Tu sonrisa cuando me reconoces, ese momento de lucidez en tus ojos.
Por eso y por todas las cosas buenas… Estoy aprendiendo a gestionar mis emociones:
- La ira y la rabia contra el ladrón de tus recuerdos.
- Una tristeza inmensa de saber que iré perdiéndote poco a poco.
- No obstante, del amor que siento por ti, no voy a permitir que el Alzheimer acabe con él.
- Miedo, a no saber cómo reaccionar ante las diversas etapas de tu enfermedad. El miedo a que no me reconozcas y preguntes: Quién eres tú? Esa maldita frase que nos viene a la cabeza a los cuidadores, cuando nos dan la noticia del diagnóstico.
- Temor a no saber qué camino escoger: cuidarte y perder mi vida personal o profesional. O convivir con la frustración de no haberte cuidado a cada segundo, para poder realizar mis metas, ahora que aún puedo.
Sé por otros cuidadores que acaban enfermando, perdiendo todas las energías cuando permanecen las [amazon_textlink asin=’6077723622′ text=’36 horas’ template=’ProductLink’ store=’alzheiuniver-21′ marketplace=’ES’ link_id=’ef865fc6-7171-469b-ad98-e9260d919b6e’] que dura un día normal de Alzheimer. Cuidando, atendiendo a todas las necesidades del enfermo, y dejando su vida personal a un lado. No quiero reprocharte eso, así que debo encontrar una solución intermedia. - Frustración por no poder ayudarte a encontrar las palabras que se han perdido en tu memoria, al igual que tus recuerdos, tus vivencias y tu presente.
- A valorar esos pequeños momentos de risas que hemos tenido, pese a la enfermedad.
Al Alzheimer le doy gracias por hacerme parar en seco.
Por replantearme toda mi vida. Por formarme como cuidadora, por esos [amazon_textlink asin=’8494755102′ text=’9 regalos’ template=’ProductLink’ store=’alzheiuniver-21′ marketplace=’ES’ link_id=’53c9d7fc-e5f2-417c-81b0-98018b16ed17′] que ofrece, y que valoro por encima de todo. También por recordarme las pequeñas cosas que aún puedes hacer. Y sobre todo, por hacerme volver al pasado, a veces a mi niñez, para poder recordarte los momentos más hermosos de tu vida. Gracias por hacerme pensar en todo lo que mis padres hicieron por mí, para que yo hoy, sea quién soy.
También debo agradecerle que te ha borrado los malos momentos que has tenido que soportar en esta vida.
Y aunque me desgarra el alma, verte así, sentado en una silla de ruedas, sin nada que decir. Con la mirada perdida, y los ojos soñolientos. Hago un esfuerzo para recomponerme y ofrecerte la mejor de mis sonrisas. Y un: Hola! Cómo estás hoy?
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