Mi madre, inmersa en el mundo del Alzheimer,
no tiene tiempo para la mundana humanidad abocada en asuntos urgentes mas no importantes:
le vale cinco la actitud arrogante de Trump frente al cambio climático,
así como tampoco la trasnocha el conato de guerra Irán-USA;
a mi madre, imbuida en el olvido,
no la despeinan las pruebas pilotos de fracking en Colombia,
la crisis económica en Argentina,
o los flujos migratorios de venezolanos;
las neuronas de mi madre no desperdician una sola sinapsis
para preocuparse por el incendiario Bolsonaro que quiere convertir en potrero a la amazonia,
o por la campaña electoral colombiana plagada de improperios,
mentiras y pequeñez política;
mi madre, anegada por la desmemoria,
ignora que la guerra comercial ha puesto en jaque a la economía global,
que con el dinero para restaurar Notre Dame se hubiese paliado el hambre de millones de niños en el África…
no sabe tampoco que los policías golpearon a estudiantes de la Universidad Distrital de Bogotá,
que exigen cambiar a su corrupto rector.
Mi madre no tiene cabeza para cosas mundanas,
propias de espíritus empobrecidos,
su atención se centra en temas trascendentales como:
llorar cuando haya lugar a ello,
abrigarse con el sol,
refrescarse con el viento,
otear en silencio el atardecer.
Mi madre tiene Alzheimer y,
por lo visto,
la mayor parte de la humanidad padece de estupidez.
Ahora, dime vos,
¿quién es el enfermo?
©️ Ana Elvira Ariza
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