La ciencia no puede sola con los enigmas del cerebro
Descifrar la estructura más compleja del universo «pide abordajes múltiples».
Por Facundo Manes, Directos del Instituto de Neurología Cognitiva –INECO– y del Instituto de Neurociencias de la Fundación Valoro.
05/12/10 – clarin.com El cerebro humano es la estructura más compleja en el universo. Tanto, que esa estructura se propone el desafío de entenderse a sí misma. Las neurociencias estudian la organización y el funcionamiento del sistema nervioso y de cómo los diferentes elementos del cerebro interaccionan y dan origen a la conducta de los seres humanos.
El abordaje científico del cerebro abarca muchos niveles de estudio, desde el puramente molecular, pasando por el nivel químico, celular (neuronas individuales), hasta el de las redes neuronales y la conducta. Estos estudios exceden el interés de los neurocientíficos, ya que captan la atención de diversas disciplinas, de los medios de comunicación y del público en general. Las neurociencias estudian los fundamentos de nuestra individualidad: las emociones, la conciencia, la toma de decisiones y nuestrasacciones sociopsicológicas.
Los avances en la investigación del cerebro -tales como el descubrimiento de la base molecular de muchos trastornos psiquiátricos, el reconocimiento de las intenciones y la empatía, las drogas psicotrópicas, descubrimientos sobre Alzheimer y Parkinson, la neurobiología de las decisiones morales o las moléculas que consolidan o borran los recuerdos- nos parecen notables también por sus repercusiones sociales y culturales. El rápido avance de las tecnologías ofrece una visión sin precedentes sobre el funcionamiento del cerebro, transformando nuestra comprensión de conceptos tales como la conciencia y el libre albedrío.
Distintos ámbitos del conocimiento han adquirido una «neuro» dimensión: hemos observado la aparición de nuevas disciplinas como la neuroeconomía, neuroteología, neuropolítica y neuroeducación, cuyas investigaciones en diversas esferas de la actividad humana buscan los correlatos neurales subyacentes. Asimismo, este conocimiento es cada vez más influyente en políticas públicas, educación, tribunales o en salud. Pero, una vez más en la historia, la gran cuestión que se presenta frente a tamaños avances es si esto llevará a que por fin se sepa todo, se descifren todos los enigmas, se acaben todos los misterios.
Esto es algo de lo que podría presumir la ciencia por abonar la solución a los perjuicios del desconocimiento, pero también puede entenderse como el camino hacia un potencial futuro desabrido, a un mundo vulgar que, como dirían los «hombres sensibles de Flores» de Alejandro Dolina, conviene desestimar por sólo contar con cosas de las que uno está seguro.
Será por eso que resulta necesario y estimulante que, con los avances de la neurociencia, se desarrollen relaciones estrechas de ésta con fenómenos sociales, culturales y artísticos. Justamente son estas áreas las que exponen posibilidades ambivalentes, incitan a la reflexión y discusión acerca de verdades, a veces con la ironía y la ambigüedad que la ciencia rara vez se permite. Las narrativas artísticas ofrecen paradigmas alternativos de la vida humana sobre la base de una pluralidad y exhiben preocupaciones o esperanzas ligadas a los avances científicos. Tan rica y compleja es la estructura del cerebro humano que cuestiona con el arte lo que entendió con la ciencia.
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