Ahora tocan otras aventuras, otras experiencias. Hacemos una pausa. A la vuelta volveremos a la normalidad, las obligaciones, en estos días nos llenamos de ilusión.
Un año más están aquí las vacaciones. Un año más, tras meses de intensa actividad, llegan esos días para desconectar de todo, descansar y prepararnos para un otoño que vendrá lleno de proyectos y tareas.
Organizando nuestras vacaciones familiares hace unos días, estuve recordando otros veranos. Los veranos de nuestra niñez, repartidos entre Cantabria y Asturias,- vuelta a los orígenes de las dos abuelas-, aquellos veranos que parecían interminables, llenos de luz, de risas, de juegos… y de padre.
Mamá estaba siempre, ella era el punto de referencia para todo y cada día. Lo mismo me ayudaba con una muestra de zurcido para la clase de Labores, la clase de Horrores como la llamaba yo-, que con las raíces cuadradas. Ella siempre tenía la sabiduría, la experiencia y las ganas de acompañarnos en la ardua tarea de crecer.
Con ella descubrí mi amor por la Naturaleza, la necesidad del campo y las montañas, la belleza de las pequeñas cosas, el valor de la amistad, la alegría que le da calidad a la Vida, tantas y tantas cosas que necesitaría mucho más que este espacio para recogerlas todas.
Pero era en verano, en vacaciones, cuando recuperábamos a Papá. Siempre tan ocupado que, la mayoría de los días, eran muy pocas horas las que estábamos con él durante el curso; cuando por fin llegaba agosto ¡teníamos tanto por hacer juntos!.
Recuerdo la emoción de preparar las maletas,- aunque en ellas tuvieran que ir los deberes para el verano-, los viajes interminables en aquellas carreteras bordeadas de olmos; pasar el Puerto de los Leones dejando atrás Madrid y luego el Puerto de Pajares, cuando ya empezaba a oler a Asturias,- aquellos verdes que se me impregnaron en la retina y en el alma y sin los que no puedo vivir-, y llegar a Tazones o a Noja.
Con un mes por delante para todas las aventuras que pudiéramos concebir, para los paseos por la playa y por los bosques, para aprender a hacer submarinismo de la mano de mi padre, o leer por la tarde en la siesta obligatoria,- ¡Si no quieres dormir por lo menos te tumbas un rato y descansas!-, con las mareas del Cantábrico que dejaban al descubierto tesoros impagables, con aquellos tazones de desayuno y las tortas caseras, con las fiestas populares,- el Bollu y su romería a la que íbamos adornadas con flores-,…¡cuantos momentos llenos de magia!.
Recuerdo el verano en que Papá pescó una tintorera, la versión cantábrica del tiburón. ¡Como nos impresionó a los críos su tamaño y aquellos dientes tremendos! ¡Cuantos días fue el tema de nuestras conversaciones y juegos!
Y las ocasionales galernas, cuando parecía que el mundo se acababa entre agua y viento, y vivía la tormenta a través de los cristales protegida entre los brazos de mi padre…después, con la calma, venía la sorpresa de ver el rastro destructor que el temporal había dejado.
Hace años que aquellas vacaciones se acabaron, luego hubo otras muchas: diferentes, emocionantes, exóticas o lejanas. Pero algunos de los mejores veranos de mi vida fueron los pasados en el Norte.
Ahora tocan otras aventuras, otras experiencias. Agosto está en ciernes y vamos a hacer una pausa. Con Septiembre volveremos a la normalidad, las obligaciones, la ciudad…pero ahora nos esperan unas semanas llenas de ilusión, esperadas durante un año.
¡Que sea donde sea disfrutes de estos días estivales! ¡Qué tu memoria se llene de momentos únicos y de recuerdos preciosos!
Ana Romaz
Neuronas Off-Line
http://www.hechosdehoy.com/alzheimer-que-tu-memoria-se-llene-de-momentos-unicos-y-de-36369.htm
[…] fin he entendido a vivir la vida en este preciso instante y a hacerlo como si fuera el […]