Pérdida de la memoria, trastornos en el habla, confusión Estos son sólo algunos de los síntomas asociados al alzheimer, pero sufrirlos no asegura que una persona padezca la enfermedad neurodegenerativa. De hecho, sólo se confirma un diagnóstico definitivo cuando el afectado muere, porque la única característica que delata la patología es la aparición de nódulos y placas en el cerebro, que no se detectan en vida.
Difusión en revistas internacionales
Por eso, el grupo de Ingeniería Biomédica de la Universidad de Valladolid trabaja desde hace más de seis años en el análisis de las señales cerebrales para ayudar a los facultativos a diagnosticar la enfermedad, midiendo la actividad eléctrica y magnética. Una propuesta novedosa, hasta ahora, que ya ha difundido a nivel internacional en revistas de prestigio como IEEE Transactions on Biomedical Engineering, Annals of Biomedical Engineering, Philosophical Transactions of the Royal Society A Journal o Clinical Neurophisiology.
Su propósito es generar una amplia base de datos con personas ‘sanas’, de diferentes edades y sexos, para poder comparar los resultados obtenidos con los de un paciente que los médicos consideren ‘probable enfermo’ de alzheimer. Y gracias a las «técnicas avanzadas de procesamiento de señal que utilizan», según destacó el coordinador del grupo, Roberto Hornero, ya han encontrado diferencias «significativas».
Menor capacidad para razonar
«Hemos visto que en los enfermos se produce una lentificación del espectro, es decir, que aumenta la potencia en las bajas frecuencias y disminuye en las altas, y la principal hipótesis es que responde a la muerte neuronal. Además, como consecuencia del menor número de neuronas, la actividad de los pacientes es más regular y menos compleja, lo que se traduce en los síntomas que vemos: menor capacidad para razonar, recordar o aprender cosas nuevas», subrayó el responsable del equipo, formado por diez ingenieros y cinco médicos.
Para llegar a estas primeras conclusiones en su investigación, estudian las señales de los pacientes un dispositivo caro que sólo posee un hospital en Barcelona y otro en MadridEl primero de ellos mide la actividad eléctrica del cerebro a través de una veintena de canales y, el segundo, el campo magnético en 148 puntos.
Dispositivo caro
El equipo ha decidido basar su estudio en los dos métodos porque, si bien el MEG aporta más información (pues no hay contacto físico entre el sensor y la superficie del cerebro, y puede medir la actividad cerebral a mayor profundidad), se trata de un dispositivo caro que sólo posee un hospital en Barcelona y otro en Madrid, mientras que el EEG está disponible en todos los complejos sanitarios.
«Nosotros trabajamos con el Centro de magnetoencefalografía de la Universidad Complutense de Madrid, y contamos con la colaboración de la médica Alicia Carreras, del Hospital Clínico Río Hortega, aunque la investigación la comenzamos con Pedro Espino, un médico del Clínico de Valladolid», explicó Hornero para resaltar la estrecha e importante colaboración que mantiene el equipo de la Escuela de Telecomunicaciones con los facultativos.
Información y análisis
Y, hasta ahora, la relación ha sido fructífera. El grupo de Ingeniería Biomédica ya tiene registrada con EEG una muestra con 15 pacientes de control y otros 15 posibles enfermos de Alzheimer, y con MEG ha realizado la investigación con 36 pacientes y 30 controles. Pero no son los únicos análisis realizados. En su haber tienen información sobre más de dos centenares de personas. Y es que, su objetivo es crear una buena base de datos con población ‘sana’ para poder comparar su actividad cerebral con la de posibles personas enfermas, para determinar qué patología padecen.
Porque su investigación, aunque centrada en la enfermedad de Alzheimer, va más allá. «También estudiamos el Deterioro Cognitivo Leve (DCL), porque hay un gran porcentaje de pacientes con esta enfermedad que con el tiempo evolucionan al Alzheimer», aseveró el coordinador del grupo antes de destacar el debate que existe en la actualidad en la comunidad científica sobre si se trata de una patología por sí sola o es un estado preliminar de la enfermedad neurodegenerativa.
Sujetos de control
Y analizan, además, la Esquizofrenia Paraoide y el Trastorno por Déficit de Atención de Actividad (TDH), comúnmente conocido como hiperactividad. En este caso, con pruebas realizadas a niños de entre 8 y 13 años, han detectado que la complejidad de la actividad cerebral de chicos sanos aumenta, mientras que en los afectados se observa un estancamiento de su desarrollo.
Por eso, ante tal abanico de posibilidades que se abre a partir de estudio de las señales del cerebro, el grupo considera «muy importante caracterizar a los sujetos de control». «Así podríamos saber si los resultados de una prueba se parecen, por ejemplo, al de la población sana, al grupo de esquizofrenia o al grupo de Alzheimer». Parece que una información muy importante, está en la cabeza.
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