Tú, yo y el Alzheimer
Hola, me llamo María. Me voy a mudar, y ayer mientras ordenaba mis cosas encontré una carta que hace unos años me escribió mi abuela, que decía…
16 de marzo de 2014
Hola María, soy Margarita, tu abuela. Hace mucho que no te veo. Tu abuelo me dice que viniste el otro día a visitarme, pero yo no le creo porque no recuerdo haberte visto en meses.
¿Qué rápido pasa el tiempo verdad? ¿Cuántos años tienes ya?
Me han dicho que tienes diecinueve, pero la última vez que recuerdo haberte visto solo tenías once.
No sé, estoy algo confundida…
Me quieren llevar a una residencia. Pero yo no quiero ir, ¡yo me quiero quedar en mi casa! Ya no recuerdo la dirección, pero tu abuelo me ayuda a llegar. Supongo que ya estoy mayor, aunque tampoco me acuerdo de cuántos años tengo, sé que son muchos y con eso me basta.
Te quiero contar un secreto, ayer tu abuelo mencionó a un chico que se llama Guzmán. Y según él, es tu hermano, y claro mi nieto. Me he enfadado un poco con él, porque mi única nieta eres tú, al menos que yo recuerde.
Supongo que si tuviera más nietos me acordaría de ellos. En fin, tu abuelo, que ya se le van las cosas y a veces se olvida de todo, que se le va a hacer.
Tengo otra cosa que contarte. Me han diagnosticado una cosa muy rara que se llama Alzheimer. Me explicaron lo que era mil veces, pero se me ha olvidado.
Te quiero mucho María. Tu abuela, Margarita.
P.D.: a ver si vienes a verme algún día que te echo de menos.
Me guardé la carta en el bolsillo mientras limpiaba las lágrimas de mi cara.
Entonces seguí buscando en esa caja con el fin de encontrar alguna otra cosa que me recordara a ella. Y me encontré otra carta, pero esta vez no la había escrito mi abuela.
28 de marzo de 2014
Hola abuela, soy María, tu nieta.
El otro día fui a verte, pero igual no te acuerdas porque solo estuve un ratito.
Ya tengo diecinueve años, pero para ti puedo seguir siendo esa niña pequeña de once que dabas de merendar bizcochos todos los domingos.
Lo de la residencia… bueno, igual hasta te diviertes allí y haces nuevos amigos, aunque sé que te gusta mucho salir a la terraza con tus amigas Pili y Gema, hablar de los cotilleos del pueblo. El abuelo ya está mayor para cuidarte, pero si no quieres ir a la residencia, podéis venir los dos a mi casa, hay sitio de sobra.
Acerca de ese chico que te mencionó el abuelo, sí es mi hermano, y claro que es tu nieto, y te quiere un montón. Es un chico maravilloso, tiene nueve años, le encanta el balonmano y tiene muchas ganas de darte un abrazo y un millón de besos cuando te vea.
Por lo del Alzheimer no te preocupes, si seguro que no es nada. Significa que poco a poco se te irán olvidando las cosas, por eso no te acordabas de Guzmán.
Pero no pasa nada, siempre voy a estar yo para cuidarte y recordarte todo lo que necesites. Seremos como un dúo de superheroínas, tú y yo, bueno, mejor un trío, tú, yo y el Alzheimer.
Te quiero un montón, nunca lo olvides (y si se te olvida te lo diré todos los días).
P.D.: la semana que viene vamos Guzmán y yo a verte.
Mientras guardaba esta carta en el otro bolsillo, me pregunté por qué era yo quien la tenía. Si era para mi abuela, ¿por qué la tenía yo y no ella?
Mi abuela falleció hace ya unos años, y aunque la carta la escribí unas semanas antes de su partida, todo fue tan rápido y triste para mí que siempre la tuve yo.
Aunque me dio tiempo a hablar con ella una última vez: me llamaron del hospital, diciéndome que mi abuela estaba enferma y que le quedaban pocos días.
No podía ir hasta aquel hospital porque estaba muy lejos. Así que le hice una videollamada. Le llamé, me lo cogió, le dije “hola abuela”, y ella se quedó callada.
Durante unos minutos hubo un silencio largo e incómodo que me invadía por dentro. Ella tenía una expresión en la cara desconcertante y algo confusa, me miraba con duda, y yo sentía que de alguna manera algo iba mal.
Después de aquel silencio decidí preguntarle qué tal estaba. Jamás olvidaré las palabras que ella dijo a continuación, porque cuando las pronunció, me partió en mil pedazos. Pues sus palabras exactas fueron: ¿quién eres?, ¿por qué me hablas como si me conocieras desde siempre?, perdóname, pero no te conozco, y no me apetece conocer nuevas personas, pues estoy muy enferma, y no es momento de hacer nuevas amistades.
Otro silencio largo e incómodo invadió mi mundo, sentí como si la habitación encogiera, me faltaba el aire, y no podía ni caminar. Después de otros minutos, conseguí que las palabras salieran de mi boca. Le supliqué que no colgara, y mientras aguantaba las ganas de llorar, contesté a todas las preguntas que ella me había hecho: me llamo María, te hablo como si te conociera de toda la vida porque desde el primer momento en el que nací, tú estuviste ahí, me viste crecer, y es que te conozco de toda la vida porque eres mi abuela, Margarita, tú eres mi abuela.
Después de eso noté cómo la expresión en su cara cambió. Se podía ver alegría y orgullo en su rostro. Y mientras observaba la sonrisa que se le había dibujado, pude ver cómo una pequeña lágrima se deslizaba por su cara. Y ahí lo supe, “Alzheimer, te odio”.
La conversación continuó y le dije que aguantara unos días más, la semana siguiente iba a ir a verla, y quería poder abrazarla una última vez.
Pasaron los días y al fin pude ir a verla. Cuando entré en aquella habitación, noté un ambiente frío y distante, pero no me impidió darle el abrazo más largo del mundo, y después de aquel abrazo todo se volvió más cálido. Tanto mi hermano como yo no nos podíamos hacer a la idea de que ella ya no iba a estar, era una persona esencial en nuestras vidas.
Llegó la hora de irse, y tuvimos que despedirnos de ella de la manera más dolorosa que he sentido nunca, las lágrimas eran inevitables hablando con esa mujer que tanto queríamos y que ni siquiera se acordaba de nuestros nombres.
Días después me volvieron a llamar del hospital, ella había fallecido.
Hace muchos años de aquello. Ahora yo tengo… creo que noventa y tres, y sí, me han diagnosticado Alzheimer. Puede que esta dichosa enfermedad me haga olvidar muchas cosas, pero jamás olvidaré esta historia. Y ahora más que nunca solo queda ese equipo, ella, yo y el Alzheimer.
María.
Título: «Tú, yo y el Alzheimer»
Autora ©: Adriana Rodríguez de Haro
Centro: IESO de La Pola de Gordón, La Pola de Gordón (León)
@obrasocialcgb (Concurso de cuentos ilustrados)
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asquerosamentesano dice
Mi madre tiene 87 años y desde hace más o menos otros 12 convivimos ella, yo y el abominable Alzheimer.
Desde la mañana, cuando la levanto de la cama, le doy la pastilla de la tiroides, la lavo, le pongo un pañal limpio y le doy el desayuno, hasta la noche, todo el día la maldita enfermedad está presente.
Mientras damos nuestro paseo diario mi madre va diciendo los colores de los coches. Nuestra conversación no va más allá.
Solo quien vive esta enfermedad de primera mano puede entender lo horrible que es.
Eso sí, tiene una cosa positiva, al menos en el caso de mi madre: ella no sufre.
Jesús Tj dice
Gracias por compartir tu experiencia tan personal y conmovedora. Entiendo perfectamente lo difícil que es convivir con el Alzheimer día tras día, pero me alegra saber que, a pesar de todo, encuentras un aspecto positivo en la situación, como el hecho de que tu madre no sufra. Eso es un consuelo en medio de tantos retos. Tu dedicación y amor hacia ella son realmente inspiradores. Te agradezco mucho que hayas abierto tu corazón en este comentario, y me alegra que este espacio sea útil para ti. Te envío mucha fuerza y cariño en este camino tan complicado.
Re-bienvenido compañero