Nueve falsos mitos sobre el cerebro Mito #5
PILAR QUIJADA / MADRID
Día 22/09/2014
Se basan en verdades a medias, pero están desmentidos. A pesar de ello, siguen gozando de un gran atractivo popular
El efecto Mozart tiene su origen un polémico artículo publicado en «Nature» en 1993, sobre la influencia de la música de este compositor en la ejecución de tareas espaciales . La psicóloga Frances Rauscher y su equipo, de la Universidad de California en Irvine, afirmaban que las personas desempeñan mejor pruebas espaciales, como el reconocimiento de patrones, o doblar un papel después de escuchar a la «Sonata para dos pianos en Re Mayor» de Mozart (KV448) durante 10 minutos.
Con el aval de prestigiosa revista, lo que después se denominó «efecto Mozart» creció como una bola de nieve y se convirtió en un importante filón para algunas academias de música. Pero en Ciencia, para dar algo por bueno, incluso cuando se publica en revistas de reconocido prestigio, ha de reproducirse por otros grupos de investigación independientes.
Y lo cierto es que la supuesta superioridad obtenida en el test espacial por quienes habían escuchado a Mozart era muy discreta, referida únicamente a tareas espaciales, temporal (unos pocos minutos) y no permitía concluir que potenciara la inteligencia.
A diferencia de la escucha pasiva de música, la educación musical formal sí parece tener efectos positivos más permanentes, según algunos estudios. Incluso uno o dos años de formación musical produce una mejora de de la memoria, la atención y el control ejecutivo. El motivo: las habilidades motoras y auditivas necesarias para tocar un instrumento, en especial en grupo, ponen en juego la atención, la memoria y la capacidad de inhibir otras acciones. El mero hecho de escuchar música pasivamente (el «efecto Mozart») no produce los mismos cambios en la atención y la memoria.
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