A mi maestra de vida:
Han pasado algunos años desde que tu cuerpo nos dejó pero te aseguro que siento tu presencia a cada instante. Te veo en los ojos de cada buena persona que me cruzo en la vida. Te veo fugaz, en cada estrella que tengo la suerte disfrutar. Te noto presente en la brisa que me roza la cara o en los olores que llevan tu nombre.
Echo la vista atrás y recuerdo como aquella enfermedad llegaba a tu vida de puntillas, sin hacer ruido, pasando tan desapercibida que apenas nos dábamos cuenta.
Llegó y te eligió a ti, y no me extraña.
Estoy segura que sentía celos de no pertenecer a tu vida, de no formar parte de tu ser, de no estar cerca de ti, de no disfrutar de la manera tan bonita que tenías de querer, de tu perfecta forma de tratarnos a todos… Sentía tantos celos que llegó y se quedó para siempre sin saber que, no sólo se llevaría tu vida, sino que cambiaría la mía para siempre.
Recuerdo como poco a poco tus despistes se convirtieron en grandes olvidos. Recuerdo como ya no eras tú la que hacías compañía sino que éramos nosotros los que no podíamos descuidarte ni un segundo. Recuerdo como tu semblante tranquilo y sereno se esfumaba por momentos.
En tu mirada se observaba temor y mucha incertidumbre y tus palabras ya no aliviaban el alma como lo hacían antes. Recuerdo también como de repente se te olvidó todo lo que un día me enseñaste…
Son etapas –decían– y detrás de una viene otra.
Tantas etapas vinieron que sería imposible describirlas todas. Sólo tú y yo las conocemos a la perfección. Sólo tú y yo recordamos cada uno de los días de aquellos ochos años en los que cuidé de tu cuerpo hasta el punto de olvidarme del mío.
“Si tú supieras, sin tú saberlo, fuiste la vela de mi velero…” No sé si la recuerdas. Es la letra de la canción que describe nuestra historia. No sé si te fuiste sabiendo que te convertiste en la vela de mi velero y que lo sigues siendo hoy tanto tiempo después.
Tú, envuelta en aquella enfermedad, me convertiste en la persona que hoy soy.
Me enseñaste las lecciones más importantes de la vida, esas que si no se viven, no vienen en ningún libro ni aprendes en ninguna universidad. Me enseñaste a apreciar la vida en presente. Me enseñaste que no hay virtud más bonita que ser una persona paciente.
Me enseñaste que la fuerza crece en proporción a la carga y que los límites son solo mentales.
Me enseñaste a simplificar mi vida externa, a aligerar la carga material y a llenar mi alma hasta colmarla sólo de buenos sentimientos.
Gracias a ti experimenté que no hay sensación más bonita que cuidar de la vida de otra persona como si fuese la tuya propia. Gracias a ti hoy siento paz en mi corazón.
Gracias abuela, por existir y por dejarme formar parte de tu historia. Necesitaría otra vida para agradecerte en la persona que me has convertido.
Te quiero. Te quiero como se quiere muy pocas veces en la vida.
Carta remitida por ‘Estrella’
Te invitamos a leer:
Carta de Despedida a mi Padre Enfermo de Alzheimer (Quiero que leas)
Atención al mayor dice
Hola, qué tal?
Me ha gustado mucho esta entrada. Creo que podrá resultar muy útil a todos aquellas que estén viviendo bajo una situación similar. En atencionalmayor.com acabamos de subir dos nuevos post: uno sobre estimulación cognitiva y otro sobre la naturaleza como terapia frente al alzheimer. Te dejo los enlaces por si pudieras leerlos y darnos feedback.
-¿Cómo la estimulación cognitiva puede frenar el avance del alzhéimer?: http://www.atencionalmayor.com/index.php/2018/01/16/como-la-estimulacion-cognitiva-puede-frenar-el-avance-del-alzheimer/
-Jardín terapéutico, un remedio frente al alzhéimer: http://www.atencionalmayor.com/index.php/2018/01/16/jardin-terapeutico-un-remedio-frente-al-alzheimer/
Si te apeteciera colaborar con nosotros a la hora de publicar alguna entrada, estaremos encantados de contar contigo. A la espera de poder leer una nueva entrada, un abrazo enorme.
Núria - Cuidador Cuídate dice
Piel de gallina. Es precioso poder despedirse y tener la oportunidad de agradecer aunque sea con una carta