- Negación sobre la enfermedad y sus efectos en la persona. Pensar que la persona «va a mejorar» o que actúa de esa manera «para llamar la atención o para no hacer las cosas».
- Enojo contra la persona con Alzheimer u otras personas. Enojarse, por ejemplo, si la persona pregunta varias veces lo mismo o descargar en la persona la frustración con su situación.
- Aislamiento de amistades y actividades que antes le gustaban. La persona a cargo se siente abrumada y se aleja de sus obligaciones o de sus allegados, y no logra disfrutar de actividades debido a la preocupación.
- Ansiedad de enfrentarse al futuro. Angustiarse pensado en qué pasará cuando su ser querido necesite más cuidados.
- Depresión. La persona a cargo del cuidado comienza a desalentarse por su frustración de seguir adelante y parece no importarle nada.
- Agotamiento. Se hace imposible ejercer los deberes cotidianos. La persona a cargo del cuidado se siente cansada para desempeñar otra tarea.
- Insomnio, causado por una interminable lista de preocupaciones. Por ejemplo, no dormir tranquilo por pensar que la persona con Alzheimer puede salir de la casa, caerse o lastimarse.
- Irritabilidad. La persona quiere que «la dejen en paz» en todo momento.
- Falta de concentración, que hace más difícil efectuar tareas simples. La persona a cargo del cuidado olvida citas, compromisos y otras obligaciones.
- Problemas de salud, físicos o mentales, que empiezan a aparecer. La persona no puede recordar la última vez que se sintió bien.
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