Otra vez yo, Mamá
Ha pasado un algún tiempo desde la última vez que te escribí, (y donde creí despedirme)… pero hoy, Sí, otra vez yo, y en este Mes del Alzheimer, me he vuelto a sentar en medio de los recuerdos y estos se hacen más fuertes.
Cientos de fotografías que escribieron una historia de amor, de cielos grises pero sobre todo azules. Y entre mis manos está aquella foto ya envejecida que tanto miraba y miraba. Ésa que tanto te gustaba. Tu sonrisa lo dice todo junto al hombre que amaste hasta el final de sus días. Hasta el final de los tuyos.
Quienes siguieron tu trayectoria poética, supieron que debido a cierta timidez, que se evaporaba por momentos debido a la demencia, sacaron de tu interior esos poemas cuasi-eróticos que dedicaste a Papá. Nunca antes habías expresado de una forma tan artística tu amor por él. Dijiste cosas que en esos años en los que os escribíais a diario, tuviste que enmascararlas porque “eran otros tiempos”.
Pero qué bonito todo lo que os decíais!
El Alzheimer NO es una bendición, pero cuánto aprendí de él. El Alzheimer te liberó de algunos prejuicios que nunca mermaron tus capacidades para amar. Y es que… tu forma de «amar al prójimo», o como dijo nuestro queridísimo melillense e ilustre poeta, Paco Casaña en el homenaje de la AECC, «tu amor al prójimo, pero en tu caso, tu amor al próximo…» era más de hechos que de palabras.
Qué orgullo para quienes te conocimos.
Sí, otra vez yo, Mamá…para decirte: Cuantas cosas aprendí a tu lado, aún cuando permaneciste años en el mayor y más doloroso de los silencios que jamás he escuchado! Pero cuando esos silencios te partían el Alma, con un sólo movimiento de ojos desde tu cuerpo inmóvil, lo volvía a reconstruir, y así, día tras día. Y así fue como logré sobrevivir.
Gracias Mamá. Porque mientras tu te diluías en el tiempo, yo, sin saberlo, me fui haciendo más fuerte. Era necesario, ya sólo me quedabas tú, y cuidarte a la vez que tu me cuidabas era mi misión. La única.
Tú y tu ejemplo
Mientras caminabas por este mundo, tu ejemplo dejó una huella profunda en mi ser, después, la vida nos colocó en una encrucijada: el camino se acabó y en ese momento no había dónde ir. De pronto, tomé tu mano entre las mías y juntos empezamos a transitar un camino que nos llevaría por un periplo que en principio tiñó las horas de color negro, luego de violeta, para llegar a una fusión de colores que nos convirtió en un solo ser. Un sendero repleto de maravillosas canciones, que, supongo, de alguna forma te retrotraían a tus mejores días junto al hombre de tu vida, a tu juventud, adolescencia, a tu niñez, y cómo no!… a esos maravillosos años donde dedicaste tu vida a tanto y a tantos -hoy padres- que aun me paran por la calle junto a sus hijos para agradecerme ser tu hijo, y agradecerte y decirte que gracias a ti, esos niños vinieron a la vida cuando esos padres transitaban caminos oscuros. Y pienso: quién mejor que tú para darles la luz que trajeron a esos niños al mundo y hacer hombres de provecho.
Ellos te dan las gracias, pero yo también por ser quien fuiste y como fuiste. Una madre increíble que nunca quiso reconocimientos, pero que yo moriría si de ti no hablase todo lo que sé y que muchos saben, pero que desafortunadamente olvidaron. Sí Mamá, es como si de pronto les hubiera dado Alzheimer. Te olvidaron, aunque sólo algunos, los innecesarios, que son tan poco y tan pocos que no merecería gastar una línea más en ellos.
¿Recuerdas? Hace unas cartas lo llamé: El Alzheimer de los sanos.
Muchos otros, sin embargo, te tenemos mas presente que nunca, en este mes que a mi me afloja hasta las cuerdas vocales, y siento querer abandonar todo esto, y hacerlo escribiéndote una carta más, la última, pero también me hace fuerte y me anima a seguir cumpliendo una función que pienso, tú me inoculaste a través de nuestras vidas y esas últimas miradas perdidas pero cómplices. Y pienso, que principalmente por ti sigo en esto y este blog sigue vivo. Como tu presencia en nuestros corazones.
902 días (2 años, 5 meses, 18 días)
Hace ahora algo más de dos años volaste libre de esa prisión, abriste las alas y alcanzaste la plenitud. Tanto dolor y tanta paz para luego vivir una quietud inquietante…hasta que empecé a entenderlo todo.
Hoy, después de tantos días sin ti, me he detenido y vuelvo a echar otra mirada al pasado. Ahí está construido un sendero con base en una vorágine de emociones y sentimientos, con la fuerza del amor, por donde caminé por ti, fuiste el motor que me llevó a penetrar en la aridez del Alzheimer y a cuidar de ti. Y -por si alguien se lo pregunta-, supongo que es por ti por quien volví a caminar. Por ti y por todos los que se fueron. Los mejores.
El mundo giró y con ello mi existir. Hoy me debo a mi mismo vivir mis años que vendrán. Me llevaré a donde vaya (que será pronto) todo lo hermoso que me diste, todo lo que aprendí a lo largo de esta maldita enfermedad. ¡Gracias por ser faro en la tormenta, gracias porque aún ahora sigues iluminado cada día!…y otra vez yo, te digo: sé que eres fuente de inspiración para algunas personas.
Sin embargo, debo empezar a caminar de nuevo buscando mi propio horizonte. Las ausencias duelen, pero tú, como buena profesora de la vida, me enseñaste que pase lo que pase, pese lo que pese, hay que seguir viviendo y demostrar al mundo que sí se puede.
Gracias Mamá por enseñarme a vivir…
Tu hijo no te olvida
✠ Tj ✠
En la ciudad de Melilla, jueves 21 de septiembre de 2020
Ver esta publicación en Instagram
Mis otras cartas
A mi Madre (Cartas del Alzheimer).
Te Quiero mi Reina (Cartas del Alzheimer)
Trescientas Palabras No Llegan
Ayúdanos a mejorar…Escribe aquí tu comentario!