Vosotros (Rafael González)

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   Recién pasado el zaguán de la residencia, al lado del mostrador de recepción, figuraba una modesta copia de la carta del apóstol San Pablo a los Corintios colgada de la pared. “Si no tengo amor, no soy más que bronce que resuena o platillos que aturden” Tú, madre, dejabas a tu compañero –ese que sólo, fíjate, acierta a llamarte Carmeli y te regala sonrisas dulces como rosas– en un sitio extraño después de años en los que el olvido pobló su cabeza y el sacrificio tus manos y tu corazón.”El amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia”. Tu hombre es el desvelo de cada noche solitaria y la promesa del mediodía, cuando siempre, a pesar de lo que te decimos, vas a darle de comer y a ponerlo guapo. “El amor no se irrita, ni guarda rencor. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, soporta sin límites”. Él te habla en un idioma que tú solo entiendes, y te sigue mirando como aquella primera vez, Carmeli, cuando supisteis que ya nada os separaría. Ahora que vuestro aniversario ya va por el 43, debéis saber que la mejor celebración sois vosotros mismos, aunque no sea una fiesta como imaginabais antes de que la enfermedad mordiera la memoria del hombre que fue. “El amor no pasará jamás”. Y así es. Estáis vosotros, a pesar de todo. Y ojalá muchos tuviéramos la dicha de encontrar un amor así.

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