El rostro del Alzheimer sòlo indica la ausencia.
Es, en su sentido màs literal, una màscara.
John Bayley ‘Elegìa a Iris’
AGUSTINA tiene Alzheimer desde hace cinco años. Su hija Irene dice que estos son los mejores años que ha pasado junto a ella. Y es que antes tenìan sus diferencias. Las justas y necesarias en toda familia que se precie. Ahora les une la ternura y el abrazo. Y no pocas disquisiciones que no van a ninguna parte. Pero a Irene ya no le interesa ir con su madre a ningùn lado. Imagino que a Agustina tampoco. Salvo a ese sueño limpio de polvo y paja que anida en una mente en huelga y maravillosa. En ocasiones, Agustina evoca un pasado lejano y siente que ha pulverizado el presente. Porque es capaz de decir adiòs sin marcharse. A Irene eso le gusta. Pero tambièn la desgarra.
El antiguo eslabòn de la cotidianidad sin raspaduras ha saltado en pedazos convertido en un tsunami sin control por culpa de unos cromosomas subversivos. Agustina era maestra y cuando sale de paseo intenta recordar rìos, afluentes, cabos y cordilleras. Pero ya ni tan siquiera reconoce su geografìa personal. Y eso es absolutamente devastador y cruel para quienes comparten vida con ella. Su hija sabe que Agustina ha dicho adiòs a toda su familia, aunque ella sigue aquì, agarràndose a los hilos raìdos de lo que un dìa fue. Intentando frenar su propia deserciòn hacia delante.
Como muchos enfermos de esta terrible y destructiva enfermedad, Agustina se ha marchado en parte. Quienes conviven con ellos sufren una pèrdida ambigua, una pèrdida a medias. Porque estàn pero no estàn. Porque son pero no son. Porque habitan en esa zona gris de la ambigüedad de la que poco a poco van desapareciendo.
Su pasado està lleno de cheques en blanco pero su presente está descapitalizado.
Enfrentar esta situaciòn requiere de un esfuerzo sobrehumano para quienes acompañan en este proceso de desapariciòn. Afrontar este duelo, en esta tierra incògnita que llamamos Alzheimer, es complejo, duro y muy doloroso. Porque la ausencia psicològica es tan devastadora como la ausencia real. A veces, incluso màs; porque no se ubica en ningùn lugar. Aunque sabemos que clama y desconsuela. Y se confirma a diario enfrentándonos al vacìo del porvenir. Porque a diario nos anuncia la ausencia definitiva y nos anticipa el porvenir de la nada.
Agustina es una apàtrida del presente que no sabe que lo suyo, de momento, no tiene ni rescate ni redenciòn. Quizà vive al ritmo de este tiempo ausente, del cual han desertado los proyectos, las ideologìas, los referentes, la confianza, los asideros, los dioses y todos los remedios que un dìa tuvimos. Dijo Maragall, tambièn enfermo de Alzheimer, que èste te deja sin memoria, pero no sin sentimientos.
En lo màs profundo de su luminosa oscuridad, Agustina sabe que esta enfermedad no se cura sòlo con afecto y amor. Pero a ella se le hace màs llevadera.
Por Paco Roda para Noticias de Navarra.
Somos información
Ayúdanos a mejorar…Escribe aquí tu comentario!