A veces puede ser transgresor decir que existe belleza en el bien morir. Lo puede ser más en estas días en los que la muerte aparece brutalmente, por sorpresa y se muestra despiadada y hace que se nos llene la vida de porqués que no encontrarán nunca respuesta.
Sin embargo, morir es la única certeza de la que consta nuestra vida. Todo lo demás es aleatorio, todo lo que nos acontezca está por descifrar pero en el morir la x de la ecuación es cuándo y cómo porque el resultado es conocido. Y con todo esto, en vez de acoger el fin de la vida como algo natural e intrínsecamente unido a ella, huimos ansiosos y miramos siempre para otro lado cuando la intuimos cercana.
La Belleza del Bien Morir
Hace ya algunas semanas que murió. No era de los pacientes que más solía acudir a la consulta pero cada vez que estos meses atrás hemos tenido la oportunidad de compartir minutos ha sido para mí una experiencia de aprendizaje continuo. Desde el momento que supo que le habían diagnosticado un cáncer lo dejó claro: «Ya sabemos lo que hay. Ya me han dicho que es incurable, así que vamos tirando…y hasta dónde lleguemos» Si de algo me alegraba en cada visita era que el dolor, contra pronóstico, no aparecía o lo hacía de un modo discreto. Tuviste suerte en eso. También el trabajo de las personas de hospitalización a domicilio puso su granito de arena en ello.
Cuando salí de tu casa el primer día que fui a verte porque ya no podías acudir a la consulta pensé en que todo estaba siendo muy tranquilo. Te ibas y lo que transmitías era que te ibas, porque era lo que tocaba. Me gustaba hablar contigo y me quedé con ganas de haberlo hecho mucho más y de muchas más cosas. Admiraba tu lucidez y disfrutaba de esos momentos en los que te vi brindando con vino por un día más ganado a la vida. Me contabas que seguías ocupándote de algunas cosillas del trabajo porque eran compromisos que en la medida de lo posible querías cumplir y te veías con fuerzas para ello. A veces me he preguntado qué pensarías cuando te ocupabas de «esas cosillas»
En muy pocas ocasiones he tenido la sensación como durante aquellos momentos de que morirse debe de ser eso: abandonar este mundo con la sensación de una vida «vivida» y dejando detrás un rastro de cariño y admiración ganado a pulso. Todo eso lo he podido comprobar después. Pocas veces he tenido una sensación de armonía tan acompasada entre la vida y la muerte cómo cuando pienso en esos días y en aquellas visitas. Tendemos a imaginar a la muerte de diversas maneras, le dotamos de apariencia, y me gusta pensar, entrando en ese juego, que fue ella misma quién te abrió la puerta como muestra de respeto por haberle mirado a los ojos continuamente, sin desafíos ni reproches, pero tampoco concediendo nada.
Lo que más frecuentemente dice la gente cuando le preguntan acerca de cuál sería la manera de la que quisieran morirse suele ser que «dormido y sin enterarme» Ahora, en eso, tu ejemplo también me ha dejado con dudas……
Iñaki Etxebarria
monserrat alarcon dice
Que maravilloso relato, me identifique muchisimo con ella, gracias por compartirlo, es como refrescar ese recuerdo del 2016 cuando mama partió tranquila y sin dolor.
Jesús Tj dice
Besos Monse!
Tj