociedades empiezan a perder la memoria, los ciudadanos podemos tratar de recuperarla. No se puede vivir individual ni socialmente sin memoria, es lo que también acaba diciendo la novela.
¿Por qué, para contar la historia, elegiste la voz de una niña?…
Los adultos estamos llenos de prejuicios e inhibiciones, algunas incluso de buena fe, como el temor a molestar a los demás. También tenemos un grado de hipocresía mucho mayor, a veces un déficit de sinceridad y creemos que ciertas cosas no deben saberse porque lastimarías a los otros.
La mirada de la niña es guiada por la realidad y el tremendo afecto a la abuela. Eso no quiere decir que los padres no la quieran igual, pero la niña mira todo con menos prevención.
A situaciones incluso trágicas para los padres, ella les ve el lado divertido, como en las primeras fases de la enfermedad en que los pacientes olvidan códigos de comportamiento social y hacen locuras muy divertidas, transgreden normas. Que a la niña le parezca divertido y no la expresión de un mal, sino de la libertad de la abuela, es una óptica muy sugestiva.
¿Qué desventajas entraña esta voz, tal vez la falta de vocabulario y de ironía?
Está eso. Una niña no dispone de un arsenal de palabras ni un discurso complejo como para reflexiones muy hondas, pero basta que perciba lo que sucede a la abuela y en su conciencia para que esa voz dé esa dimensiòn dramática, trágica y entrañable de la enfermedad.
La historia la cuenta una aprendìz de escritora de 17 años, de ahì que señale en cursivas palabras raras o incomprensibles para un niño, público al que también va dirigido la novela. Prefiero dejar una novela en el campo de la ambigüedad que en el de las definiciones concretas.
Psicólogos ven buen sustento cientìfico en la obra, pero reconoces que no hiciste mucha documentación previa…
Trabajé con la intuición y luego con información, pero no cientìfica sobre la enfermedad, sino sobre la conducta de pacientes en diferentes fases.
Ya luego, con el texto muy avanzado, sí tuve curiosidad de indagar en las explicaciones científicas, pero con el suficiente cuidado de que no interfiriera en lo que es una novela: una descripción de un comportamiento humano, no su explicación.
En ningún momento aparece la palabra Alzheimer, se habla de la enfermedad del olvido. Y lo hice para curarme en salud, porque puede ser una demencia senil, cuyas conductas y manifestaciones llevan a catalogarla como Alzheimer, pero sería ya lo de menos. No quise meterme a clasificar la enfermedad.
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