Depresión. Un huracán en el cerebro
La Organización Mundial de la Salud (OMS) pronosticaba hace casi una década que en 2020 la depresión se convertiría en la segunda causa de incapacidad del mundo.
Un mal augurio que en España ya se ha cumplido, espoleado por la actual crisis económica.
Reconocer esta patología no siempre es fácil. En primer lugar porque las personas que lo padecen lo ocultan por miedo a que los demás piensen que son débiles. En segundo lugar, porque sus manifestaciones van más allá de los síntomas emocionales en un porcentaje elevado de los casos y se enmascaran detrás de dolor, problemas cardiopulmonares, gastrointestinales o ginecólogo-sexuales. Esta patología que padecen cerca de seis millones de personas en nuestro país fue el tema de debate del XI Foro de ABC Salud, patrocinado por Lilly, que contó con la presencia de destacados expertos. Los síntomas que definen este trastorno son un estado de ánimo deprimido (tristeza, vacío o llanto, que en niños y adolescentes se manifiesta como irritabilidad), disminución del interés por actividades placenteras; pérdida o ganancia importante de peso sin causa que lo justifique (más del 5% del peso corporal en un mes), insomnio o hipersomnio, agitación o enlentecimiento psicomotor, fatiga o pérdida de energía, sentimientos de inutilidad o culpa, dificultad para pensar, concentrarse y tomar decisiones y, en ocasiones, pensamientos recurrentes de muerte o suicidio.
Han de darse al menos cinco de estos síntomas, entre los que debe estar al menos uno de los dos primeros, y debe afectar a la persona al menos durante dos semanas. Pero la enumeración fría de las manifestaciones de este trastorno no da idea del sufrimiento que experimentan quienes padecen una depresión. Sólo quienes la han vivido pueden entenderla en toda su crudeza. Y algunas personas, como Rosalía de Castro, puede incluso plasmarla en uno de sus poemas, del libro «Follas novas», que tituló «Negra Sombra» y que Luz Casal incluyó en su repertorio: «En todo estás y tú eres todo, / para mí y en mi misma moras,/ ni me abandonarás nunca,/ sombra que siempre me asombras». Una sombra que lo oscurece todo y que se manifiesta en todas las facetas de la vida del 10 al 15% de las personas en algún momento de su vida. Más mujeres deprimidas Unas cifras de prevalencia concordantes con otros países de nuestro entorno. La depresión afecta suele aparecer entre los 18 y 45 años y en general la afecta a las mujeres en mayor proporción que los hombres. «Hasta 2-3 veces más frecuente en mujeres.
Es un hecho contrastado. No hay una respuesta definitiva que lo explique. Puede deberse a una mezcla de factores biológicos y culturales. En general, hay una especie de línea que separa por géneros la patología psiquiátrica. Los hombres son más propensos a las adicciones y el trastorno de personalidad antisocial, mientras las mujeres suelen ser más susceptibles a los trastornos afectivos (ansiedad, depresión), somatomorfos, o de la conducta alimentaria», aclara Luis Caballero, Jefe de sección del servicio de psiquiatría del Hospital Universitario Puerta de Hierro de Majadahonda. Además, las féminas habitualmente tienen una mayor carga de trabajo que precipita este trastorno del estado de ánimo, como apuntaba José Ángel Arbesu, Coordinador del Grupo de Trabajo de Salud Mental de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen): «En la mujer suele aparecer en la edad media de la vida, y suele tener hijos a su cargo y a veces padres u otros parientes con enfermedades crónicas. El 65-70% de los cuidadores tienen cuadros de ansiedad y depresión, como recoge
El libro blanco de la dependencia». Además, los estrógenos y sus variaciones condicionan también la aparición de la depresión. «Por eso es más frecuente en el embarazo, postparto o alrededor menopausia. El rol psicosocial de la mujer, también influye porque ha de compaginar vida laboral con el papel de cuidadora, lo que supone un estrés mantenido, que es el antecedente común de la depresión», como apuntaba la doctora Inmaculada Gilaberte, gerente de Investigación del Área Neurociencias y de Información Médica de Lilly. El término depresión mayor, con el que se la conoce en el argot médico, no hace referencia a la gravedad, puntualizaban los asistentes, ya que bajo este nombre se incluyen depresiones graves y leves. No es tampoco una patología asociada a la vida moderna, porque acompaña a nuestra especie desde tiempo inmemorial y aparece también en sociedades menos desarrolladas. Sin embargo, factores como la actual crisis económica pueden desencadenar su aparición.
«El estrés es un desencadenante. Siempre hay algún factor estresante que potencia la depresión, y en este caso la crisis está afectando a las personas vulnerables», resaltaba la doctora Gilaberte. Pero en estos tiempos de inestabilidad laboral «no sólo se deprime y tiene ansiedad quien no tiene trabajo, sobre todo si cuentan con antecedentes previos, sino también los que trabajan tienen ansiedad y síntomas afectivos por el miedo al despido y la sobrecarga laboral.
La depresión en este momento es la segunda causa de baja laboral en nuestro país», destacaba el doctor Arbesu, que ha formado parte del comité de técnico de redacción de la «Estrategia en Salud Mental del Sistema Nacional de Salud». En el punto de mira A pesar de ello, al ser una patología que no cuenta con ningún parámetro tangible para su diagnóstico, las bajas laborales pueden levantar sospechas: «El problema en las bajas por depresión es que parecen una puerta donde de la gente se acoge, porque no hay un dato objetivo que determine si el paciente la padece o no y el diagnóstico se presta al fraude. Hay escalas para determinarla, pero se basan en las respuestas del afectado. La principal herramienta para detectarla es la relación entre médico y paciente y el conocimiento que tienes de esa persona durante mucho tiempo para saber si te engaña o no. Y si el paciente te dice que la depresión interfiere en su actividad familiar y laboral hay que darle la baja. Puedes dudar pero nunca puedes saber con certeza si te miente», explica Vicente Gasull, miembro del Grupo de Trabajo de Salud Mental de Semergen.
Sin embargo, coincidían los expertos, son más los casos de depresiones sin diagnosticar que los posibles fraudes. «Solo el 30% de la patología depresiva está en manos del médico. Hay un 60-70% que pacientes que no reciben atención. El diagnóstico de depresión se hace con relativa fiabilidad en primaria. Hay síntomas muy llamativos, como alteraciones vegetativas, de los ritmos circadianos, del sueño o falta de energía. Pero también se presta al fraude si una persona se aprende estas manifestaciones y las cuenta al médico», expone Caballero. La presencia de dos representantes de Atención Primaria en este foro no es banal, ya que el paciente acude en primer lugar a su centro de salud. Un médico de atención primaria está capacitado para hacer el diagnóstico de esta patología. Pero para ello requiere al menos diez minutos con el paciente. Todo un lujo en nuestro sistema de salud, del que no siempre pueden disponer los facultativos, advierte el doctor Arbesu: «En ningún país europeo los médicos atienden a un paciente cada cinco minutos». Pero no siempre las personas deprimidas ponen sobre la mesa los síntomas psicológicos, sino que se queda de otros psicosomáticos o dolorosos. Y es el médico el que debe indagar para ir sacando los temas emocionales.
«Hay dos tipos de pacientes, los que manifiestan los síntomas psicológicos, que son los más fáciles de diagnosticar, y los que presentan fundamentalmente síntomas físicos: habitualmente dolores de cabeza o espalda, palpitaciones y cansancio, pérdida de peso o ansiedad. Ante esos síntomas físicos, si no se demuestra una causa orgánica que los justifique hay que pensar en una depresión. Y para eso disponer de tiempo es crucial», reclama Gasull.
Según las estadísticas, sólo se diagnostica uno de cada dos pacientes deprimidos. Algunos datos hablan de que pasan desapercibidos incluso en 70 por ciento en Atención Primaria. Y eso tiene un impacto económico, como advertía, Álvaro Hidalgo, profesor de Análisis económico de la Universidad de Castilla-La Mancha: «Cuanto más tardes en tratar la depresión el impacto será mayor, por la repercusión sobre la vida laboral del paciente, bajas y costes indirectos». Más que emociones No todo se reduce a emociones. La depresión no es una patología banal, aunque a veces utilicemos ese nombre para referirnos a una simple tristeza. En las últimas décadas los conocimientos sobre el cerebro se han incrementado. Y también se ha avanzado en lo referente a la neurobiología de la depresión, explica la doctora Gilaberte: «Cuando una persona sufre una depresión, es como si por su cerebro pasara un huracán. Se incrementa la muerte neuronal, sobre todo en el hipocampo, un área relacionada con la memoria, el aprendizaje y la regulación del estrés.
Y cuanto más se tarde en tratar más le costará a esta estructura cerebral recuperarse. Los pacientes que tardan más en volver a la normalidad son más vulnerables al estrés y las recaídas». El conocimiento sobre la neurobiología de la depresión ha permitido también a los psiquiatras tratar esta patología con mayor seguridad, apunta Caballero: «Sabiendo que hay fármacos que corrigen esas alteraciones que la depresión provoca en el cerebro, la cuestión de medicar o no a un paciente se convierte en un tema absolutamente ético. La depresión tiene un tratamiento farmacológico acreditado del que no se puede privar a los pacientes. Es una cuestión de responsabilidad». Ante el primer episodio de depresión hay que tratar al paciente al menos durante un año. Sin embargo, las estadísticas indican que en muchos casos la medicación se suspende antes de los tres meses.
El motivo, apuntan los expertos, que el paciente se siente mejor y deja el tratamiento. Las consecuencias las describe también poética pero crudamente la poetisa gallega: «Cuando pienso que te fuiste,/ negra sombra que me asombras,/ a los pies de mis cabezales,/ tornas haciéndome mofa». Recuperación total Y es que cuando el episodio depresivo no ha remitido completamente, las probabilidades de recaída aumentan. Por eso, enfatiza el doctor Caballero, «no hay que conformarse sólo con mejorar, el objetivo debe ser la remisión completa de los síntomas y una adaptación funcional del paciente semejante la que se tenía antes de la depresión». Y para lograrlo, de nuevo el tiempo en Atención Primaria es crucial: «Hay que preguntar al paciente qué vida hace, si hace ejercicio, si ha recuperado sus aficiones, para ver si hay síntomas residuales, que son un factor pronóstico muy importante. Y esto no se hace por falta de tiempo o porque no está tan estipulado como en el caso de la diabetes o la hipertensión.
Hasta diciembre de 2006 no existía nada escrito sobre qué hacer con la depresión, a diferencia de otras patologías», señala Arbesu. Y es que después de un primer episodio, los siguientes sólo requieren desencadenantes mínimos o incluso la depresión puede volver en ausencia de ellos, como explica el doctor Caballero: «Se pone marcha un mecanismo biológico de fracaso de la regulación afectiva o del mantenimiento del tono vital que se perpetúa como en cualquier otra patología». Para la doctora Gilabert, la combinación de medicación y psicoterapia es importante para no perpetuar esta patología. Pero el actual sistema de salud español, a diferencia de otros países de nuestro entorno, como Inglaterra, es bastante restrictivo con los psicólogos, lamenta Arbesu: «En algunas comunidades la derivación al psicólogo debe estar supervisada por el psiquiatra, aunque nosotros hemos pedido reiteradamente poder derivarlos desde Primaria a la vez que se trata con un antidepresivo».
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