«El Alzheimer es una enfermedad difìcil, es una enfermedad dura, pero si uno conoce de la enfermedad y trata de entender al paciente y aprende còmo tratarlo, puede ser una enfermedad con la cual se puede convivir», esa es la apreciaciòn de Yolanda viuda de Vidales tras su propia experiencia de atender a su madre quien sufre desde hace 10 años esta enfermedad.
Cada enfermo de Alzheimer representa a toda una familia afectada
Mientras las facultades fìsicas y mentales del familiar deterioran progresivamente, el resto de la familia se enfrenta a una serie de preguntas, emociones, decisiones y cambios de vida que deberà de adquirir en funciòn del paciente.
Yolanda de Vidales junto a su madre Julita de Voss, de 96 años, a quien hace 10 años le diagnosticaron Alzheimer. Foto EDH / Mauricio Cáceres |
«Desde la primera fase que mi madre comenzò con olvidos que uno puede llamar «normales», olvidos como no recordar dònde colocò las llaves. En mi caso, la verdad que yo me enfermè, habían veces que yo decìa ¿quièn es la enferma, serà ella o soy yo?, porque ella me decìa las cosas con tanta solidez, firmeza. Que no llegaba a diferenciar», recuerda Yolanda, como los primeros sìntomas de esta patologìa que empezaron a manifestarse en su madre.
Sin dudas, para Yolanda fue durìsimo ver como un ser amado, la persona que fue un ejemplo para su vida y quien apreciò tanto la vida, ahora esta sumergida en esa «enfermedad del olvido», que poco a poco ha ido aislàndola, deterioràndola mentalmente de una manera inevitable e incontrolable cada vez màs.
«Recuerdo que la primera persona que me dijo que mi madre tenìa Alzheimer fue mi esposo, quien era mèdico, yo no lo creìa. Pues me dijo: ‘Vamos a ver un mèdico para que te diga lo que yo te estoy diciendo’. La llevè a un médico, donde un neuròlogo, y èl me confirmò, despuès de una serie de exàmenes que le hicieron a mi madre, que ella tenìa Alzheimer. De ahì fue algo que me costò aceptarlo porque en la familia nunca se habìa presentado un caso de este tipo y dado que mi madre siempre ha vivido conmigo, entonces lògicamente era yo la que tenìa que responder a este problema. Y de ahì fue que ya comenzamos dìa a dìa a tratar con los problemas que cada vez han venido siendo màs graves», expresò.
Poco a poco doña Julita de Voss, de 96 años, ha perdido consciencia de sus actos. Comenzando con sus olvidos leves còmo cerrar el grifo del agua, las llaves y lo que resultarìa peor para Yolanda perderse entre la multitud, poniendo en peligro hasta cierto punto su vida. Pero quizàs uno de los momentos màs duros de concebir para Yolanda fue cuando su propia progenitora la llamò mamà.
«Ella (doña Julita) algunas veces tiene unas pequeñas luces y sabe quièn soy yo, sabe que soy su hija, pero no recuerda mi nombre y eso es bien duro. Saber que la persona que me ha dado la vida en un momento a otro no me reconozca. Ella me dice mamà. La primera vez fue impaciente para mì que me dijera mamà. Ellos olvidan todo, lo ùnico que no olvidan son los sentimientos», señala.
Saber còmo tratar a su madre, saber què dolor siente, comprenderla con delicadeza y paciencia, fue parte de lo que aprendiò dentro de Asociación de familiares Alzheimer de El Salvador, donde actualmente ejerce como vicepresidenta.
Lo que en un inicio le pareciò sòlo una guìa pràctica para sobrellevar a este tipo de personas, el compartir la experiencia con otras personas que enfrentan las mismas dificultades, ha sido uno de los pilares fundamentales de la asociaciòn.
«Si uno con las reacciones que ella tiene se pone a contradecirle, entonces no estamos haciendo nada. Todo eso a mì me lo enseñaron, porque yo al principio le decìa: vaya mire ya esta oscuro, ya es hora de dormir son las once de la noche. Hay que armarse de mucha paciencia, pero sobre todo, de mucho amor, porque con ellos uno ya no puedo razonar», reflexiona.
Mèdicamente, doña Julita se encuentra en la fase terminal de la etapa dos, en la cual, se hace mucho màs dependiente de los que tiene a su alrededor.
Si bien es cierto que el Alzheimer en una enfermedad difìcil de tratarla, no es imposible convivir, ni mucho menos atender a un paciente que la padece, una vez se tenga la orientaciòn y preparaciòn idònea en los lugares correspondientes.
El apoyo al cuidador del enfermo tambièn es muy importante.
elsalvador.com
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