El enfermo de Alzheimer afectado de bruxismo es un tipo de enfermo que no se puede beneficiar de cualquier tratamiento para el abordaje de esta patología dada la falta de comunicación, entendimiento, consciencia de sí mismo y responsabilidad para con las múltiples posibilidades terapéuticas que precisan del enfermo una respuesta autónoma y consciente.
No obstante, las que sí se plantean como posibles dada la no necesidad de una implicación en la terapia por parte del enfermo, pueden llegar a ser muy eficaces si se hacen con constancia (sobre todo, las no farmacológicas) y personalizando según las necesidades y circunstancias individuales de nuestro enfermo, las que creamos más adecuadas en cada momento, para ello debemos observar cualquier cambio en su estado de bienestar, si es positivo, para insistir en la técnica terapéutica que le beneficia o si fuera negativo, para evidentemente, probar con otra que pueda como mínimo aliviarle su malestar.
OTRAS COMPLICACIONES EN EL ALZHEIMER: EL BRUXISMO
¿QUÉ ES EL BRUXISMO?
EL bruxismo es un hábito de tipo nervioso que consiste en apretar o rechinar los dientes y que puede provocar desde contracturas en la musculatura facial hasta el desgaste de las piezas dentales. Normalmente es un hábito automático e inconsciente que se hace más complicado de controlar si éste se presenta durante el sueño (bruxismo nocturno), ya que evidentemente durante el sueño, el sujeto no puede ser consciente de la aparición del trastorno y por extensión, mucho menos puede controlarlo.
Con respecto a su sintomatología clínica, el bruxismo se puede presentar y clasificar de dos formas, a saber:
Bruxismo por presión: el sujeto aprieta los dientes como consecuencia de una contracción mandibular mantenida y constante que suele generar dolor muscular y cefaleas tensionales
Bruxismo por fricción: el sujeto fricciona los dientes dando lugar al rechinar de dientes, con contracción y relajación alternada de la musculatura. Suele producir erosión y desgaste de las piezas dentales
Con respecto al período del día en el que se manifiestan los síntomas también existe una clasificación clínica, hablamos pues, de:
Bruxismo diurno: por presión o fricción que aunque está basado en una alteración conductual de tipo automático que se procesa tan rápidamente que apenas se toma consciencia de ella, el sujeto, no obstante, el sujeto por el hecho de estar vigil tiene la capacidad potencial de controlarlo
Bruxismo nocturno: también por presión o fricción pero con el hándicap de que se presenta durante el sueño y esto si cabe, es un problema añadido ya que en esta etapa el sujeto pierde el control voluntario de cualquier acto automático y si cabe más, esta presentación del bruxismo altera el patrón de las fases del sueño que se traduce en una alteración de las ondas cerebrales donde el sujeto puede presentar un patrón electroencefalográfico de perfil parecido a la vigilia. Como consecuencia, el sujeto, se despierta con gran cansancio en la musculatura orofacial
En los enfermos de Alzheimer se da la circunstancia de que debido a las alteraciones de la percepción que manifiestan, y en este caso concreto, a la percepción nocioceptiva (experiencia física y psicológica del dolor) y a la disminución progresiva de la consciencia de sí mismo, el bruxismo se puede manifestar tanto en fase nocturna como diurna.
¿QUÉ CAUSA EL BRUXISMO?
Puede estar provocado por problemas odontológicos, que dificultan el movimiento de masticación deslizante, pero las causas del bruxismo van más allá de una simple disfunción física y local. El origen del bruxismo está como poco, relacionado con un elevado nivel de estrés emocional capaz de desencadenar emociones de intensidad elevada como altos niveles de ansiedad, ira, miedo, frustración, etc. que se ven intensificadas como un efecto de “pescadilla que se muerde la cola” ya que, las molestias que ocasiona el bruxismo, principalmente el dolor, son motivo de alteraciones emocionales y en el estado de ánimo del individuo, lo cual no hace más que intensificar el estrés emocional del que se parte y este a su vez, intensifica la sintomatología física.
¿PERO SON ÉSTAS LAS CAUSAS QUE PROVOCA EL BRUXISMO EN LOS ENFERMOS DE ALZHEIMER?
La respuesta emocional, en realidad no está mermada en el enfermo de Alzheimer, tanto como su capacidad para canalizarla, es decir, si en circunstancias normales, un sujeto (no afectado por esta enfermedad) tiene, al menos, la capacidad de verbalizar, comprender y darle coherencia y resolución a un determinado sufrimiento psíquico, por el mero hecho de que es un ser consciente de su realidad, en el enfermo de Alzheimer, estas capacidades están muy mermadas o son nulas. En cualquier caso, eso no significa que su campo emocional no tenga unas necesidades parecidas de expresar emociones aunque en este caso, de una manera inconsciente dada la incapacidad de hacerlo utilizando sus capacidades cognitivas. El paciente de Alzheimer puede expresar todas estas emociones espontáneas e incontroladas de rabia, sufrimiento, miedo y ansiedad con respuestas espontáneas y que se hacen constatables para los que conviven con ellos..como un grito, sollozos o llantos, expresiones o quejas espontáneas de dolor o somatizaciones de ese dolor psíquico que hacen huella en el organismo y es aquí donde podría encontrarla causa, el bruxismo, en este tipo de pacientes.
¿QUÉ DEBEMOS HACER SI SE SOSPECHA QUE NUESTRO ENFERMO PADECE BRUXISMO?
Efectivamente las posibilidades terapéuticas para el control del bruxismo en un enfermo de Alzheimer, disminuyen y bastante, ya que muchas de ellas están basadas en un trabajo terapéutico consciente por parte del sujeto afectado de bruxismo y ya sabemos que en el caso de estos enfermos, en este punto y como se dice “tocamos hueso”, por lo que no nos valen todas las posibilidades terapéuticas y por otro lado, es importante valorar, en cada caso, el adaptarlas a las circunstancias personales de cada enfermo.
No obstante valoramos a continuación las más factibles…
POSIBILIDADES TERAPÉUTICAS DEL BRUXISMO EN ENFERMOS DE ALZHEIMER
El abordaje terapéutico, no obstante, da varias alternativas que a priori, se pueden clasificar en farmacológicas y no farmacológicas. Vamos a valorarlas y a desglosarlas.
Tratamientos Farmacológicos
Quizás en estos casos, y aunque no sea, en principio, el menos deseado, si es el más abordable por su economía en: tiempo de eficacia (eficacia a corto plazo) y por la escasa manipulación física, que en muchos casos, podría conllevar un trasiego importante en la respuesta positiva del enfermo ante el tratamiento.
Se consideran efectivos dada su eficacia sintomática las siguientes familias de fármacos:
1– Fármacos antiinflamatorios y analgésicos: para el control no sólo del dolor físico, sino también de la respuesta inflamatoria que causa el dolor y que a su vez es producida por el exceso de tensión muscular, sobre todo en los casos de bruxismo por presión.
2– Fármacos miorrelajantes: Muchos de ellos derivados de las Benzodiacepinas pero con un efecto no sólo a nivel de Sistema Nervioso Central que corregiría la respuesta de dolor dada por los centros cerebrales que se encargan de su control, sino también a nivel de Sistema Nervioso Periférico encargado de la inervación local a través de fibras nerviosas con el aparato músculo esquelético y/ u órganos internos.
3– Fármacos ansiolíticos e hipnóticos: Cuyo efecto deseable está relacionado con la relajación de la respuesta de tensión y alarma que de manera constante puede permanecer en el Sistema Nervioso central fruto del excesivo estrés emocional, anteriormente explicado
Tratamientos no Farmacológicos
Son en principio los más inocuos, porque eliminamos de la finalidad terapéutica el inconveniente de los efectos secundarios que si encontramos en la terapia farmacológica. Pero estos tratamientos presentan el problema que siendo los más deseables no son los más abordables en un enfermos de Alzheimer, muchas veces, porque jugamos con la incapacidad total o casi total de la colaboración del enfermo para probar su eficacia terapéutica. No obstante, contemplamos varios, siendo consecuentes con estas dificultades que se pueden plantear para su abordaje:
1– Férula de descarga: La función de la férula es doble, por un lado, protege de la presión ya que ambas mandíbulas descansan sobre ella con lo cual es imposible la presión y como consecuencia se genera un descanso en la musculatura orofacial, y por otro lado, protege a los dientes de la fricción que puede lesionarlos y/o desgastarlos
2– Tratamientos físicos: se valoran los siguientes:
Calor húmedo: Colocando una toalla caliente en el área afectada durante unos 15 minutos, se consigue aumentar la irrigación sanguínea de la zona y eliminar los catabolitos (sustancias de defensa que genera el cuerpo ante procesos destructivos) que pudieran estar generando la sensación de dolor
Ultrasonidos: Provocan igualmente un aumento de la temperatura pero en tejidos más profundos que implica no solo una mayor irrigación sanguínea sino también la separación de las fibras de colágeno, mejorando así la flexibilidad y extensibilidad de los tejidos dañados
3– Tratamientos manuales: existen varios pero aquí hacemos referencia dada las características de este tipo de enfermos, exclusivamente al:
Masaje endobucal: es un masaje superficial y profundo que consigue estimular los nervios sensitivos cutáneos de la zona con lo que se llega a conseguir una disminución de la percepción de dolor, eliminar los “puntos gatillo” (focos de la contractura) y favorecer el flujo sanguíneo de la zona
CONCLUSIONES
EL enfermo de Alzheimer afectado de bruxismo es un tipo de enfermo que no se puede beneficiar de cualquier tratamiento para el abordaje de esta patología dada la falta de comunicación, entendimiento, consciencia de sí mismo y responsabilidad para con las múltiples posibilidades terapéuticas que precisan del enfermo una respuesta autónoma y consciente.
No obstante, las que sí se plantean como posibles dada la no necesidad de una implicación en la terapia por parte del enfermo, pueden llegar a ser muy eficaces si se hacen con constancia (sobre todo, las no farmacológicas) y personalizando según las necesidades y circunstancias individuales de nuestro enfermo, las que creamos más adecuadas en cada momento, para ello debemos observar cualquier cambio en su estado de bienestar, si es positivo, para insistir en la técnica terapéutica que le beneficia o si fuera negativo, para evidentemente, probar con otra que pueda como mínimo aliviarle su malestar.
María Jesús García Valero
Neuropsicóloga Clínica
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