Cuando el que cuida necesita que le cuiden
Pilar Herrero ha cuidado a su marido, Luis Martínez, toda la vida. Durante más de 45 años, ha limpiado, ha cocinado y ha hecho todo tipo de recados para él y para sus cuatro hijos. Hasta que una enfermedad llamada alzhéimer se adueñó de ella. Y ya no pudo hacerlo más. Sin otro remedio, llegó el momento de intercambiar los papeles.
«Al principio estaba más o menos bien, pero luego empezó a ponerse agresiva en algunos momentos y luego se volvió completamente dependiente», dice Martínez, que ha participado en el programa ‘Cuidar al Cuidador‘ que puso en marcha el Ayuntamiento de Madrid en 2004 a través del Área de Familia, Servicios Sociales y Participación Ciudadana, con el fin de prestar apoyo a aquellos familiares desbordados con el cuidado de sus mayores. Cuando Pilar enfermó y Luis empezó a cuidarla, se sentía estresado, deprimido, fatigado y con ansiedad, a lo que se sumaba un intenso sentimiento de culpa por pensar que no lo estaba haciendo lo suficientemente bien. Ni siquiera era capaz de dormir del tirón por las noches.»Quería dejar de fumar y empecé a fumar más», admite.
Él, que según reconoce nunca había hecho nada en la casa, ahora tenía que ponerse al frente de todo. La jefa del departamento de Programación, Evaluación y Desarrollo de la Dirección General de Mayores del Ayuntamiento, Pilar Serrano, asegura que en el tema del cuidado a personas mayores «no hay igualdad en absoluto». «El cuidador habitual son esposas e hijas. También hay un grupo de esposos nada desdeñable y, por último y muy minoritariamente, hijos». «Además, la sobrecarga es, con diferencia, mucho más alta en las mujeres». Serrano considera que esta desigualdad es consecuencia de que la sociedad tenga asumido que «el cuidador natural tiene nombre de señora».
El programa municipal de atención a cuidadores sobrecargados tiene lugar en diferentes sesiones semanales grupales que se imparten en centros sociales de los veintiún distritos de Madrid de octubre a junio. Tienen un carácter psico-terapéutico al principio y educativo al final. Según explica la psicóloga Natalia Ronda, «se incide mucho en los derechos del cuidador». Y es que es habitual que los cuidadores tengan acusado sentimiento de culpabilidad porque piensan que no lo están haciendo bien. «Las terapias sirven como desahogo o vía de escape», añade la psicóloga. El programa está gestionado por la empresa privada Delfo.
Luis acudió a este servicio y le fue de gran ayuda. Aprendió técnicas y comprobó que había más personas en su misma situación, lo que le resultó reconfortante. La situación, sin embargo, ha cambiado completamente. Hace dos semanas que Pilar obtuvo plaza en una residencia en Cobeña, a 42 kilómetros de su domicilio en Carabanchel, donde su marido va a verla un día sí y un día no. Ahora, entre Luis y sus cuatro hijos pagan los más de 520 euros que cuesta al mes que la cuiden allí. Ya no reconoce a nadie. La apatía y el desánimo son constantes. Luis tampoco está feliz, aunque «sabe» que Pilar está «bien atendida»: «Hecho en falta algo, me había acostumbrado a hacerle las cosas».
El sistema que los técnicos del Ayuntamiento utilizan para medir si un cuidador está sobrecargado o no se llama Escala de Zarit. Consiste en un test en el que mediante preguntas tipo «¿Siente que ha perdido el control sobre su vida desde que la enfermedad de su familiar se manifestó?», «¿Cree que podría cuidar de su familiar mejor de lo que lo hace?» o «¿Se siente avergonzado por la conducta de su familiar?» se mide el impacto que el cuidado de una persona está incidiendo en el cuidador. También se mide la calidad de vida o el estado de salud del cuidador porque, tal y como explica Serrano, «hay repercusiones claras en la salud: el sistema inmune se altera y hay una respuesta muy negativa».
Para más información sobre el programa del Ayuntamiento de Madrid ‘Cuidar al Cuidador‘ consulta esta web.
Fuente | madridiario.es
Autor de las imágenes: Juan Luis Jaén
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