Carmen y el Alzheimer

A Carmen Rincón, de 91 años, le diagnosticaron Alzheimer hace 13. Sus peripecias son las de su hija, Trini Asiáin, su yerno, Joaquín Aranguren, y desde hace 5 años, las de un matrimonio de voluntarios, Lucio Zorrilla y Mercedes Berasategui. Con ella, Diario de Navarra inicia una serie con protagonistas, situaciones y fases de esta enfermedad, tan desconocida todavía. Quienes la conocen la comparan con el mar. «Ningún día se parece al anterior», aseguran.

www.diariodenavarra.es / Rebeca y Gisela recurren a veces a la «bisa» cuando hacen los deberes de matemáticas. Tienen 7 y 9 años, y una bisabuela con una poderosa calculadora mental en el cerebro. A pesar de la edad, 91 años, y del Alzheimer, Carmen Rincón Vito sigue respondiendo rauda a sus biznietas cuando le preguntan por ocho más ocho. «Dieciséis».

Alrededor de Carmen se reúnen, desde la izquierda, su hija: Trini Asiáin Rincón; el matrimonio de voluntarios, Lucio Zorrilla Bengoechea, Merche Berasategui Arrizabalaga y, el marido de Trini, Joaquín Aranguren Lezáun. IVÁN BENÍTEZ

Debilitada por la enfermedad, pero todavía, muchas tardes, con fuerzas para rememorar con lucidez esas cuentas que realizaba durante su juventud, detrás del mostrador de la tienda de ultramarinos de la familia, en el Paseo de Sarasate.

Su hija, Trini Asiáin Rincón, de 65 años, revela con ternura esta anécdota sobre su madre, con Alzhéimer desde los 78. Ella le mira desde un sillón donde la peluquera arregla su pelo. Esa mañana le ha quedado estupendo. «Es una enfermedad devastadora. Cuando tras varios pequeños olvidos, con lo ordenada que siempre había sido, la llevamos a la neuróloga y nos dijeron lo que tenía, no sabíamos nada sobre ella. Ahora la hemos aceptado y la llevamos como podemos. Con fe«, asegura.

Al principio, Carmen continuó viviendo en su casa, pero el avance de la enfermedad determinó a su hija a llevársela a su propio domicilio. Lleva diez años con ella en su piso, compartiendo los cuidados con otra hermana, también, pero sobre todo con su marido, Joaquín Aranguren Lezáun, de 71, en Barañáin. «Aquí estamos los dos para lo que haga falta», expresa él, mostrándole su apoyo con una mano en el brazo.

Desde la experiencia que les otorga ese intenso periodo de convivencia, este matrimonio tiene claro que es vital «aceptar que te va a cambiar la vida para siempre». Trini Asiáin no oculta los malos momentos, las lágrimas que no vienen a cuento o simplemente las que nadie explica, las preguntas sin respuesta… «Soy humana y tengo días en los que me trepo por las paredes», pero sigue disfrutando del carácter genuino de su madre.

«Ha sido siempre muy señora, presumida y con un puntillo de orgullo«, y relata entre risas, a modo de ejemplo, cuando un día se la encontró encarada con un espejo de pared. «Pasó hace un tiempo. Llegamos Joaquín y yo a casa y estaba plantada, de pie, frente a un espejo que quedaba al final del pasillo. Muy seria, le estaba hablando a su reflejo, diciéndole: «Usted verá, o pasa usted o paso yo, pero llevo un rato tratando de que me ceda el paso, o de que sea usted la que pase, y no hay manera». Después de aquello le dije a mi marido que había que quitar ese espejo, no fuera que un día se fuera a poner violenta y se acabara haciendo daño».

Tanto Trini como Joaquín, como todo su entorno familiar, tratan a Carmen con mucho cariño. «A las 8.30 entro en su habitación y le doy el desayuno: dos pasiegos con mermelada y café con leche. El aseo con Chely y un pequeño paseo por casa, la sentamos, algo de comer, siesta entre 14 y 17 horas, más o menos, merienda en la cama, zumico, pastas o galletas y un actimel, la levantamos otra vez, cena, y a la cama». Aunque, reconoce, ningún día se parece al anterior. «El Alzheimer es como el mar. No se parece a lo que has visto antes. Es muy larga y muy cambiante, pero gracias a Dios, aún me siento con fuerzas».

Somos información