Una persona mayor y dependiente tiene tres veces más posibilidades de caer en una residencia, aunque ésta cuente con todas las medidas de seguridad, que en su casa. Este, por simple que parezca, es el argumento que sustenta toda una estrategia diseñada para poner en valor la dignidad de nuestros mayores. Porque si las familias no asumen y aceptan la posibilidad de un accidente, los ancianos se verán obligados a someterse a sujeciones físicas y farmacológicas.
Entrevista a Rubén Muñiz: Las sujeciones físicas y farmacológicas, una lacra social en el s.XXI
Este tipo de ataduras se utilizan de una manera normalizada en las residencias españolas, para controlar a personas mayores dependientes, que sufren alguna enfermedad degenerativa o cualquier otro tipo de demencia. Las familias, los responsables técnicos de las diferentes administraciones, los trabajadores sociales, los cuidadores, las enfermeras o los mismos médicos, no ven en estas correas o medicamentos una forma de tortura, sino que piensan que la seguridad del paciente bien vale esas medidas. Sin embargo, investigaciones de campo realizadas en adultos mayores con enfermedades mentales, demuestran que no sólo se dan perfecta cuenta de que los inmovilizan, los atan o los sedan; sino que, además, la llegada del momento en que esto ocurre les provoca ansiedad y ataques de pánico e histeria.
Todo esto sin contar con la secuelas físicas de estas prácticas, a las que los ancianos son sometidos durante muchas horas del día y la noche. La atrofia muscular, las heridas en manos y pies, el dolor físico que les produce la tensión o el desasosiego que sienten al no poder realizar necesidades fisiológicas simples como, por ejemplo, rascarse. Es la pescadilla que se muerde la cola. La familias culpan a los gestores de las residencias cuando su anciano sufre un accidente y las residencias optan por las sujeciones, para no tener que enfrentarse a denuncia alguna. Finalmente, es la persona vieja y dependiente quién paga las consecuencias.
La Fundación María Wolff lleva veinte años luchando contra las sujeciones físicas y farmacológicas. Enseñan al personal y a los gestores de las residencias y hospitales, a manejar la conducta de las personas con demencias con un mínimo de fármacos y crean centros libres de sujeciones, formando a los médicos y a los técnicos mediante programas de consultoría que se financian vía Fundación Tripartita sin coste para las empresas.
La función de la Fundación no es poner en cuestión a las familias o a los profesionales que se encargan de los cuidados de las personas dependientes, sino ayudarlos a resolver un problema. Porque la dignidad de las personas mayores debe estar por encima de cualquier otra coyuntura; incluida un excesivo proteccionismo. Hemos hablado con Rubén Muñíz, miembro de la Fundación María Wolff y empresario.
En esta entrevista que les ofrecemos en formato de vídeo/TV, Muñiz nos informa sobre una práctica tan habitual como aceptada, a pesar de su crueldad. Y lo peor es que no se realiza por odio, sino -la mayoría de las veces- por un exceso de protección y por un miedo infundado tanto por parte de las familias como de las residencias.
También por desconocimiento, en el caso de los profesionales que están en contacto directo con estos pacientes. Escuchen atentamente; porque aunque pretendamos cerrar los ojos, las cifras cantan. Según la OMS, las enfermedades mentales y neurológicas -desde la depresión hasta el Alzheimer- serán la lacra del s.XXI. En nuestras manos está que la falta de dignidad no sea un dramático efecto colateral.
Gema Castellano / www.informativos.net
http://www.informativos.net/entrevistas/entrevista-a-ruben-muniz-las-sujeciones-fisicas-y-farmacologicas-una-lacra-social-en-el-s-xxi_53991.aspx
Magdalena López Quiroz dice
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