La demencia es un trastorno cerebral de naturaleza degenerativa, que conduce a un deterioro cognitivo progresivo que afecta gravemente la capacidad de una persona para llevar a cabo sus actividades cotidianas. Las demencias, particularmente la enfermedad de Alzheimer, tienen profundos efectos en los ancianos y sus familias, y un costo elevado por gastos de atenciòn mèdica.
El Alzheimer se caracteriza por presentar lesiones neuropatològicas que se manifiestan como depòsitos proteìnicos localizados principalmente en un àrea del cerebro conocida como hipocampo y en las áreas parietoremporales de la corteza cerebral.
Estas lesiones consisten en placas neurìticas compuestas por depòsitos extracelulares de una sustancia llamada “beta-amiloide (βA)”, y por ovillos intrauronales formados por neurofibrillas consistentes en filamentos enrollados de una proteìna citoesquelètica llamada “tau”. Estos dos procesos degenerativos se potencializan y provocan la degeneraciòn de las cèlulas nerviosas implicadas en la memoria y las funciones cognitivas superiores.
A nivel mundial la esperanza de vida se està alargando y, al mismo tiempo, al final de la edad es cada vez màs comùn la demencia; un reto tanto personal como de la salud pùblica a nivel internacional. Se estima que su prevalencia es del 10 al 13% entre los individuos mayores de 65 años y las tasas de demencia tienden a duplicarse a partir de esa edad cada cinco años en los paìses desarrollados, y cada siete años en aquellos en vìas de desarrollo.
Dado el crecimiento de esta enfermedad y la inexistencia de una cura efectiva, las miradas de los investigadores se han puesto sobre la prevenciòn de sus posibles causas que apuntan fundamentalmente a los factores de estilo de vida.
Las evidencias
Las evidencias clìnicas y epidemiològicas sugieren que los factores de estilo de vida, especialmente la nutriciòn y la actividad fìsica, puede ser crucial en el control de la EA. Las decisiones poco saludables de estilo de vida conducen a un aumento en la incidencia de obesidad, dislipidemia e hipertensiòn, que son los componentes del llamado sìndrome metabòlico (SM), el cual està vinculado a la EA.
Actividad fìsica, una de las claves para la prevenciòn de la enfermedad.
La investigaciòn reciente apoya la hipòtesis de que el tipo de alimentación con exceso de calorìas, entre otros factores no genèticos, puede influir en el riesgo de demencia clìnica (1).
Las calorìas sì importan
Los efectos preventivos de la reducciòn de calorìas en la etiologìa del deterioro cognitivo leve (DCL), que son personas que tienen màs problemas de memoria que otras de su misma edad y que son los casos con alto riesgo de desarrollarla EA, se apoyan en parte por la reciente evidencia epidemiològica que sugiere que los individuos que habitualmente consumen menos calorìas demuestran una menor incidencia de Alzheimer (2,3).
En base a esta consideraciòn un estudio encontrò en un modelo de ratòn que la restricciòn de la ingesta de calorìas, basada en una reducciòn de aproximadamente el 30 por ciento del contenido de hidratos de carbono, puede prevenir la patologìa neuronal de las placas beta-amiloide (βA) tìpica del Alzheimer, a travès de mecanismos asociados con la longevidad (4).
El vìnculo con las dietas diabetogènicas
Hay evidencias in vitro de que la insulina, por si misma, puede promover de manera significativa la generaciòn de pèptidos amiloidogènicos Aβ extracelulares a travès de mecanismos que involucran el tràfico acelerado de la proteìna precursora de beta-amiloide y beta-amiloide (PPA/βA) a partir de una red intracelular llamada sistema de Golgi (sitio importante de generaciòn de βA) hacia la membrana plasmàtica (5,6).
Mientras que la evidencia sugiere tentativamente que el metabolismo anormal de los carbohidratos podrìa jugar un papel importante en la EA a travès de mecanismos que involucran la generaciòn de pèptido βA, los estudios experimentales en ratones sugieren que la resistencia a la insulina puede promover la neuropatologìa amiloide del Alzheimer, mediante mecanismos enzimàticos de competencia que resulta en una mayor degradaciòn de la insulina limitando la de pèptido βA (7).
La evidencia reciente sugiere un papel para la insulina incluso en funciòn de la memoria normal, apoyando asì la hipòtesis de que la insulina por sì misma afecta los mecanismos relacionados con la actividad neuronal y la funciòn cognitiva. Asimismo, se ha demostrado que la hiperinsulinemia crònica y la resistencia a la insulina, presentes tanto en la pre-diabetes como la diabetes tipo 2 del adulto, influyen negativamente sobre la memoria (8,9).
Grasas malas para el Alzheimer
Datos de un estudio epidemiològico sugiere que un alto consumo de grasa total, grasa saturada y colesterol de la dieta puede aumentar el riesgo de demencia (10). En otro estudio, ratones experimentales alimentados con una dieta alta en grasas saturadas y colesterol, fueron comparados con un grupo control de ratones que no recibieron la dieta rica en grasas.
Comida basura, incrementa el riesgo potencial de la enfermedad.
Despuès de dos meses, los ratones fueron probados para las tareas relacionadas con la memoria. Aquellos que habìan sido alimentados con la dieta de grasas saturadas no eran capaces de recordar las tareas, pero el grupo control podrìa llevarlas a cabo (11).
Investigadores australianos reportaron haber descubierto en ratones de experimentaciòn el mecanismo por el cual los alimentos altos en grasas saturadas dañan el revestimiento de los vasos sanguìneos del cerebro. Esto permitirìa que la proteìna anòmala beta-amiloide (βA) ingrese a las cèlulas cerebrales y aumente la probabilidad de desarrollar la enfermedad de Alzheimer (12)
Por otra parte, se sabe que la hidrogenaciòn de los aceites y productos làcteos de rumiantes conduce a una creciente cantidad de àcidos grasos trans (AGT) en la dieta humana. Los AGT ingeridos con la dieta se incorporan en muchos lìpidos y se acumulan en la membrana de las cèlulas.
Algunos experimentos muestran claramente que los àcidos grasos trans, en comparaciòn con los àcidos grasos cis, aumentan el proceso amiloidogènico de las proteìnas precursoras de amiloides del Alzheimer, lo cual produce la sustancia beta-amiloide (βA), que es el sello caracterìstico neuropatològico de la enfermedad (13).
Grasas buenas contra el Alzheimer
En el otro lado del espectro de las grasas, varios estudios epidemiològicos y en animales han demostrado que la dieta con pescado o aceite de pescado, tìpico de la dieta mediterrànea (DM), rico en àcidos grasos poliinsaturados omega-3, àcido docosahexaenoico (ADH) y àcido eicosapentaenoico (AEP), puede reducir significativamente el depòsito de la sustancia beta-amiloide en el cerebro y, eventualmente, evitar posteriores enfermedades neurodegenerativas (14-16).
Olivos: sus frutos, las aceitunas, poseen àcido oleico (AO).
Estudios recientes confirman las observaciones previas de que una mayor adherencia a una dieta de tipo mediterràneo se asocia con un menor deterioro cognitivo, una reducciòn del riesgo de la progresiòn del deterioro cognitivo leve (DCL) hacia la EA, un menor riesgo de EA y una disminuciòn de la mortalidad por cualquier causa en pacientes con Alzheimer. Estos hallazgos sugieren que la adhesiòn a la DM puede disminuir no sòlo el riesgo de Alzheimer, sino tambièn de los sìndromes de pre-demencia y su progresiòn a la demencia avanzada (17).
Asimismo, existen estudios que muestran los beneficios de los àcidos grasos monoinsaturados para prevenirla EA. Estas grasas son los àcidos grasos omega 9, siendo el màs abundante y conocido el àcido oleico (AO), que se encuentra en casi todos los alimentos, pero principalmente en: aceite de oliva, aceitunas, palta y frutos secos, y forman parte tambièn de la dieta mediterrànea (DM).
Una investigaciòn reciente revela los efectos protectivos del AO contra el Alzheimer y otras enfermedades degenerativas, a travès de un mecanismo de disminuciòn de la amiloidosis en cèlulas y modelos de ratones (18).
Otra investigaciòn demuestra que el AO induce especìficamente intermediarios para formar agregados amorfos insolubles, que son los responsables de inhibir la formaciòn de la sustancia beta-amiloide (βA) (19).
En un estudio reciente se demuestra que el oleocanthal (OLC), un componente fenòlico del aceite de oliva extra virgen, posee la capacidad de inhibir la fibrilizaciòn de la proteina tau, otra de las principales causas de la neurodegeneraciòn del Alzheimer (20)
Otros componentes beneficiosos de la dieta mediterrànea
Las frutas y verduras son tambièn parte de la dieta mediterrànea y contienen, entre otros nutrientes, un potente antioxidante polifenol conocido como resveratrol. Estudios in vitro e in vivo muestran que la acumulaciòn crònica de especies reactivas de oxìgeno en el cerebro puede agotar la capacidad antioxidante, incluyendo las vitaminas antioxidantes, y dar lugar a la apariciòn y progresiòn de la enfermedad (21-23). Un estudio clìnico reciente de Alzheimer a gran escala (24) y varios estudios epidemiològicos prospectivos anteriores (25-29) sugieren que los antioxidantes de las vitaminas de las frutas y verduras de la dieta desempeñan un papel en el retraso de la apariciòn de la enfermedad de Alzheimer.
Otro componente importante de la dieta tìpica mediterrànea es el consumo moderado de vino tinto, el cual tambièn posee resveratrol, al igual que las uvas. Curiosamente, un estudio realizado en un modelo de experimentaciòn encontrò que el consumo moderado de vino tinto en la forma de Cabernet Sauvignon durante siete meses, atenuò significativamente el deterioro cognitivo y la neuropatologìa beta-amiloide (βA) del Alzheimer (30).
Esto apoya la evidencia epidemiològica que sugiere que el consumo moderado de vino, un vaso al dìa para las mujeres y dos para los hombres, puede ayudar a reducir el riesgo relativo de demencia clìnica (31-33).
Recomendaciones dietèticas para prevenir la enfermedad
No obstante es necesario continuar con este tipo de estudios, ya existe evidencia cientìfica suficiente como para recomendar a las personas -en particular a aquellas en situaciòn de riesgo para la enfermedad; por ejemplo, con una historia familiar con caracterìsticas de sìndrome metabòlico (como resistencia a la insulina, obesidad, hipertensiòn arterial, etc)- evitar los alimentos y bebidas con azùcares añadidos; comer alimentos enteros o integrales con grasas naturales, especialmente pescado, nueces y semillas, aceitunas y aceite de oliva; y reducir al mìnimo los alimentos refinados o procesados que alteran la insulina y el equilibrio del azùcar en la sangre.
En este sentido, la adhesiòn a la dieta mediterrànea (DM) serìa una buena forma de cumplir con estas recomendaciones.
Informaciòn del: Dr. Sergio E. Schlimovich en su propio blog
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