EFE / MADRID Aspectos como ser mujer, tener una mayor edad y un menor nivel educativo, aumentan tanto la probabilidad de padecer dependencia y su gravedad, como la percepción negativa del estado de salud.
Las mujeres dependientes forman parte del millón y medio de personas que, en España, necesita ayuda para realizar actividades en su vida diaria.Estas son las conclusiones del estudio «Las personas mayores con dependencia en la España del siglo XXI«, elaborado por el investigador, sociólogo y profesor de la Universidad de Educación a Distancia (UNED), Juan Manuel García González, e incluido en la última publicación de la Fundación de Cajas de Ahorro (FUNCAS). En declaraciones a EFE, el profesor advierte, además, de que la actual Ley de Dependencia, que nació con el objetivo de cubrir las necesidades de las personas dependientes, se elaboró en un momento de bonanza económica y con unas previsiones de recursos muy optimistas.
«Desde el principio, la Ley nació sin una financiación clara» y basó su futuro en la bonanza económica en la que España estaba inmersa. «La hipótesis de partida fue fallida«, insiste García.Otro de los aspectos que ha entorpecido, según el sociólogo, el desarrollo de la Ley de Dependencia, es la gestión compartida entre Estado y comunidades…
«Las diferencias ideológicas» del Estado y las comunidades ha hecho que la norma «en ningún momento haya tenido una gestión pragmática».Según la investigación llevada a cabo por García, uno de cada cinco españoles mayores de 65 años se encuentra en situación de dependencia. De ellos el 14% padece dependencia leve, más del 4% moderada y casi un 3% dependencia grave o total.Cuatro son, en su opinión, los factores determinantes del perfil de la persona dependiente en España: la edad, la diferencia por sexo, el tipo de hogar en el que viven las personas mayores de 65 años y la educación.
Así, García explica que la edad es el factor determinante en la aparición de la dependencia y en su gravedad, cuya prevalencia y grado, respectivamente, aumentan con la edad, un rasgo que, ha añadido, es común a todas las sociedades.
Respecto al segundo factor, la diferenciación por sexo o género, el investigador señala que las mujeres registran más necesidad de ayuda, más gravedad de la dependencia y un peor estado de salud.
Esto, señala el sociólogo en su estudio, se debe a factores biológicos, ya que las mujeres padecen más enfermedades crónicas y degenerativas que los hombres, y a factores sociales como la resistencia de los varones a reconocer su fragilidad.
«La mujer vive una media de 6 años más que el hombre» explicó a EFE, lo que implica que padezcan más enfermedades crónicas degenerativas -que son las que habitualmente general dependencia- debido a que éstas se manifiestan con más intensidad en edades más avanzadas.
En cuanto al tercer factor, indica que la posesión de una vivienda, con lo que implica de significado sentimental, seguridad económica y autosuficiencia, deriva en menores niveles de dependencia.
Frente a ello, advierte, la convivencia en hogares multigeneracionales, principalmente con hijos, da lugar a una necesaria movilidad para obtener los cuidados necesarios.
Por último, el profesor de la UNED considera el nivel educativo como el cuarto factor «determinante» sobre el grado de dependencia.
En este sentido, dice que el riesgo de encontrarse en situación de dependencia aumenta «notablemente» a medida que desciende el nivel educativo.
Por el contrario, un mayor nivel de instrucción implica que se han tenido más y mejores oportunidades, más recursos y también más posibilidades de afrontar los diferentes problemas asociados a la discapacidad y la dependencia.
En este sentido, en el estudio el investigador precisa que el analfabetismo en el colectivo mayor de 65 años es más habitual en las mujeres y, por lo tanto, éstas padecen mayores tasas de discapacidad.
En cualquier caso, subraya García, en los últimos años los niveles de dependencia se han reducido porque la población española «a la par que incrementa su esperanza de vida, aumenta su calidad en los años que se ganan», aunque advierte de que el envejecimiento de la pirámide poblacional española se acentúa y, con ello, se incrementará el número de dependientes.
A pesar de estas conclusiones, García recuerda que la sociedad española «ha visto nacer en este inicio de siglo lo que se ha llamado el cuarto pilar del Estado de bienestar: la Ley de Dependencia», una ley que dota de ayudas económicas tanto a las personas dependientes como a sus cuidadores.
Por último, considera que las políticas de prevención podrían ser un buen complemento a esta ley y recomienda más inversión en acciones de anticipación a la aparición de las enfermedades que provocan la discapacidad y, con ello, la dependencia.
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