Aparentemente, Brookline es una localidad estadounidense màs. Situada en el estado de Massachusetts, cuenta con algo màs de 58.000 habitantes y està muy cerca de Boston. Uno de sus mayores atractivos es, quizàs, que se trata del lugar en el que naciò el presidente John Fitgerald Kennedy. A partir de ahora, es posible que también sea conocida por convertirse en la primera poblaciòn que se vuelva en bloque en mejorar la calidad de vida de los enfermos de Alzheimer.
La propia casa museo de JFK es una de las instituciones locales que se ha prestado a participar en la iniciativa, a la que tambièn se ha sumado un històrico cine Art Decò, un museo de coches antiguos, la biblioteca pùblica, un centro de yoga, una cafeterìa… Todos estos lugares acogen a grupos de personas con demencia y les ofrecen sesiones de pelìculas antiguas, les muestran las viejas glorias automovilìsticas o les proponen una amena charla endulzada con un cafè con bollos.
Los promotores del proyecto, el sociòlogo John Seizel y el psicòlogo Sean Caulfield, fundaron en 2001 el programa Artistas por el Alzheimer (ARTZ, según el acrònimo inglès), dedicado a enriquecer con cultura las vidas de las personas con dicha patologìa. «Los afectados por demencia grave tienen importantes limitaciones pero, al estar en un entorno en el que no cuenta la memoria a corto plazo, emergen las personas y se reencuentran con el mundo», explica Caulfield.
A lo largo de una dècada, ARTZ ha organizado 400 eventos artìsticos en los que han participado màs de 10.000 personas con patologìa neurodegenerativa.
El objetivo es ‘sacarles del armario’ y mantenerles conectados a la vida. Contemplar y comentar un cuadro, asistir a un recital de poesìa y escuchar un concierto pueden obrar autènticos milagros (o casi).
Arte contra el olvido
Los efectos no dejan de resultar sorprendentes, incluso para quienes conocen desde hace años los efectos terapèuticos del arte. Caulfield comenta uno de los momentos màs gratificantes que ha vivido. «Un dìa fuimos al Museo Essex Peabody, que es una de las salas a las que acudimos habitualmente. Allì, una mujer con Alzheimer dijo: ‘Voy a posponer morirme porque me doy cuenta de que todavìa hay mucho que ver’. Fue realmente conmovedor», relata…..
Estas escenas se repiten a menudo. Una de las actividades con mejor acogida es la que se lleva a cabo en el cine Coolidge Corner Theatre de Brookline. Allì, los educadores escogen pequeños fragmentos de pelìculas y series de televisiòn y preguntan su parecer a los asistentes. ‘Cantando bajo la lluvia’, ‘Casablanca’ y alguna de los hermanos Marx son propuestas que no dejan a nadie indiferente. Tambièn da mucho juego la canciòn ‘Si yo fuera rico’ de ‘El violonista en el tejado’. «¿Qué haría usted si tuviese todo el dinero del mundo?» inquieren los moderadores.
En los museos, la visita se centra en unos pocos cuadros escogidos tras una cuidadosa evaluaciòn y la charla se basa en aquello que les inspiran las pinturas. Quedan totalmetne desterradas preguntas como: «¿Quién pintò esta obra?». En su lugar, se sondea a los participantes sobre lo que les sugiere aquello que estàn viendo: «¿Què crees que hace la chica que està frente a la casa?».
Zeisel explica que las actividades culturales son idòneas para las personas con Alzheimer porque «la expresiòn artìstica es innata. Nacemos con la capacidad de entenderla». Ademàs, «son mùltiples las zonas del cerebro implicadas en el arte, la mùsica y las artes visuales. Si una no funciona bien, no importa; el resto siguen en marcha». Pero, por encima de todo, «el arte contiene significado sobre la vida», algo que buscamos todos.
La clave està en que hay capacidades que no desaparecen ni siquiera en las fases màs avanzadas del Alzheimer, como el reconocimiento de emociones. «En el cerebro hay 100.000 millones de cèlulas», cuenta Zeisel. Estas neuronas no mueren de golpe, sino que «se van reduciendo paulatinamente a lo largo de 12-15 años».
El arte no cura la demencia, pero sì contribuye a que quienes la sufren se sientan mejor. En este sentido, puede ser considerado un tratamiento no farmacològico. De hecho, se ha comprobado que reduce la agitaciòn, la ansiedad, la agresiòn y la apatìa de los afectados. Conscientes de estos beneficios, numerosas instituciones culturales de todo el mundo promueven actividades dirigidas a estas personas. Entre ellas, el Museo del Prado de Madrid y el de Bellas Artes de Murcia, por citar sòlo dos ejemplos.
El proyecto de Brookline supone un paso màs. El hecho de que todo un pueblo se vuelque en el Alzheimer lo convertirà en una localidad ‘amiga’ de la enfermedad. Quienes habitan en ella se acostumbraràn a tratar diariamente con estas personas. «Se trata de romper la barrera psicològica», afirma Caulfield. «El programa enseña a la gente que vive allì que la demencia no es algo que deba esconderse. Se tiende a apartar y sobreproteger a quienes la padecen, pero con eso lo ùnico que conseguimos es aislarlos y que se pongan peor», concluye.
La asistencia a los museos y demàs entidades culturales de Brookline es gratuita para los enfermos de Alzheimer y sus cuidadores. La financiaciòn se obtiene a travès de donaciones y ayudas de otras instituciones. Recientemente, una fundaciòn de la localidad acaba de otorgar una beca de 10.000 dòlares (unos 7.300 euros) a este programa que, de momento, se encuentra en una fase piloto. Caulfield y Zeisel confían que la idea se ‘contagie’ a otras ciudades.
elmundo.es
Somos información
Ayúdanos a mejorar…Escribe aquí tu comentario!