1.- Cuidarás tu presentación todos los días. Viste bien, arréglate como si fueras a una fiesta. ¡Qué más fiesta que la vida!
2.- No te encerrarás en tu casa ni en tu habitación. ¡Nada de jugar al enclaustrado o al preso voluntario! Saldrás a la calle y/o al campo ¡de paseo! Sabemos que el agua estancada se pudre y la máquina inmóvil se enmohece.
3.- Amarás al ejercicio físico como a ti mismo. Una buena sesión de gimnasio, una caminata razonable dentro o fuera de casa. Contra inercia, ¡diligencia!
4.- Evitarás actividades y gestos de «viejo» derrumbado. La cabeza gacha, la espalda encorvada, los pies arrastrándose. No. ¡Que la gente diga un piropo cuando pasas!
5.- No hablarás de tu vejez ni te quejarás de tus achaques. Acabarás por creerte más viejo y más enfermo de lo que en realidad estás. Y te harán el vacío. Nadie quiere estar oyendo historias de hospital. ¡Deja de autollamarte viejo y considerarte enfermo!
6.- Cultivarás el optimismo sobre todas las cosas. Al mal tiempo buena cara. Sé positivo en los juicios, pon buen humor en las palabras, alegre el rostro, amable en los ademanes. Se tiene la edad que se ejerce. ¡La vejez no es una cuestión de años sino estado de ánimo!
7.- Tratarás de ser útil a ti mismo y a los demás. No eres un parásito ni una rama desgajada voluntariamente del árbol de la vida. Bástate hasta donde sea posible y ayuda. ¡Ayuda con una sonrisa, con un consejo, un servicio!
8.- Trabajarás con tus manos y tu mente. El trabajo es la terapia infalible. Cualquier actividad laboral, intelectual, artística = medicinas para todos los males. ¡Honra la bendición del trabajo!
9.- Mantendrás vivas y cordiales las relaciones humanas. En las del hogar, integrándote a todos los miembros de la familia. Ahí tienes la oportunidad de convivir con todas las edades, niños, jóvenes y adultos, el perfecto muestrario de la vida. ¡Huye del bazar de antigüedades!
10.- No pensarás que todo tiempo pasado fue mejor. Deja de estar condenando a tu mundo.
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