– ¿Quién te dijo eso?, preguntó John.
– El Dr. Davis, un neurólogo del Hospital Mass.
– ¿Un neurólogo? ¿Cuándo?
– Hace diez días.
John desvió la mirada hacia la pared como revisando el estado de la pintura, mientras tocaba su anillo de casado. Alice contuvo la respiración y esperó que su marido volviera a mirarla. Quizás jamás volvería a mirarla de la misma manera. Quizás ella dejaría de respirar.
– Ese médico está equivocado, Ali.
– No…
– Vos estás bien.
– No… Olvido cosas.
– Todo el mundo olvida cosas. Este médico también me diagnosticaría Alzheimer porque nunca recuerdo dónde dejo mis anteojos.
– Los problemas que tengo van más allá de tus dificultades para encontrar tus anteojos.
– Está bien… Tenés olvidos… Pero también estás menopáusica, estás estresada, y es probable que la muerte de tu padre haya renovado tus miedos a perder a tu mamá y a Anne. Quizás estés deprimida.
– No estoy deprimida.
– ¿Cómo sabés? ¿Ahora sos médica clínica? Deberías haber consultado con tu médica de cabecera, no con un neurólogo.
– Ya lo hice.
– Contame qué te dijo exactamente.
– No me encontró deprimida ni menopáusica. En realidad no se mostró muy segura. Pensó que quizás me faltaba dormir bien. Me pidió que esperara y que volviera a verla en un par de meses.
– ¿Ves? No estás cuidándote lo suficiente. Eso es todo.
– Ella no es neuróloga, John. Duermo muy bien. Y eso fue en noviembre. Ya pasaron dos meses y no estoy mejorando. Al contrario.
Alice estaba pretendiendo que su esposo creyera en una sola conversación lo que ella negó durante meses. Empezó con un ejemplo que él ya conocía.
– ¿Recordás cuando no fui a Chicago?
– Eso me habría pasado a mí o a cualquiera de nuestros conocidos. Llevamos una vida de locos.
– Siempre llevamos una vida de locos, y sin embargo nunca nos olvidamos de tomar un avión. No es que simplemente perdí el vuelo. Tampoco recordé que tenía que viajar para dar una conferencia, y eso que la había preparado.
John esperó. Se dio cuenta de que desconocía grandes secretos.
“Olvido palabras. El otro día, mientras caminaba de la oficina al aula, olvidé completamente el tema de la charla que iba a dar. No puedo descifrar la intención que se esconde detrás de las palabras. A la mañana tengo que anotar las cosas que debo hacer a la tarde.
(…)
No hice el budín de Noche Buena porque no supe cómo. No pude recordar un solo paso de la receta. Se me fue de la mente; entonces preparé el postre que aprendí a hacer cuando era chica”.
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Ésta es la traducción casera de un extracto de Still Alice o Todavía Alice, novela de Laura Genova sobre una investigadora y profesora universitaria de 50 años de edad, a la que le diagnostican Alzheimer. La adaptación cinematográfica se exhibió por primera vez semanas atrás, en el Festival de Toronto. Julianne Moore es Alice; Alec Baldwin es John.
En los Estados Unidos, el estreno comercial del largometraje está previsto para principios de 2015, si es posible antes de la entrega de los premios Oscar. Quizás los realizadores Richard Glatzer y Wash Westmoreland y la distribuidora Sony Pictures Classics pretendan competir por una (o varias) estatuilla(s) dorada(s). Por lo pronto, el film corre con tres grandes ventajas: el renombre de los actores que conforman la pareja protagónica; el éxito que el libro de Genova alcanzó en 2009 (el New York Times lo incluyó en su lista de best sellers); la preocupación generalizada que provoca la existencia del “Alzheimer precoz” (por si el olvido patológico no fuera lo suficientemente desgraciado per se, también ofrece una -más aterradora- versión temprana o anticipada).
Sopla un cuarto viento promocional a favor… Entre sus productores ejecutivos, se encuentra María Shriver, alma mater del documental The Alzheimer’s project y ex esposa de Arnold Schwarzenegger. Por distintas razones, ambos antecedentes contribuyen a llamar la atención sobre esta película.
Cuando Still Alice se estrene, habrán pasado más de siete años desde la publicación de la novela. Es poco probable que en 2007 la autora haya imaginado el ascenso cinematográfico a Hollywood: en aquel entonces la demencia inspiraba a pocos realizadores, con la excepción de Richard Eyre que en 2001 filmó Iris y, sin proponérselo, sentó un precedente.
Kate Winslet y Judi Dench encarnaron a la protagonista joven/mayor de aquella otra adaptación cinematográfica, inspirada en el libro que John Bayley había publicado dos años antes sobre su mujer enferma: Iris. Memoria de Iris Murdoch. En 2002, el film ganó uno de los tres Oscar a los que fue nominado: se lo llevó Jim Broadbent, elegido “mejor actor secundario”.
El reconocimiento acordado a la película de Eyre se convertirá en quinto viento a favor si Still Alice consigue estrenarse a tiempo y reunir los demás requisitos necesarios para competir en la 87ª entrega de los Oscar. Preparémonos para esa eventualidad porque, en caso de ocurrir, la ceremonia en el Dolby Theatre de Hollywood magnificará los rostros de Moore y Baldwin (también el de Kristen Stewart, que encarna a la hija del matrimonio protagónico), la mención de Shriver, el antecedente de best seller literario, el recuerdo de Winslet, Dench y Broadbent.
En la alfombra roja, el Alzheimer -esta vez la versión precoz- adquirirá un glamour ausente en los enfermos y en sus familias de carne y hueso. Habrá que soportarlo en nombre de la consigna “Más visibilidad cinematográfica; más concientización”.
María Bertoni
emurban dice
Hay otra película sobre el Alzheimer del año 2008 «Lejos de ella» de Sarah Polley. Basada en un relato de la Premio Nobel Alice Munro y con Julie Christie encabezando el reparto.
Alzheimer Universal dice
Gracias Elena, y adelante con el Blog sin Nombre. Me gusta leerte! (y no sólo por la recomendación sincera del amigo Pujante : )