Todos en algún momento necesitaríamos «pastillas de amor».
Tomamos demasiadas pastillas. Vivimos en un tiempo en el que nos han hecho creer que casi todo se puede resolver con pastillas.
Las personas mayores están muy solas, porque se ha perdido la costumbre de visitarlas, y sus hijos suelen estar demasiado ocupados, perdiéndose la vida ……
En cuanto los hijos les oyen quejarse de que se sienten solos, ya quieren llevarles al médico porque creen que tienen una depresión, que se arreglará con pastillas.
A mi me parece que es soledad y que se arregla con amor, un buen abrazo, una palabra de cariño hacen mejor papel que tanto Paracetamol que nos daña el hígado.
Si todos los que tienen familiares mayores, se turnaran para visitarles, seguro que no necesitaban tantas pastillas que están tapando una” tristeza de alma”.
El otro día hice un bizcocho y se lo llevé a una vecina porque me enteré de casualidad que la habían operado y estaba en reposo.
Se quedaron su marido y ella tan pasmados y estaban tan agradecidos que a mí me dio muchísima vergüenza.
Cuando yo era pequeña, mi madre visitaba a los vecinos cuando estaban enfermos, y siempre solía llevarles algo.
Además de ser una” Obra de Misericordia”, es una buena costumbre.
Me contaba una vez un médico amigo mío que mucha gente va a su consulta porque se siente muy sola, y allí encuentra un ratito de comprensión.
En las ciudades la gente se siente incómoda en el ascensor porque tiene que compartir espacio con otras personas.
Miran con recelo a los vecinos, cuando toda la vida en Madrid se ha dicho el refrán: ¿Quién es tu mejor hermano?. Tu vecino más cercano.
A mí me encanta la gente. Yo en cuanto llego a una consulta, a los 5 minutos estamos hablando todos en la sala de espera. Mis hijos y mi marido me regañan, pero yo no hago ni caso……
Hablar con la gente es muy entretenido, porque cada uno es diferente, y han vivido experiencias diferentes a las nuestras.
Los médicos son mucho mejores que nunca. Las medicinas muy eficaces, pero la gente está muy sola, y si todos los días charlaran con sus vecinos, no les sucedería eso.
Nos reímos poco, y contamos pocos chistes, cuando sabemos a ciencia cierta que unas buenas carcajadas alegran mucho la vida.
La gente tiene mucha prisa, y dedica poco tiempo a hablar de los sentimientos, porque les da vergüenza, y muchas enfermedades no son más que dolores enquistados.
La gente se enfada por tonterías, y es desconfiada.
Se acuestan cansados, toman pastillas, pero no duermen, y como ya no rezan, pues no saben que rezar es un mantra que te relaja y te baja la tensión, sumiéndote rápidamente en un sueño mucho más tranquilo y reparador que un somnífero.
Leemos muy poco, con lo que entretiene leer, en cambio, nos pegamos a la televisión como posesos.
Hablamos mucho más que escuchamos, y hay que escuchar a los demás porque a veces nos están pidiendo socorro.
Nos haremos el propósito de cada día hablar por lo menos con una persona a la que no solíamos apenas ni saludar.
Intentaremos comunicarnos y no tener tantos prejuicios con la gente que no conocemos, pero que viven a nuestro lado, porque a lo mejor necesitan que les escuchen.
Un texto de Paloma Sainz
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