Nueve falsos mitos sobre el cerebro Mito #3
PILAR QUIJADA / MADRID
Día 22/09/2014
Se basan en verdades a medias, pero están desmentidos. A pesar de ello, siguen gozando de un gran atractivo popular
Nuestro cerebro ha ido creciendo a lo largo de la evolución, triplicando su volumen desde el Plioceno. De los 550 cm cúbicos de los australopitecus hemos pasado a los 1.345 que como media tenemos en la actualidad. No han faltado especulaciones a cerca de si el tamaño importa en nuestra especie cuando se trata de inteligencia. ¿A cerebros más grandes, mayor inteligencia?
Javier de Felipe, investigador el Instituto Cajal-Csic y la Universidad Polítécnica de Madrid, que lidera el proyecto Cerebro Humano en España, se ha interesado por esta cuestión. En un artículo publicado en Frontiers of Neuroanatomy, explica que en el siglo XIX y principios del XX se hicieron estudios para averiguar si las personas con capacidades intelectuales excepcionales tenían cerebros diferentes en tamaño o forma.
En particular, un neurocientífico sueco, Gustav Magnus Retzius (1842-1919) propuso a sus colegas que donaran sus cerebros para la investigación. La sociedad Antropométrica Americana también llevó a cabo una iniciativa parecida, con más exito, reuniendo los cerebros de personalidades de todos los ámbitos: ciencia, artes, política, músicos y literatos.
Con los cerebros recogidos en iniciativas de este tipo se puede hacer un top-ten. En el número aparece Lord Byron, cuyo cerebro pesaba 2 kilos y trescientos gramos. Muy por encima de los 1,345 gramos de media. Esto podría llevar a pensar que el tamaño sí importa, si no fuera porque en el otro extremo de la lista se encontraban personas como Anatole France (1844-1924), Nobel de literatura en 1921, cuyo cerebro pesaba poco más de un kilo. Igual le ocurría al cerebro de Francis Gall, fundador de la frenología, una disciplina que sostenía que podía determinarse el carácter y los rasgos de la personalidad por la forma del cráneo.
Aunque el récord de cerebro pequeño lo tiene Daniel Lyons, que murió con 41 años en 1907. No sobresalía por nada en concreto y su inteligencia estaba dentro de lo normal. Pero su cerebro pesaba solo 680 gramos. Casi la mitad de la media.
Según explica De Felipe, las diferencias en inteligencia entre las personas no están determinadas por el tamaño de su cerebro sino posiblemente por el patrón de conexiones entre sus neuronas. Y este patrón dependería en parte de la genética, pero también, y muy importante, de las experiencias de cada uno.
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