Lo que es bueno para el corazón también previene las demencias
Los factores de riesgo cardiovascular también aumentan el riesgo de Alzheimer
Malo para el corazón, malo para el cerebro. Los mismos factores de riesgo que se asocian con el desarrollo de las enfermedades cardiovasculares también han demostrado ser capaces de elevar el riesgo de Alzheimer, así como de otras demencias o trastornos cognitivos.
En todo caso, la buena noticia es que lo inverso también es válido. Un estilo de vida saludable, como el que los cardiólogos recomiendan para el cuidado del corazón, también contribuye con la salud cognitiva, pues ayuda a prevenir las demencias asociadas con la edad, entre las que se cuentan la enfermedad de Alzheimer.
«Los tradicionales factores de riesgo cardiovascular también son factores de riesgo para la enfermedad de Alzheimer: el sobrepeso y la obesidad, la hipertensión, los niveles elevados de lípidos, la diabetes, todos desempeñan un papel en si una persona va a presentar síntomas de demencia«, dijo a LA NACION la doctora Deborah Gustafson, investigadora del Centro Médico Dowstate, de la Universidad Estatal de Nueva York, Estados Unidos.
«Sabemos, incluso, que estos mismos factores que incrementan el riesgo de demencia también aumentan el de sufrir otros cambios en las estructuras cerebrales, como atrofias en ciertas regiones del cerebro o cambios en la materia blanca«, agregó Gustafson, que se encuentra de visita en Argentina para participar del VIII Simposio de Neurociencias organizado por Fleni, que concluye hoy en esta ciudad.
«Dado que hoy el tratamiento del Alzheimer es sólo sintomático y la respuesta a él es muy parcial, es importante que el mensaje a la comunidad sea que se controlen los factores de riesgo mencionados«, señaló el doctor Ramón Leiguarda, presidente de Fleni.
«¿Cuáles son, desde una perspectiva de salud pública, los principales factores de riesgo de demencias?«, se preguntó Gustafson. «La obesidad, el sobrepeso y la inactividad física -se respondió-. No sólo porque la obesidad incrementa el riesgo de enfermedad vascular y, por lo tanto, de demencia, sino porque la obesidad está asociada con una variedad de complicaciones metabólicas, que tampoco son buenas para el cerebro.»
«El mensaje es hacer ejercicio, pero no sólo físico, sino también intelectual», recomendó Leiguarda.
Reserva cognitiva
A la hora de prevenir el desarrollo de demencias y otros trastornos cognitivos, mantenerse intelectualmente activo puede hacer la diferencia, pues produce una suerte de reserva cognitiva que mantiene a raya (hasta cierto punto) el avance de la enfermedad.
Eso se ha observado al estudiar el cerebro de personas que presentaban depósitos cerebrales de una proteína llamada beta amiloide, cuya presencia es característica del Alzheimer, y en los que la enfermedad no se había desarrollado. «Esto se debería a la reserva cognitiva, que permite que las neuronas sanas compensen a las enfermas. Y se ve, sobre todo, en personas con actividad intelectual intensa», dijo Leiguarda.
El estudio de la presencia de beta amiloide en el cerebro a través de distintas técnicas de neuroimágenes es uno de los tópicos centrales del simposio de Fleni. «Pensamos que el daño amiloide es una suerte de antecedente o biomarcador, que señala que uno podría llegar a desarrollar Alzheimer», comentó el profesor Víctor Villemagne, experto en imágenes del hospital Austin, de Melbourne, Australia, que participa del simposio.
«Los depósitos de amiloide en el cerebro pueden observarse 15 o 20 años antes de la aparición de los síntomas de Alzheimer. Existen mecanismos compensatorios, pero cuando estos se agotan, aparecen los síntomas«, concluyó.
Sebastián A. Ríos
LA NACION
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