Cómo aprender cambia la estructura cerebral: Cerebros plásticos
A diferencia del cerebro de los animales, que viene con conocimientos de fábrica, el del ser humano nace vacío, pero con una fascinante y única propiedad: la plasticidad. Nuestro cerebro está hecho para cambiar, para reconfigurarse a cada instante y adaptarse al entorno. Y es nuestra herramienta secreta para aprender toda la vida.
Cristina Sáez | lavanguardia.es | 20/02/2010
María no para. Antes de las siete de la mañana hoy ya estaba en pie. A primera hora le toca taichi y luego tiene clase de informática; dice que les están enseñando a crear una presentación en Power Point con fotos y música, y ya piensa que ordenará las fotos de Navidad así para enseñárselas al resto de la familia. Además, se ha apuntado a un curso de inglés y también va a teatro, que siempre le ha gustado. Y, por si fuera poco, desde hace algunos meses dirige un centro de gente mayor en el barrio de Gràcia, en Barcelona. A sus 81 años, es incansable. Tiene energía y vitalidad para dar y tomar. «Dicen que somos de la tercera edad y a veces nos preguntan que para qué hacemos esto o aquello. Nos miran incrédulos cuando les decimos que estamos estudiando. Se creen que no podemos aprender. Pero, ¡ja!, eso se lo han creído ellos!», afirma desafiante. Ahora María sabe que la neurociencia les da la razón.
Hasta hace apenas 30 años, se creía que los seres humanos nacíamos con un número determinado de neuronas, que se estimaba alrededor de los cien mil millones; que durante la infancia nuestro cerebro se formaba, maduraba y que a partir de los 40 años de edad, empezaba a deteriorarse irremediablemente, lo que nos imposibilitaba aprender nada nuevo. Sin embargo, durante la última década, el desarrollo de nuevas técnicas de imagen de resonancia magnética, que permiten escanear la actividad cerebral de una persona a lo largo del tiempo, ha permitido ver que, al contrario de lo que se pensaba, el cerebro sigue desarrollándose toda la vida. Y que sí, nos hacemos mayores, nos salen las primeras canas, las primeras arrugas; puede que nos cansemos mucho más al subir las escaleras, que durmamos menos, pero podemos seguir aprendiendo, porque nuestro cerebro viene preparado de serie para ser educado durante toda la vida. ¿No es fantástico?
Cerebros cambiantes
Es cierto que nacemos con un número determinado de neuronas y que se van muriendo a medida que nos hacemos mayores –se especula que a razón de 1.000 al día–. Sin embargo, la ciencia no sabe si es bueno o malo. Que las células se autoliquiden es, en muchos casos, una garantía de supervivencia; por ejemplo, un buen número de células tiene que suicidarse durante la formación del feto para que este se forme correctamente, como las que unen todos los dedos de la mano; de no ser así, tendríamos membranas, como los patos, y no podríamos ni tocar el piano ni coger un bolígrafo ni teclear en un ordenador.
En algunas regiones, como el hipocampo, se ha visto que incluso pueden crearse nuevas neuronas.Y los neurocientíficos también han descubierto que no es tan importante la cantidad de células cerebrales como las conexiones que se establecen entre ellas, las sinapsis. Y estas sí se crean, se renuevan y se densifican, por lo que aunque tengamos 60, 80 o 100 años, podemos aprender a tocar el piano, un nuevo idioma o lo que nos echen.
«Esta máquina que tenemos todos dentro de nuestra cabeza está diseñada para cambiar. Nos confiere la capacidad de hacer cosas mañana que no podíamos hacer hoy y cosas hoy que ayer no podíamos hacer», explica Michael M. Merzenich, un prestigioso neurocientífico, profesor emérito de la Universidad de California, en San Francisco, experto en aprendizaje. Nuestros cerebros tienen la fascinante capacidad de modificarse físicamente; de reconfigurarse para adaptarse al entorno y las circunstancias cambiantes. Eso es la plasticidad cerebral, una cualidad fascinante y única del cebrero humano.
De forma instintiva y sin esfuerzo, a cada instante, aprendemos cosas nuevas. Con sólo estar aquí sentados, leyendo esta revista, nuestro cerebro está escaneando y registrando todo lo que nos rodea, obteniendo información que almacenará para después, en caso necesario, recuperarla y usarla. «No es estático, sino que responde a los cambios y a nuevos aprendizajes durante toda la vida», indica la neurocientífica Sarah Blakemore, del Instituto de Neurociencia Cognitiva de la Universidad de Londres. Aunque cómo ocurre eso y por qué es una cuestión mucho más profunda y complicada, y es lo que estudia la neurociencia actual; saberlo abriría las puertas a hallar soluciones para personas con alguna deficiencia, como sordera o ceguera, o que han sufrido daños tras un accidente o un infarto cerebral y han perdido funciones.
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