Recuerdos
Recuerdo mi primera nave espacial, no había otra igual; mis amigos no tenían nada parecido. Me sentía el amo del mundo. Era un regalo de mi tío, el de América. Venía todos los veranos y yo lo esperaba ansioso.
Recuerdo mi primera cita en el dentista. En mi pueblo no había y teníamos que desplazarnos casi 25 kilómetros de los de entonces. La angustia se multiplicaba, no sólo te iban a extirpar una muela (a la porra con el ratoncito Pérez) sino que el trayecto magnificaba el dolor que esperabas sentir al llegar. Dolía, recuerdo que dolía.
Recuerdo mi primera comunión, con mi familia y amigos, mi traje con galones y los zapatos de charol, el Niño Jesús de porcelana y los recordatorios y mi paseo hacia el altar en busca de aquello parecido a una galleta. Hice muchas fotos, casi todas en blanco y negro.
Recuerdo la primera vez que vi la tele en color… ¡qué increíble! Eran unos colores chillones, pero no podía dejar de mirar. ¡Qué tele más cara!
Recuerdo que me enteré por casualidad de que los Reyes Magos no eran de verdad. Eran mis padres, ¡embusteros!
Recuerdo también que pensé que así era mejor, porque podía pedir más cosas y no tenía que limpiar los zapatos… ¡qué lata!
Recuerdo mi infancia como si fuese hoy: cada anécdota, cada risa, cada llanto, cada ilusión, cada desencanto, cada alegría, cada color, cada tristeza, cada estación, cada juego, cada angustia, cada miedo, cada sonido…
Recuerdo, recuerdo…, no puedo recordar qué comí ayer, qué tengo que ponerme, con quién estoy, quién me está hablando, quién me mira tras el espejo, quién me peina, quién me besa…
Recuerdo… ¡no puedo!
Miguel Ángel Álvarez Vázquez para @AFACO
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