Te echo de menos
Te echo de menos porque fuiste la mejor madre que pude tener, que me comprendió, que me quiso tal y como soy, sin represalias, ni reproches. Me guiabas por el buen camino, pero siempre con el amor incondicional de una madre.
Y tal día como hoy, hace un año, te fuiste. Me dejaste sola, desamparada. Y creí que no estaba preparada para seguir viviendo sin ti. Y aunque a veces pienso que podías haberte quedado un poquito más, sólo hubiera sido por mi egoísmo. Seguramente tú no hubieses querido verte sin memoria, perdida en un mundo de oscuridad y confusión. Y ni mucho menos, hubieras querido que yo siguiera sufriendo por ti, y llegado el momento, te dejé partir. Con todo el dolor del mundo te dije que ya era hora de irte, que ya era el momento. Y volaste, cerraste los ojos y toda tu pesadilla acabó. Y me quedé perdida, vacía de amor y llena de dolor.
Fuiste mi reina, mi pasión, mi vida, mi todo. Y sé que sigues aquí, acompañándome de alguna forma en mi nuevo camino, guiando como siempre mis pasos. Aún hay noches en las que te puedo percibir a mi lado, riéndote del mundo o llorando conmigo por una nimiedad.
A veces, sintiéndome libre del Alzheimer, te agradezco las lecciones que contigo aprendí, porque me siento ahora más fuerte, y que puedo acompañar a otros cuidadores en su ardua lucha contra el Ladrón de recuerdos. Y aunque parezca que nadie nos entiende, porque es un duro viaje cargado de maletas llenas de recuerdos.
Desde que te fuiste, no sólo tu silla quedó vacía, a mi corazón le falta un trozo que nadie conseguirá tapar. La experiencia con esta terrible enfermedad que nos ha tocado lidiar no es nada fácil, y muchas veces me fallaron las fuerzas, pero tú conseguías devolvérmelas. Y dejaste en mí muchos recuerdos grabados a fuego: algunos fueron buenos, malos, tristes, agrios, pero prefiero recordar sobre todo los dulces y los divertidos.
Te amaré hasta el final de mi vida. Porque si hay alguien que haya entendido del amor, esa, esa eres tú.
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