Los hilos de la memoria se rompen, se desprenden los recuerdos, y se van por ese sumidero que llamamos olvido.
Imágenes, olores, sonidos que se pierden en la noche, que se fugan con ese traidor que llamamos tiempo.
Marcos vacíos, botellas tiradas, desconchones en la pared de la vida, goteras que perforan y destrozan unos pilares de maderas ya carcomidas, y que apenas sostienen lo que antaño fue, un joven que se comía el mundo, alto y erguido dueño de su tiempo y su destino.
El brillo de sus ojos perdidos, al igual que él, sentado en este banco en medio de una ciudad que olvidó, a la espera de un fin que ignora, en un presente que desconoce.
Unos ojos que ya no miran, por que no comprenden, por que no recuerdan, mira al suelo mientras le empujan, atado a una silla de ruedas, mientras la mano se aferra a ese metal frio.
Y un Hopper por que esta vida es así perra y preciosa:
Publicado por Juan Mejías Barrera en unfrancotirador.blogspot.com
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