Nueve falsos mitos sobre el cerebro Mito #7
PILAR QUIJADA / MADRID
Día 22/09/2014
Se basan en verdades a medias, pero están desmentidos. A pesar de ello, siguen gozando de un gran atractivo popular
A casi todos nos gusta especular o incluso hacer chistes sobre las diferencias entre el cerebro de hombres y mujeres. De hecho hay muchos libros de gran éxito sobre estas diferencias. “Los hombres son de Marte, las mujeres de Venus”, o “Por qué los hombres no escuchan y las mujeres no saben leer mapas” son dos populares ejemplos. ¿Pero qué hay de realidad y qué de ficción?
Las pruebas de neuroimagen aportan pruebas al respecto. El hecho de que utilicen costosos y complejos aparatos que toman “fotografías” del cerebro puede hacer que sus resultados parezcan más reales, fiables e impactantes que los clásicos estudios de comportamiento. Como resultado, la evidencia sustancial de similitud entre géneros, o la sensibilidad de las diferencias de género al contexto, puede quedar eclipsadas por un solo hallazgo.
«Se requiere una buena dosis de escepticismo cuando se trata de estudios sobre las diferencias en el cerebro de hombres y mujeres y lo que éstas significan», advierte Cordelia Fine, de la Universidad de Macquarie en Australia, que comenzó a interesarse por el tema mientras leía un libro que aconsejaba, basándose en las diferencias en el cerebro de chicos y chicas, métodos de enseñanza diferentes. Como académica, sintió curiosidad por las evidencias científicas que justificaban tales afirmaciones y fue a los estudios originales.
Y lo que encontró fue que “había enormes discrepancias entre lo que los estudios de neuroimagen mostraban y las conclusiones y afirmaciones que se extraían de ellos», advierte Fine. Para empezar, la menudo se llevan a cabo con un pequeño número de hombres y mujeres, y las diferencias observadas podrían haber sido debidas al azar. Sin embargo, se encuentran diferencias “estadísticamente significativas” entre los dos grupos, incluso si no hay ninguna diferencia real entre hombres y mujeres en general.
Un estudio con una veintena de participantes que encuentra una pequeña región con aparentes diferencias entre hombres y mujeres no es la última palabra sobre el tema, enfatiza. Pero estas diferencias, a menudo cuestionables y sutiles, se apoderaron rápidamente de los escritores populares, señala, y encuentran fácilmente un hueco en los medios de comunicación.
Otro problema consiste en cómo interpretar esas diferencias. Los neurocientíficos están apenas empezando a entender cómo la actividad neuronal provoca fenómenos psicológicos complejos. La tentación, a la que los escritores populares son particularmente vulnerables, es el uso de los estereotipos de género para salvar esa brecha en el conocimiento científico, explica Fine, que esta empeñada en que las afirmaciones sobre las diferencias en los cerebros masculinos y femeninos no refuercen los anticuados estereotipos de género.
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