Las emociones en el cuidador
Todo ser humano experimenta una serie de emociones: IRA, MIEDO, TRISTEZA, AMOR, ALEGRÍA, CULPA, etc.
Durante el proceso de cuidado ese mundo de emociones es especialmente intenso (habrá muchas emociones negativas pero también algunas positivas). En ese taller trataremos de mostrar la importancia de dejar salir/expresar/ canalizar esas emociones que nos surgen en el día a día, dado que si tratamos de controlarlas, ocultarlas, negarlas, reprimirlas, etc. terminarán saliendo de forma negativa, de forma patológica, serán ellas las que nos controlen a nosotros. Lo que vamos a intentar es saber manejar adecuadamente esas emociones, para que no nos hagan daño.
Enfrentarse a la enfermedad de un ser querido es uno de los acontecimientos con mayor impacto emocional que nos pueden ocurrir.
Pero esa caída nos puede servir para levantarnos más sabios y felices.
El cuidador desempeña un papel muy importante en el proceso de la enfermedad: dedicación, interés.
Atenciones y cuidados, con el fin de conseguir el bienestar del enfermo, mientras que en muchos casos su propio bienestar es aplazado, sin límite de tiempo. Eso hace que en el interior del cuidador se formen multitud de emociones que no salen a la luz, ráfagas de pensamientos que el cuidador no comparte con nadie, a veces ni siquiera consigo mismo, por miedo o por vergüenza: sentimientos de culpa, miedos en el día a día, comprensibles reacciones de rabia por la frustración de no poder hacer nada para parar la enfermedad, tristeza por duelos anticipados, por la pérdida de libertad, etc.
En muchas ocasiones el cuidador no comparte con nadie tales sentimientos, quizá porque los consideran una falta de paciencia o de amor, creen que no deberían sentir tales cosas, no se permiten esas emociones.
Es muy importante describir esos sentimientos, primero para que el cuidador sepa que son completamente normales, y segundo, para que aprenda a manejar esos sentimientos de forma que no lleguen a hacerle daño, y para no caer en el llamado síndrome del quemado, o de sobrecarga del cuidador
La culpabilidad
La culpabilidad es la consecuencia de haber cometido una falta. Si creemos que hemos hecho algo mal nos sentimos culpables, y cuando nos sentimos culpables pensamos que no somos merecedores de bienestar, que no merecemos ser felices. (Ejemplo: llevar a nuestro familiar a un C.D., reaccionar gritando cuando nos saca de quicio, etc). La culpa nos paraliza, nos llena de inseguridades, dudas, descalificaciones. Un cierto nivel de culpabilidad quizá sea inevitable, pero cuando el sentimiento de culpa es muy alto y nos provoca mucho malestar hay que trabajar en ello.Las causas que pueden provocar sentimientos de culpa en el cuidador son muchas.
Por un lado un alto nivel de autoexigencia del cuidador. Si pretende realizar a la perfección todas las labores que desarrolla la frustración está garantizada. Son tantas las actividades que desarrolla el cuidador que es imposible tener competencia o capacidad total en todas ellas.
Otro foco de culpabilidad se deriva de las decisiones que el cuidador debe tomar con respecto al enfermo. Como por ejemplo, llevarlo a un C.D., pedir ayuda externa, etc. Aquí debemos ser objetivos, pensar que si hemos tomado una decisión es porque consideramos que es lo mejor para todos.
Consejo: Lo más aconsejable es organizarse por prioridades (atender a lo más importante: las pautas de medicación, la higiene, la alimentación, etc.) y cuando veamos que no podamos abarcar más, antes de llegar a estar quemados, ¡pedir ayuda! (familiares, amigos, vecinos, SAD, TAD, C.D., etc).
Otro foco de culpabilidad es la heteroexigencia: cuando las exigencias no vienen solo de uno mismo sino del entorno (por parte del propio enfermo o de otras personas). Aunque resulte increíble hay ocasiones en las que familiares o personas cercanas que no se han involucrado en el cuidado del enfermo se permiten hacer críticas a la labor del cuidador. Esto quiebra la confianza del cuidador que además se sentirá lógicamente dolido.Consejo: “Si dicen mal de ti con fundamento, corrígete, de lo contrario, échate a reir”.
Por supuesto, debemos escuchar los consejos bienintencionados de personas que pueden aportar ideas por sus conocimientos o experiencias previas. Pero si los consejos son meras críticas sin fundamento debemos respetarnos e imponer respeto. Ej, si una vecina critica que contratemos a una aux.
A veces es el propio enfermo el que ejerce presión sobre el cuidador, que se siente injustamente tratado. En ocasiones el enfermo se vuelve déspota, autoritario o despectivo hacia el cuidador. A veces pese a nuestros cuidados el enfermo se opone a que lo bañemos, no le gusta nada de lo que hacemos, etc, en ocasiones la toma con uno de sus hijos y hace continuas comparaciones hirientes, nos acusa de ciertas cosas que no son ciertas, a veces incluso llega a ser agresivo…
Hay situaciones que se hacen difíciles de llevar, no porque el cuidador sea ineficaz, sino porque cualquiera en tales circunstancias llega a un punto de crispación. Es normal que en tales momentos surja el enfado, posteriormente nos sintamos culpables.
Otra fuente generadora de culpa es la que produce una enfermedad degenerativa, que va consumiendo a nuestro familiar ante nuestros ojos. En ocasiones el grado de deterioro y de sufrimiento es tal que llegamos a pensar que nos gustaría que todo acabase para que tanto nuestro familiar como nosotros pudiésemos descansar. Este tipo de sentimientos, que no son monstruosos sino humanos, pueden generar un gran sentimiento de culpa en el cuidador.
Consejo: Estos pensamientos son absolutamente naturales. Si los reprimimos o censuramos nos sentiremos aún peor. Debemos dejar que pasen como los nubarrones por el cielo. No hay que tratar de sujetarlos, ni luchar contra ellos, sino dejar que pasen como la tormenta, que luego dejara paso al cielo azul y al aire fresco. Hay que ser conscientes de que van a pasar y de que lo estáis haciendo lo mejor que podéis. Lo mejor es serenarse, y eso dará paso al bienestar.
El antídoto de la culpa, sea impuesta por los demás o por uno mismo, es la condescendencia, la indulgencia y la comprensión hacia nosotros mismos.
Una mayoría de respuestas afirmativas nos indica que debemos trabajar con la emoción de la ira.
Hay que canalizar la ira de forma que pueda tener una expresión liberadora, sin perjudicar a nada ni a nadie, sin olvidar que hay que poner límites a las exigencias exageradas del enfermo o de la familiaLos antídotos principales son el ejercicio físico y la relajación. Otros trucos que pueden ser útiles:’
- Apretar fuertemente una pelota antiestrés.
- Romper papeles (por ej. Revistas viejas).
- Cantar a voz en grito.
- Dar un paseo.
- Darse una ducha o un baño reparador.
- Apretar una mano contra la otra, aguantando unos instantes la respiración, luego soltar el aire y soltar las manos, y repetir hasta sentirse calmados.
- Posiblemente algunas de las cosas propuestas te hagan sentir ridículo. No importa, aprovecharemos para vencer la vergüenza y reirnos un poco de nosotros mismos. La risa despejará la rabia y disolverá el enfado.
Subido por Alberto Ramos Publicado al «Café del Alzheimer» DESCARGAR
2012 Mundo emocional del cuidador.ppt
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Laila dice
Este comentario está hecho para los cuidadores que cuentan con el apoyo de su círculo familiar. Cuál tendría que ser la actitud y el pensamiento de un cuidador que además de atender al enfermo, tiene obligaciones en la casa y de atención a su familia, cuando nadie de su entorno colabora en nada, por lo que el cuidador no tiene la posibilidad ni siquiera de salir por unos minutos de la casa por larguísimos períodos de tiempo?
Susana dice
gracias por compartir esto tan importante para los que estamos cuidando enfermos con demencia. Dios los bendiga!