Te llamas María Basilisa Ramos González.
Naciste en Villanueva un 27 de septiembre de 1924. Tus padres eran Pedro e Isabel. Tus hermanos, Joaquina, Dionisia y Pedro.
Siendo niña os mudasteis a Madrid. Allí irías a la escuela y aprenderías a hablar como hablabas antes, con las eses, sobre todo si quien escuchaba no era extremeño. Nos reñías a los demás si decíamos «deo» y no «dedo» y nosotros nos reíamos, «qué fisna l’agüela», sin saber que lo hacías por honrar los esfuerzos de tus padres por daros una educación.
Regresasteis a Villanueva cuando Madrid comenzó a convulsionarse, antes de una guerra que os halló en Villanueva. Una vez más, tus padres se sacrificaron, alejándoos al campo, fuera del pueblo, sin renunciar a poneros un maestro. Pero volviste al pueblo, tú siempre acababas volviendo.
Volviste para salvar la vida aún no sabes cómo, ni lo sabrás nunca, ni sufrirás más por ello: sonaron las alarmas por otro ataque aéreo franquista, corriste hacia la iglesia y en la Plaza de España la explosión te arrojó al suelo, hiriéndote en la pierna.
Ni el pueblo ni el campo eran seguros. El frente avanzaba. Cayeron Villanueva y La Serena tras resistir dos años; al igual que las tropas en retirada, huisteis hacia el este, primero La Siberia, después La Mancha. Allí mandaron a tu padre a la guerra con la Quinta del Saco, donde sólo iban viejos o niños, y su úlcera os lo devolvió intacto, sin rozar el frente.
Terminó la guerra y volvisteis a Villanueva, tú siempre acababas volviendo. La guerra os lo había quitado todo. No teníais casa, ocupada por las tropas, pero sí gente dispuesta a acogeros. Peor fue que encarcelaran a tu padre por el estigma de (apenas) haber luchado por la República, peor fue la duda sobre si esos hilos que movisteis lograrían devolvéroslo a casa.
Pese a todo, pese a la guerra, pese a los horrores, pese al hambre, sobreviviste. Sobrevivisteis. Tu familia, tú y el abuelo, quien te conquistó regalándote pan, quizás el bien más preciado por entonces.
Os quisisteis, os casasteis; fue un 27 de noviembre de 1948. No te permitiste dejar de trabajar en la pescadería en el mercado para criar a vuestros cuatro hijos: Mariángeles, Maribel, Pepi y el Chico. De los cuatro tuviste que hacerte cargo los años que Jacinto emigró a Alemania, sacrificándoos los dos a miles de kilómetros para poder darles una vida digna. Tu marido volvió al pueblo, vosotros siempre acababais volviendo.
La vida fue pasando. Fue vida. Vuestros hijos se casaron y os dieron diez nietos. Visteis crecer a nueve de ellos mientras ellos os veían encoger. Era la misma vida pasando, cobrándose facturas en forma de arrugas, achaques y dolores.
Nunca os faltó compañía en vuestra casa, allí donde nos reuníamos con o sin motivo, donde nos criábamos cada fin de semana, donde pasábamos los veranos alternando con La Viña. Hasta que llegó el 11 de diciembre de 1993 y nos quedamos solos pese a estar más juntos que nunca.
Los años siguientes te aferraste a tu casa y a tus recuerdos hasta que poco a poco te fuiste desprendiendo de ambos. Rotaste de hijo en hijo hasta ese bien menor que es la residencia donde ahora vives. Y mientras tanto envejeciste, aniñándote.
La vida siguió pasando, siendo vida. Tus nietos se casaron y te dieron ocho bisnietos. Los has visto crecer, aunque tú no lo sepas.
Hay demasiadas cosas que ni sabes ni volverás a saber: te ahorrarás la hernia, te ahorrarás los microinfartos, te ahorrarás la cadera rota. Te ahorrarás el miedo a no llegar a mañana. Te ahorrarás el pánico a recibir la llamada que tanto tememos.
Nos ha costado años admitir lo terrible, pero debemos agradecerle todo eso al Alzheimer. Nuestra losa ha sido tu bendición. Y te habrá alejado de nosotros, pero nos ha acercado aún más a ti.
Por eso aún sonrío cuando alguien te visita y se me escapa un involuntario «dale recuerdos de mi parte». Ojalá pudiésemos darte recuerdos. Ojalá no hiciese falta dártelos.
Pero no tienes que recordar nada de lo anterior. Ya lo haremos nosotros por ti.
Texto: Fernando Díaz Gil
Fotografías: Rubén Salcedo Gil
Rubén Salcedo Gil
Fotógrafo, Técnico Audiovisual
e-mail.- rusalcedogil@gmail.com
web.- www.rsgfotografia.com
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Por cierto, no dejéis de visitar la página de Rubén Salcedo y disfrutar de muy buenos trabajos fotográficos.
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