El ‘órgano rey’ siempre mantiene determinadas zonas cerebrales alerta ante cualquier imprevisto, decidiendo qué hacemos en cada momento Cuando Santiago Ramón y Cajal estudiaba el cerebro lo hacía sobre la mesa de un laboratorio. Hoy en día, gracias a las nuevas técnicas de imagen, se puede observar in vivo. Este reconocido médico navarro ganó el premio Nobel de Medicina en 1906 por su aportación al mundo de la neurociencia. Su esquema estructural del sistema nervioso como un aglomerado de unidades neuronales independientes pasó a conocerse con el nombre de «doctrina de la neurona».
Explica cómo la interacción de las neuronas conduce a la aparición de complejas respuestas. Sus teorías son aún actuales, pero sus dibujos médicos poco tienen que ver con la extraordinaria resolución de las técnicas por imagen de hoy en día. La resonancia magnética (RM) está haciendo posible que cada día se conozca más del “rey del cuerpo”, el cerebro.
Este órgano vital está formado por millones de neuronas, las células del cerebro, que tienen dos componentes: el cuerpo y su expansión, que a la vez conecta con otra. Complicadas conexiones forman uno de los órganos más importantes del organismo. Es el jefe, el que manda y el que decide qué hacemos en cada momento. Levantar una mano, caminar, respirar o hablar son procesos que realizamos sin darnos cuenta de que para llegar a un simple gesto hay todo un complejo circuito que se pone en marcha en nuestro cerebro.
Se sabe que funciona a través de descargas eléctricas que transportan información para acabar en una acción final. Pero todavía hay numerosas incógnitas. “Hay muchas cosas que aún no sabemos sobre el funcionamiento del cerebro. Entendemos el proceso que se genera para levantar el brazo, pero no el pensamiento que nos lleva a él, dónde se produce y cómo. Las otras partes del cuerpo funcionan con un sistema físico mecánico más fácil de entender. En el cerebro están implicadas infinidad de funciones de lectura muy complicada”, explica Núria Bargalló, consultora de neuroradiología del centro de diagnóstico del hospital Clínic de Barcelona y coordinadora de investigación clínica de la plataforma de imagen del Instituto de Investigaciones Biomédicas Agustí Pi i Sunyer (IDIBAPS).
La RM permite, entre otras cosas, detectar los cambios de flujo cerebral. Cuando realizamos una función como mover un brazo el cerebro, muy previsor, sabiendo que necesitará más energía de la normal, envía más sangre cargada de oxígeno, para que cuando ésta regrese siga transportando suficiente O2. Estos cambios de intensidad en la circulación hacen posible que mediante la prueba de imagen se vea qué zonas del cerebro se estimulan para determinado gesto. Sin embargo, el cerebro es más complejo de lo que parece. “Cuando hablas, por ejemplo, no sólo activas esta función, también piensas, buscas la palabra, gesticulas… Hay otras zonas del cerebro que se ponen en marcha. Esto antes no se sabía, es gracias a la imagen”, añade esta especialista.
Las nuevas tecnologías han desvelado que algunas zonas del cerebro, como la visual o la motora, están permanentemente en stand by. Es decir, están siempre a punto para actuar en situación de necesidad. Es parecido a un generardor, que permite que siempre haya una bombilla de emergencia que permanezca encendida cuando se marcha la luz. Esto ayuda a estudiar a niños con trastornos obsesivos compulsivos, para conocer qué parte del cerebro se activa cuando ven aquello que les obsesiona. Estas técnicas de observación son actualmente muy útiles en planificación de cirugías. Antes, sin tener esta información, en determinadas cirugías complejas se podía cortar por error una zona que afectaba a alguna función principal.
“Ahora, aún con el paciente despierto, antes de la cirugía se realiza un mapping, es decir, delinear mediante una especie de puntos las zonas que no se pueden tocar. Las principales son la motora, el habla, la visual y la auditiva, las que afectan a los sentidos”, ilustra Bargalló. También se puede observar cómo actúa un medicamento en el cerebro. Además, la imagen ha permitido descubrir que la organización de las neuronas se produce durante los dos primeros años de vida.
mayo 26, 2011 Anicha Sendín
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