Los Destrozos del Naufragio
Nos dicen que el fin del confinamiento está cerca, porque evidentemente, todo empieza y todo acaba y el COVID-19 ha removido todos los cimientos de nuestra existencia, y por eso, cuando de nuevo salgamos a la calle y “normalicemos”, si es que por normalizar se entiende volver a hacer lo que antes hacíamos, seremos conscientes y no antes, de los restos del naufragio vivido.
Esta pandemia ha dejado al descubierto las injusticias y desigualdades sociales, las carencias socio-sanitarias, los recortes en la sanidad pública, porque parece que es más rentable invertir en estadios de futbol y en la compra de futbolistas que aportan sustanciosos dividendos a las arcas del estado.
Ha tenido que llegar un microscópico ser e invadir todo el Planeta y especialmente al mal llamado “primer mundo”, para valorar la importancia de la familia, las amistades, la escuela y la universidad, los besos y los abrazos que no son iguales que los que mandamos de forma virtual.
Esta travesía nos ha devuelto a casa, encerrándonos en ella y con la nostalgia, en miles de casos, de no poder estar con las personas más significativas de nuestra vida. Y es ahora, cuando nos damos cuenta ¡Qué importante es la familia!, y de esta familia es de la que quiero hablar. De estos padres que viven solos y uno o los dos, tienen una dependencia física, neurológica o emocional, o quizás, un poco de cada una de ellas.
Un padre y una madre, por los que algunos hijos e hijas, ahora en el confinamiento, se han dado cuenta, que no los visitaban todo lo normal y necesario y gracias al COVID-19, han sentido la tristeza y la soledad que significa vivir confinados sin poderlos abrazar. Pues bien, ahora que de este encierro estamos saliendo, es tiempo de reparar los destrozos del naufragio y tener consideración para esa madre, ese padre, hermana o hermano que han vivido en soledad con el familiar dependiente, las vicisitudes de esta difícil travesía y en algunos casos con trágico final.
Ahora que hemos llegado a puerto, es el tiempo para reparar el barco y recoger lo que ha quedado del naufragio y que en miles de familias la vida se ha truncado y en otros casos, los familiares cuidadores se han quedado extenuados por convivir las 24h x los 65 días encerrados con el familiar con demencia y que además por mucho que se le explicara que no podía salir, porque había un virus en la calle y se podía contagiar e incluso morir, pero su mente eso no lo entendía y surgían los gritos ¡déjame salir o me escapo! Y ahí el familiar cuidador sentía la impotencia, la soledad y la frustración en su máxima expresión.
A la familia extensa me dirijo: los restos de este naufragio, deja a un familiar cuidador necesitado, aunque sea por unos cuántos días (en los casos que se pueda) ser relevado del cuidado y si de verdad te importa tu hermana o tu hermano…ahora es el momento de demostrarlo y de visitar y hablar cada día con los padres y si la distancia física lo permite…también de visitarlos.
Desgraciadamente el COVID-19, nos ha arrebatado a muchos “viejos sabios” (tanto mujeres como hombres), pero afortunadamente…!el naufragio no ha sido total!, porque hay supervivientes con una gran resiliencia y dispuestos a subir de nuevo al barco y seguir cuidando a su familiar, aunque a veces zozobre y tenga que navegar por los mares del olvido…
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