En principio este magnífico texto de Isabel Molina no tiene nada que ver con la temática de este blog, aunque indirectamente si. Espero lo entiendas y si te gusta, deja un comentario.
Un estudio afirma que «el café disminuye en un 15% el riesgo de padecer depresión en mujeres»….
Casi cada día podemos leer este tipo de noticias científicas: el queso aumenta el riesgo de padecer cáncer, bailar salsa lo disminuye…y así un sinfín de actos cotidianos que aparentemente están relacionados con nuestra salud.
Algunos hábitos ya se sabe, con la ciencia en la mano, que son malos, como fumar o tostarse bajo el sol. Pero claro, estos otros estudios no explican el cómo. Ni un atisbo de la relación directa entre cafeína y depresión, ni un ensayo bioquímico, ni una propuesta de ruta molecular….. Sólo son estudios de comportamiento. Es decir, que si yo tengo cáncer pero es que además me chiflan los plátanos….. ¿podemos concluir sin más que los plátanos han podido ser definitivos para el desarrollo de mi enfermedad?.
La cosa es la siguiente: unos investigadores de la universidad de Harvard deciden hacer un seguimiento durante 10 años a mujeres que toman café. Durante ese tiempo han de rellenar unos cuestionarios en los que se les pide que anoten el consumo de cafeína del último año (el margen de error aquí debe de ser tremendo) y que describan cómo se sienten. Y han de hacerlo ellas mismas, un autodiagnóstico en toda regla.
Digo yo que en 10 años pueden ocurrirte muchas cosas que se asocien con la sensación (o el hecho) de estar deprimido, como una ruptura sentimental, una situación laboral crítica o factores genéticos que predisponen a la depresión. Pero claro, si el factor determinante en el que se fijan los investigadores es el café, el que previamente habían considerado como implicado en la depresión, la cosa se vuelve de lo más simplista. Y entonces pones en una columna a las mujeres que sufren o han sufrido depresión (autodiganosticada, recordémoslo) y voilá, resulta que hay un 15% más de mujeres que no tomaban café en esa columna. Aunque también muchas que sí tomaban, por supuesto. Pero en eso no hacen hincapié.
Y con eso ya tienes una nueva publicación científica. En ella añades que es un estudio preliminar y que habrá que hacer sucesivas investigaciones y….. a engordar curriculum.
El problema es que el funcionamiento de la ciencia requiere publicar para hacer una carrera científica. Hay mucha competencia y el ansia por publicar hace que de una mera observación sin explicación científica, se obtenga no sólo la publicación en una revista especializada, sino un titular en la prensa. Un titular que no perdurará en las cabezas de los lectores porque mañana habrá otro similar en el que se nos diga que beber vino previene o provoca cáncer. Sí, ambas cosas.
Existe una lista elaborada por el Daily Mail en la que podemos ver una recopilación de sus artículos periodísticos sobre estudios de cáncer en relación con los hábitos de vida y la alimentación, y claro, está plagado de elementos que a la vez lo provocan y lo previenen (chocolate, cerveza, ¡los niños!, queso, aspirina o incluso tener perro) y actividades como bailar o ir al cine que lo previenen.
Este tipo de trabajos me recuerdan a algunos basados en un escáner cerebral, en los que finalmente uno llega a la conclusión de que el cerebro ‘hace cosas’. Y nosotros también, menuda novedad. Y mientras eso siga ocurriendo las revistas científicas y los periódicos se llenarán de observaciones como ésta en las que mi conclusión, al menos, es que vivir acorta la vida.
Texto: Isabel Molina
Foto: Altea Moreno
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