La alimentación y la EA
LA ALIMENTACIÓN Y LA ENFERMEDAD DE ALZHEIMER
La enfermedad de Alzheimer es un desorden neurológico degenerativo que ataca a las células del cerebro (las neuronas) y ocasiona una demencia progresiva. Hoy este mal afecta a más de la cuarta parte de las personas de más de 80 años de edad. La enfermedad tiene una base genética indudable pero hoy sabemos que, como sucede con otras muchas enfermedades de base genética, podemos activar a estos genes perjudiciales, o bien mantenerlos en silencio, sin que den la cara, según sea nuestra alimentación y nuestro estilo de vida.
La enfermedad de Alzheimer es un proceso de envejecimiento de las neuronas que sufren oxidaciones y que se deposita en su interior de una sustancia llamada amilina. Con el tiempo se destruye la estructura de estas células y se altera su función. Numerosos estudios señalan a la alimentación como uno de los principales factores que pueden influenciar para bien o para mal la aparición y el progreso de la enfermedad.
Favorecen la aparición de la demencia los siguientes errores nutricionales: el exceso de alcohol de cualquier tipo; el exceso de grasas saturadas y de colesterol (leche entera, mantequilla, margarina, quesos curados, carnes grasas, huevos, salsas industriales); ingerir pocas vitaminas antioxidantes (frutas, verduras, hortalizas, cereales integrales) y el exceso de algunos metales que aumentan la producción de los radicales libres (los agentes que oxidan a las neuronas) como el plomo, el aluminio, el cobre y el cinc. Estos minerales pueden aumentar en los alimentos por contaminación, por lo que debemos consumir productos de la mayor garantía, lavar bien los vegetales antes de consumirlos y al hervir las verduras hay que retirar toda la espuma que se forma en la superficie del agua de cocción.
Retrasan la aparición de la enfermedad las siguientes medidas. Consumir abundantes polifenoles, que se encuentran en la mayor parte de las verduras, hortalizas y frutas y en especial en la uva tinta (el resveratrol, entre otros), las granadas y su jugo y otras bayas.
Hay que consumir abundantes vitaminas antioxidantes para que mantengan a raya a los peligrosos radicales libres. Son las vitaminas E, C y beta caroteno, que se encuentran en verduras, hortalizas y frutas.
Es de especial importancia la vitamina E, porque al ser una grasa se disuelve en la grasa de las membranas de las neuronas y ejerce allí su efecto protector. La vitamina E abunda en el aceite de oliva virgen, en los frutos secos, y en las semillas de tomates y pimientos.
Hay que consumir grasas poliinsaturadas abundantes en los pescados, sobre todo los azules, en mariscos y en los frutos secos.
Dos vitaminas tienen especial importancia ya que bloquean el aumento en el cerebro de la homocisteina que, cuando se acumula en las neuronas, contribuye a la demencia, son el folato, que abunda en vegetales de hoja, en cereales integrales y en los alimentos fortificados en ácido fólico y la vitamina B12, que abunda en las carnes y en algunos productos del mar, como el pulpo.
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