ASPECTOS PSICOSOCIALES DE LA ENFERMEDAD CRÓNICA.
Contenidos:
I. Vivencia de la enfermedad.
II. Pérdidas asociadas a la enfermedad crónica.
III. Valoración del paciente crónico.
IV. Sistemas de apoyo social.
V. El equipo interdisciplinar en la atención al paciente crónico.
VI. El síndrome de burn-out en el cuidador.
VII. Bibliografía.
I. VIVENCIA DE LA ENFERMEDAD.
La relación que se establece entre el profesional de la salud y el enfermo tiene una gran importancia. El encuentro entre sanitario y paciente está siempre cargado emocionalmente, es una relación intensa por parte de ambos. El paciente en este encuentro deposita en el personal sanitario una serie de «productos» (dolores, sufrimientos) cargados de afectividad (miedos, angustias y un grado de incapacitación) y espera del personal sanitario el reconocimiento de «su» enfermedad y de «él mismo» como persona enferma.
Es importante conocer las posibles reacciones del paciente ante su enfermedad y también cómo puede reaccionar el profesional sanitario.
A) Reacciones del paciente frente a la enfermedad.
1. Reacciones de huida o negación: el paciente grave puede hacer una negación total de su padecimiento, e intentar normalizar su vida. El enfermo crónico puede también hacer una negación de su diagnostico, aunque el cuadro no reviste el dramatismo anterior. En la medida en que el proceso crónico es más asintomático, favorece en mayor medida una huida de este tipo. El sanitario puede detectarla por las consultas típicamente en «rachas», con largos periodos en los que el paciente «desaparece».
2. Reacciones de agresión o rechazo activo: el enfermo crónico raramente expresa sin ambages su agresividad. Fuera de la consulta, en cambio, puede ser más franco («¿qué se habrán creído?, =decirme que tengo que comer sin sal!; » es un médico muy malo porque solo sabe tratar el azúcar con insulina»). Un patrón de conducta relativamente frecuente es el «pasivo-agresivo». La agresividad se vehiculiza a través de una resistencia pasiva, casi inaparente, a las indicaciones de= profesional de la salud (pérdida de recetas, olvidar las citas, cambiar la posología).
3. Reacciones de racionalización: el paciente apoya su conducta en argumentos o razones. Los pacientes crónicos pueden reinterpretar su enfermedad para justificar su conducta. Ej.: creen que si se inyectan insulina cada vez serán más diabéticos.
B) El paciente disfuncional.
Estas reacciones del paciente ante su enfermedad hacen que el paciente desarrolle una actitud disfuncional. Las de mayor interés son:
1. Paciente desconfiado: está tenso, ansioso e inseguro. Sospecha de todo y a todo busca significados. Puede mostrarse pasivo, reservado, contestando con monosílabos. Ej.: «¿No sería mejor que me enviara al especialista?». «otras veces me han dado pinchazos».
2. Paciente agresivo: se muestra cortante, maleducado, reivindicativo. Es una actitud que genera irritación y enfado. El paciente parece que intenta provocar una espiral de mutuas agresiones, y, por desgracia, muchas veces lo consigue. Ej.: «¿Qué le trae a la consulta?», «Usted tiene que saberlo, para eso es el médico».
3. Paciente manipulador: exige actuaciones precisas seduciendo al profesional mediante halagos y utilizando una educación exquisita. Intenta conseguir un determinado fármaco, la baja laboral, etc.
(Fotocopia: «El paciente manipulador»).
4. Paciente regresivo: es un paciente que se pone totalmente en nuestras manos y se des-responsabiliza de su proceso curativo.
C) Reacciones del profesional sanitario frente a la enfermedad de sus pacientes.
Hay un modelo de paciente que los profesionales de la salud consideramos «buen paciente». Debe ser obediente, agradecido, confiado y tener un padecimiento «interesante». En el medio hospitalario las enfermedades interesantes son las que se salen de la rutina diagnostica. En Atención Primaria son aquellas que se pueden solucionar de forma definitiva.
En la mayoría de los casos los pacientes no reúnen estas características y el profesional puede experimentar las siguientes reacciones frente a las enfermedades de sus pacientes:
1. Reacciones de huída: el profesional de la salud no puede «huir» literalmente, pero puede desarrollar estrategias que alejen a sus pacientes. Por ejemplo, a los pacientes que caen mal se les dedica menos tiempo.
2. Reacciones de rechazo: este rechazo se manifiesta a veces como una conducta culpabilizadora, recriminando al paciente incluso por tener la enfermedad. (Fotocopia: «Ya se lo dije»).
3. Reacciones de racionalización: el profesional toma el papel de «técnico», centrándose en la patología del paciente y evitando el contacto personal con el mismo. Justifica su actitud en la falta de tiempo, en que su función no es la de psicólogo o asistente social, la mayoría de pacientes no presentan nada importante.
D) Abordaje de la vivencia de la enfermedad.
Cuando se interviene sobre la vivencia de la enfermedad que tienen los pacientes, se pueden desarrollar varias estrategias:
1. Utilización del miedo: se pueden utilizar frases intimidatorias. Hay que acompañarlo de refuerzos positivos para evitar que sea tomado como un castigo, o puede pensar que la enfermedad no tiene solución. Ej.: » su hígado está destrozado, como siga bebiendo no respondo de usted». «Si no se toma estas pastillas cualquier día se estos tendrá que ir a Urgencias, y vaya a saber si con las piernas por delante».
2. Antagonización o impugnación de la conducta del paciente: actuar impugnando una conducta errónea puede estimular un mejor cumplimiento de una terapéutica si tenemos en cuenta que:
– Sea realizada con empatía.
– Dar oportunidad al paciente para justificar su conducta.
– No humillar al paciente.
– Respetar las opciones del paciente cuando respondan a una opción ideológica o religiosa.
Ej.: «Se lo he dicho muchas veces, su problema principal es el tabaco; mientras no deje
de fumar no hay jarabe que valga». «No creo que haya seguido la dieta, de ser así
habría perdido más de dos kilos».
3. Confrontación y análisis de las emociones del paciente: el profesional de la salud da la oportunidad al paciente para que verbalice emociones o creencias relativas a su padecimiento. Hay que tener en cuenta unas condiciones:
– No aturdir al paciente con preguntas, darle tiempo suficiente.
– Crear un clima de confianza.
– Trabajar las emociones del paciente hacia actitudes o conductas positivas.
No emitir juicios de valor, ya que los sentimientos de un individuo no deben ser enjuiciados por el profesional de la salud.
II. PERDIDAS ASOCIADAS A LA ENFERMEDAD CRÓNICA.
El diagnóstico de enfermedad crónica produce una grave distorsión en la vida de la persona, teniendo repercusión sobre el área personal, familiar y social del individuo.
1.- Área Personal: el individuo presenta,
– Malestar físico y emocional.
– Cambios en los patrones de sexualidad.
– Pérdida de la independencia.
– Modificaciones en la escala de valores y filosofía de vida.
– Alteraciones en la autoimagen.
– Sentimiento de impotencia y desesperanza.
– Miedo a lo desconocido.
– Respuestas depresivas, de negación o de agresividad.
2.- Área Familiar: se produce una pérdida del equilibrio familiar. Se manifiesta por:
– Pérdida del rol del enfermo.
– Cambios en el rol de los demás miembros de la familia.
– Separación del entorno familiar.
– Problemas de comunicación en la familia.
3.- Área Social: los problemas que surgen son,
– Cambio o pérdida de status social por la pérdida o cambio de trabajo.
– Aislamiento social.
– Cambio en el nivel socioeconómico.
– Cambio en la utilización del tiempo libre.
III. VALORACIÓN DEL PACIENTE CRÓNICO.
Cuando la enfermera realiza un proceso de cuidados debe iniciarlo con la valoración del paciente. En el caso del paciente crónico los aspectos más importantes que la enfermera debe valorar son los siguientes:
1.- Tipo de enfermedad y repercusión para la persona en las diferentes esferas de su vida (personal, familiar y social).
2.- Vivencia de la incapacidad por parte del paciente y de su familia.
Debe valorarse la existencia de ansiedad, sentimientos de desvalorización, de estigmatización, hostilidad, temor a la enfermedad y a sus consecuencias.
3.- Creencias y valores personales y familiares.
La capacidad de adaptación a la situación de irreversibilidad, y la intención de hacerle frente de una manera activa y positiva, viene en parte determinada por las propias creencias y conceptos acerca de lo que es importante y lo que es accesorio (concepto de salud y bienestar, belleza, creencia en una vida posterior que compensa los sufrimientos actuales, etc.)
4.- Limitaciones existentes para afrontar la incapacidad.
Falsas creencias, falta de apoyo, aislamiento social voluntario o involuntario, falta de conocimientos, situación de precariedad económica, situación geográfica de aislamiento o lejanía de los centros asistenciales.
5.- Sistema de apoyo de que dispone la persona y la familia.
Deben valorarse los recursos de apoyo natural y organizado que pueden ayudar a los enfermos.
IV. SISTEMAS DE APOYO SOCIAL.
El simple hecho de vivir conlleva la aparición de problemas propios de la vida cotidiana y de las diferentes experiencias que se presentan a lo largo de la vida, bien sean propias de los ciclos vitales de la persona o de la familia, bien debidas a cambios inesperados o imprevistos como enfermedad, cambios sociales y económicos, etc.
Lo importante no es evitar esos problemas, sino resolverlos adecuadamente, de forma que creen el mínimo estrés. Para ello, las personas disponen de una serie de recursos que ayudan a su solución o bien a soportar los problemas de manera adaptativa.
El primer recurso es el propio enfermo. En las situaciones en que esto no es suficiente hay que disponer de otro tipo de recursos externos que son los denominados «sistemas de apoyo social». En el paciente crónico estos sistemas de apoyo tienen una gran importancia.
1.- Tipos de sistemas de apoyo.
1.1.- Sistemas de apoyo naturales:
– Familia
– Compañeros de trabajo
– Compañeros de estudio
– Compañeros de culto y creencias
– Amigos, vecinos, etc.
1.2.- Sistemas de apoyo organizados:
– Servicios sociales institucionales.
– Asociaciones de autoayuda.
– Organizaciones no gubernamentales.
– Ayuda profesional: médicos, enfermeras, asistentes sociales.
2.- La familia como sistema de apoyo.
La familia es la unidad básica de la sociedad alrededor de la cual se mueven todos los individuos. Es un elemento que la enfermera deberá tener en cuenta en el proceso de cuidados.
La familia tiene unas características que ayudan a su definición:
– La familia como sistema social universal: en todas las sociedades, el grupo familiar es el primero que entra en contacto con el individuo y el que más influencia ejerce sobre él.
– La familia como macrocosmos social: en la familia se reproducen las relaciones sociales con un diferenciación de los roles en función de la edad, sexo, etc.
– La familia como sistema abierto: un sistema es un conjunto de partes o unidades que conforman un todo complejo y estructurado. En la familia, los miembros constituyen las unidades que forman subsistemas (subsistema conyugal, subsistema hermanos, subsistema abuelos) que configuran el sistema familiar. La familia es un sistema abierto que mantiene relaciones con otros sistemas.
– La familia como agente socializador: la familia transmite conocimientos, modelos y valores propios de la sociedad, que el individuo asume como propios.
– La familia como grupo primario: en los primeros años de nuestra vida establecemos contacto e intensos lazos con un grupo reducido de personas, nuestra familia. Es una relación primaria sin la cual sería imposible sobrevivir. La pertenencia a dicho grupo viene determinada de manera involuntario, por el hecho de haber nacido en el seno de una familia u otra.
– La familia como institución: la familia junto con la religión son las únicas instituciones desarrolladas universalmente en todas las sociedades.
La familia es la mayor fuente de apoyo social y personal de que pueden disponer las personas, tanto en los periodos de independencia como en los de dependencia (niñez, enfermedad, desempleo, etc.)
Hay estados que muestran que las personas que disponen de un sistema de apoyo familiar efectivo soportan mejor las crisis de la vida.
Los enfermos crónicos con algún grado de discapacidad reciben la mayor parte de los cuidados del entorno familiar. Dentro de la familia suele haber un miembro que asume la responsabilidad, organización y dedica más tiempo. A esta persona se la denomina Persona de Apoyo Principal (PAP)
Para elaborar un buen plan de cuidados la enfermera debe obtener los siguientes datos de valoración de la familia del enfermo crónico:
– Identificar la PAP: puede ser la que dedique más tiempo o la que tenga mayor influencia en el grupo familiar. Esta persona puede ayudar a planificar los cambios en la vida cotidiana del enfermo crónico.
– Valorar las ideas sobre la enfermedad de la familia: es muy importante cuando el enfermo crónico es varón, ya que la mujer va a ser responsable de la mayoría de los cuidados, y hay que contar con su colaboración.
– Conocer si hay limitaciones de tiempo de la PAP, por cuestiones de trabajo o familiares. De ser así, conocer si hay apoyo sustitutorio o hay que conseguirlo. Es importante para proporcionar periodos de descanso necesarios para el cuidador.
En algunos trabajos se ha estudiado el perfil psicológico del cuidador. Las características más habituales son:
– Mujer
– Esposa o hija del enfermo
– Nivel cultural bajo
– Cuidan al enfermo diariamente (4 horas) y sin periodos de descanso
– Escaso apoyo
La situación del cuidador con restricciones en su vida social, en su estado de salud, en su tiempo libre, en sus aficiones, en su intimidad, etc., perturba de modo intenso su equilibrio personal y familiar, dañando gravemente la relación intrafamiliar y experimentando una profunda sensación de soledad. Se puede desarrollar un síndrome de «fatiga crónica» o «Síndrome de Burnout», que puede interferir en la calidad de los cuidados proporcionados el enfermo.
Las manifestaciones principales del «Síndrome de Burnout« son:
– Síntomas depresivos: trastornos del sueño, tristeza, fatiga que no corresponde a la actividad, incapacidad para concentrar la atención, perdida de interés en actividades previamente placenteras, cefaleas, enlentecimiento del pensamiento, energía, anhedonia.
– Cambios de humor, agresiones verbales y expresiones de crueldad.
– Síntomas físicos: molestias abdominales, mareos, síntomas cardiovasculares y respiratorios.
– Consumo de alcohol o drogas.
La situación de agobio que vive el cuidador es el principal predictor de la institucionalización en pacientes dependientes como los ancianos.
Las necesidades más importantes del cuidador son:
1. Información: el cuidador necesita aumentar sus conocimientos sobre la enfermedad, sus cuidados, complicaciones, etc.
2. Formación: desarrollo de habilidades de comunicación, afrontamiento de= estrés, cuidados al paciente.
3. Apoyo emocional: el cuidador desea recibir afecto, comprensión y apoyo de otras personas de su círculo social. El apoyo puede llegar de grupos de apoyo constituidos por personas que han vivido situaciones similares y por tanto hablar el mismo lenguaje que los «cuidadores».
4. Periodos de descanso- hay que buscar fórmulas que permitan al cuidador momentos de descanso (mañanas, vacaciones, fines de semana). Se puede recurrir a centros de día, ONGS, voluntariado, asociaciones de familiares, cuidadores profesionales, etc.
5. Otras: económicas, ayuda en el cuidado físico, ayuda en funciones domesticas, etc.
3.- Otros sistemas de apoyo social.
La familia, como hemos visto, constituye la base del sistema de apoyo natural del individuo. Sin embargo, son importantes otros sistemas de apoyo que puede tener el paciente:
3.1.- Amigos.
Son elegidos por el individuo y con ellos se comparten intereses, aficiones y filosofía de vida, generando sentimientos positivos de pertenencia, estima y seguridad.
3.2.- Compañeros de culto.
Es un sistema de apoyo muy antiguo. Es una relación que se caracteriza por encuentros periódicos con individuos con los que se comparten creencias, valores y un sentido de la vida. Es un apoyo disponible incluso con cambios geográficos.
3.3.- Vecinos.
Debido a la soledad en que viven algunos enfermos, con sus familias distantes geográficamente, los vecinos se sitúan en un primer lugar en el apoyo de= paciente en temas domésticos (compras, alimentación) y de compañía. Proporcionan una sensación de seguridad al paciente ante los acontecimientos imprevistos que pueden surgir.
3.4.- Asociaciones de autoayuda.
Se reúnen personas que comparten los mismos problemas y experiencias vitales. Los fines de estas asociaciones son:
– Apoyo y soporte para todos los miembros de la asociación.
– Puesta en común de experiencias personales y conocimientos que pueden ayudar a otras
personas.
– Promover la adaptación al cambio de vida causado por la enfermedad.
– Actuar como grupo de presión sobre la administración , instituciones y la opinión pública, con el fin de dar a conocer su situación y encontrar salidas pertinentes a sus problemas.
3.5.- Organizaciones no gubernamentales (Ongs) y asociaciones de voluntarios. En nuestro país estas actividades cada vez adquieren una mayor importancia, aumentando constantemente el número de personas que dedican parte de su tiempo a estas actividades.
El voluntario es toda persona que de una manera desinteresada, generosa y constante dedica su tiempo libre al servicio de los demás.
Las características de los voluntarios son:
– Solidaridad: interés por las necesidades y problemas de los demás para colaborar en la búsqueda y hallazgo de las soluciones.
– Asociacionismo: disposición para integrarse o implicarse en el colectivo donde va a desarrollar su tarea, que le servirá de orientación y encontrará un mejor soporte para llevar a cabo su actividad.
– Continuidad: para posibilitar a la asociación programar sus actividades.
– Tiempo libre: para dedicarlo a la prestación de los servicios.
– Gratuidad: sin interés personal ni ánimo de lucro.
– Preparación adecuada: conocimiento de las características de las enfermedades que va a ver y manejo de habilidades de comunicación. Las asociaciones suelen encargarse de la formación del voluntario. Por ejemplo, la Asociación Española Contra el Cáncer tiene cursos de formación para sus voluntarios.
A estas características, hay que unir unas cualidades que también debe poseer un voluntario:
– Sensibilidad: la situación que vive el enfermo y su familia requiere de la sensibilidad de la persona que les va a ayudar.
– Respeto: absoluto de las creencias y costumbres de= enfermo y su familia.
– Discreción: siempre guardando la información confidencial, no interviniendo en los asuntos familiares y no haciendo comentarios fuera de lugar.
– Madurez: para soportar situaciones difíciles que pueden surgir.
– Profesionalidad: deben saber aislar su trabajo se su vida privada.
– No paternalismo: tratar al enfermo como una persona con todo respeto y consideración.
– Constancia: teniendo en cuenta que el enfermo y su familia se pueden llegar a sentir muy desilusionados si se sienten abandonados.
– Cooperación con el resto de= equipo: trabajar en colaboración, siguiendo sus indicaciones y teniendo un clima agradable y de respeto.
– Puntualidad: antes de concertar la próxima visita estar seguro de poder cumplirla. Llegar a la hora concertada.
En el Apéndice 1 viene una relación de Asociaciones de autoayuda y organizaciones no gubernamentales nacionales y de la Comunidad Valenciana.
3.6.- Sistemas de ayuda profesional.
Este sistema de apoyo suele ser el último al que las personas acuden en busca de ayuda.
V. EL EQUIPO INTERDISCIPLINAR EN LA ATENCIÓN AL PACIENTE CRÓNICO.
En el tratamiento del paciente crónico deben intervenir diferentes profesionales capaces de abarcar la complejidad de estas personas, ofreciendo una atención integral.
Es frecuente utilizar de forma indistinta los términos equipo multidisciplinar e interdisciplinar. No son sinónimos, son modelos de organización diferente. En el equipo multidisciplinar, intervienen distintos profesionales de forma circunstancial, pero no interaccionan entre ellos, más allá de una mera transmisión de información. Ejemplo: consulta de distintos especialistas sobre un paciente diabético (médico de cabecera, enfermera, dietista, endocrinólogo, oftalmólogo, neurólogo, etc.). En el equipo interdisciplinar interaccionan las diferentes disciplinas y profesionales, permitiendo que los limites entre ellos se desdibujen. No actúan como compartimentos estancos.
1.- Principios del trabajo interdisciplinar.
– Profesionales diferentes: el equipo interdisciplinar está formado por diferentes profesionales con conocimientos, lenguaje y experiencias diferentes.
– Igualdad / diferenciación: todos los miembros del equipo tienen una opinión sobre un determinado problema, que debe ser oída y respetada, pero hay que reconocer que hay miembros en el equipo más capacitados para cada tipo de problema; por lo que debe prevalecer su criterio. Por tanto los miembros de un equipo interdisciplinar se igualan en sus opiniones, pero se diferencian en sus criterios.
– Liderazgo: para que funcione el equipo debe existir la figura del líder. El líder es aquella persona que es capaz de crear con su intervención el ambiente adecuado para que el equipo funcione y se desarrolle. El líder surge de forma natural, recayendo este papel en aquel miembro del equipo con mayor prestigio, capacidad de consenso y habilidad de negociación. Generalmente el papel del líder es asumido por el médico, pero no es imprescindible.
– Dinamismo: el equipo se ve afectado por cambios de toda índole, internos y externos; y debe ser capaz de adaptarse a las nuevas circunstancias.
– Lenguaje común: los distintos componentes del equipo proceden de profesiones diferentes con un lenguaje propio. Un principio básico para empezar a trabajar es entenderse y para ello hay que conseguir un lenguaje común, que sea entendido por todos.
– Conocimientos comunes: un lenguaje común permitirá que el equipo adquiera un mínimo de conocimientos comunes para que la interacción sea más efectiva.
– Apoyo: el equipo constituye una de las principales fuentes de apoyo cuando surgen dificultades, porque son las personas que mejor pueden comprender y compartir nuestra situación.
2.- Componentes de equipo.
El equipo debe estar formado por todas aquellos profesionales que representen la totalidad de la persona.
En la práctica está formado por:
– Equipo básico: médico, enfermera y trabajador social.
– Otros profesionales: psicólogo, fisioterapeuta, terapeuta ocupacional, capellán, etc.).
3.- Características de los componentes del equipo.
– Vocación: hay que tener cierta inclinación para dedicarse al cuidado de pacientes con patologías de larga duración, que no se resuelven y tienden a ir empeorando.
– Madurez profesional: hay que poseer una sólida preparación para resolver los problemas que surgen en el estado de salud.
– Madurez personal: hay que tener capacidad para relacionarse con los demás, proporcionar un apoyo al paciente y no verse afectado en tu propia vida.
– Equilibrio profesional: hay que mantener un equilibrio entre las distintas profesiones que componen el equipo.
– Equilibrio caracterológico: la diversidad de caracteres entre los miembros del equipo constituye un elemento enriquecedor del trabajo. Si se consigue armonizar esta pluralidad de caracteres el trabajo se desarrolla con más facilidad y eficacia, consiguiendo un alto grado de satisfacción entre sus miembros.
4.- Problemas que pueden presentarse.
– Conflictos relacionases: pueden existir barreras en al comunicación por problemas de lenguaje, transmisión de mensajes, canales utilizados. Pueden producirse malentendidos que creen sentimientos negativos.
– Escasez de recursos humanos: en condiciones normales puede ser por una asignación de personal insuficiente que no tenga en cuenta las cargas asistenciales del equipo. En condiciones especiales puede ser la escasez temporal por enfermedad, vacaciones, etc.
– Inestabilidad en el equipo de cuidados: cambios frecuentes del personal del equipo por sustituciones, contratos temporales.
– Conflicto de actitudes personales hacia el trabado: una actitud positiva hacia el trabajo puede determinar el interés en la participación, colaboración y trabajo en equipo. El desinterés por el trabajo puede dar lugar a retrasos al inicio del turno, ausencias injustificadas al trabajo y apatía.
5.- Situación actual.
Dossier sobre la situación actual de los equipos de Atención Primaria.
VI. SÍNDROME DE BURN-OUT DEL CUIDADOR.
Al hablar de la situación de una persona responsable de los cuidados de un familiar hemos citado la posibilidad de desarrollar un síndrome de agotamiento denominado «síndrome de burn-out» o estar quemado. En los profesionales dedicados al cuidado continuado de un paciente también puede surgir esta manifestación. Los más susceptibles de ser afectados por este síndrome son los miembros de equipos dedicados a cuidados paliativos con pacientes en situación grave o terminal. El agotamiento laboral afecta al personal sanitario cuando éste se ve desbordado por las numerosas exigencias que plantea el cuidar estos pacientes. Puede surgir una reacción de estrés cuando percibimos una situación o suceso que nos resulta amenazante y que al respecto evaluamos que no poseemos los recursos necesarios para su adecuada superación. Tenemos una sensación de irritabilidad y perdida de energía física, sentimientos de baja autoestima y de no eficacia. El sentirse indefenso será el último eslabón de esta cadena. Cuando se repiten estas situaciones, el riesgo de agotamiento es casi inevitable. El cuidador pierde el entusiasmo por el trabajo y las consecuencias para su salud pueden ser muy negativas. Pese a sus efectos devastadores, el síndrome de agotamiento suele pasar desapercibido, siendo más fácil de reconocer en otra persona que en uno mismo. Muchos cuidadores piensan que reconocer ante los demás sus reacciones de estrés, es admitir su incompetencia, lo que puede exponerle a sentimientos adicionales de perdida de la propia autoestima, ya seriamente afectada.
Hay unos principios para la prevención del síndrome de burn-out:
– Autoconocimiento y cuidado de las propias emociones: el cuidador debe reflexionar sobre sus emociones y profundizar en su propio conocimiento.
– Establecer límites y finarse unas expectativas reales: hay que fijarse unas expectativas realistas respecto a lo que se puede hacer, entendiendo que no puede satisfacer todas las necesidades del enfermo ni de todos los enfermos.
– Separar la vida laboral y personal: hay que procurar olvidar las preocupaciones de= trabajo cuando no se está en él. Los cuidadores más eficaces suelen dedicar parte de su tiempo a disfrutar de actividades totalmente ajenas a su actividad laboral.
– Memorar la comunicación y las habilidades para resolver problemas: la comunicación interpersonal constituye una faceta fundamental de la atención al paciente y puede causar un alto nivel de estrés. Hay que aprender y mejorar las habilidades que aseguren la transmisión de ideas y emociones de una forma sana y eficaz. Hay que tener una actitud de no paternalismo y respeto al enfermo.
– Reciclar energías: el estrés es inevitable en muchas situaciones, por lo que hay que darle salida. La práctica regular de ejercicio físico, relajación, meditación o yoga puede ser muy útil.
– Reforzar la red de apoyo social: disponer de personas con las que compartir las vivencias permite romper la sensación de aislamiento y reforzar la autoestima.
VI. BIBLIOGRAFÍA.
1.- Martín Zurro, A.; Cano Pérez, J. F.: Manual de Atención Primaria. 21 edición. Doyma S.A. 1991.
2.- Borrel i Carrió, F.: El paciente manipulador. Revista «El Medico». NI 417. Noviembre 1991.
3.- Borrel i Carrió, F.: «Ya se lo dije». Revista «El Medico». NI 314. Abril 1989.
4.- Novel Martí, G; Lluch Canut, M. T.: Enfermería psico-social. Serie Manuales de Enfermería. Salvat
Editores S.A. Barcelona 1991.
5.- Mazarrasa Alvear, L.; German Bes, C.; Sánchez Moreno, A.: Salud publica y enfermería comunitaria. Volumen III. Mc.Graw-Hill-interamericana. Madrid 1996.
6.- Flórez Lozano, J. A.; Adeva Cándenas, M. C.; García García, M. C.: Psicopatología de los cuidadores habituales de ancianos. Jano, Medicina y Humanidades. NI 1218. Junio 97.Doyma S.A.
7.- López Imedio, E.: Enfermería en cuidados paliativos. Editorial Médica Panamericana S.A. 1998.
8.- Atención Primaria 99. Bases de datos sobre recursos asistenciales, Normativos y de investigación. Jano,
Medicina y humanidades. Extra mayo 1999. Doyma.
9.- Pineda, M.; Ortega, R. M.; Garberí, R.; «Sobre crónicos, cuidadores y sus familias. La necesidad de un nuevo planteamiento»: Revista «Viure en salut». NI 51. Mayo 2001. Conselleria de Sanitat. Generalitat Valenciana.
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