- «Siempre lo he dicho: le tengo pavor al alzhéimer y aquí está la razón del porqué.»
Se necesitan personas como Él …
Hoy archivando (aún no termino la mudanza 😕) me encontré algo que trajo recuerdos muy bonitos pero profundamente amargos.
Cuando estaba en secundaria tenía unos vecinos de la tercera edad; el señor fallece y su esposa enviuda. La señora tenía indicios de alzhéimer y se quedó totalmente sola (sólo tenía una hija que vivía fuera del país. La hija tenía intenciones de llevarla a una casa de reposo pero no tenía los recursos en ese momento). Yo veía a la señora salir de su casa a comprar pan y pasaban horas y no regresaba; se quedaba parada afuera de la panadería sin saber cómo regresar, era algo tristísimo.
Como siempre he tenido corazón de pollo, la empecé a visitar dos veces por semana después de clases y le llevaba pan dulce, porque le encantaba. Como vi que el alzhéimer iba tomando más fuerza, se me ocurrió empezarle a comprar sopas de letras para que mantuviera la mente activa y que esto le ayudara aunque fuera un poco con la memoria…
El éxito de las sopas de letras
Las sopas de letras fueron un éxito porque le encantaban y le llevaba una revista por semana y se las acababa. Desgraciadamente el alzhéimer avanzó tanto que un día ya no me reconoció y batallé mucho para que volviera a confiar en mi. Tuve que presentarme tres veces con ella en un mes porque se olvidaba de quién era yo. Empezó a bajar de peso porque se le olvidaba comer y su aspecto se deterioraba porque se le olvidaba bañarse y cambiarse de ropa.
En una de sus revistas que le compré le empecé a poner recordatorios de cómo se llamaba ella, de que comiera, de que cerrara la puerta de su casa antes de irse a dormir porque la dejaba totalmente abierta derrepente en las noches. Incluso como se ve, le puse una foto mía para que no se olvidara de mí.
La casa de reposo
Un buen día, después de casi un año, la hija vino por ella para llevarla a una casa de reposo (obvio que ni la reconoció a la hija) y cuando fui a despedirme de ella, su hija le preguntó para ponerla a prueba: quién es él, mamá? Y contestó: es un niño que me trae sopas de letras porque me quiere mucho.
La hija me dijo que me quedara con una de las revistas de recuerdo, que es ésta que me acabo de encontrar.
La señora Lupita falleció 6 meses después de que la llevaron a la casa de reposo. Su hija me marcó para avisarme.
Y sí, a partir de eso le tengo pavor a envejecer con alzhéimer y que nadie esté ahí para mí cuando se me olvide hasta quién soy yo mismo…
Paco Díaz
3 de abril. Publicado en Facebook
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Jorge Romera dice
Una historia hermosa aunque triste. Y es que resulta difícil separar la tristeza del Alzheimer. Yo hay días que lo consigo