El calor pone a prueba al cerebro
La Sociedad Española de Neurología alerta ante las altas temperaturas
Nos encontramos en plena canícula y el cerebro es uno de los más afectados por las altas temperaturas. El calor hace que el impulso nervioso se propague más lentamente, por lo que tiene más problemas para regular la temperatura corporal, provocando problemas de insomnio, dolor de cabeza e incluso somnolencia al volante. Las largas horas en la playa, el ejercicio al aire libre, los tediosos trayectos en coche, las caminatas en la montaña o los deportes acuáticos pueden pasar factura al cerebro si no tomamos las precauciones adecuadas.
La Sociedad Española de Neurología alerta de forma especial a aquellas personas que sufran algún tipo de patología. Veamos cómo. Según algunos indicadores, este verano está siendo más cálido de lo habitual. Salvo días excepcionales, los termómetros están poniendo al límite las capacidades del cuerpo humano, incluido nuestro cerebro. Por eso, la Sociedad Española de Neurología (SEN) ha dado la señal de alarma y ha realizado una serie de recomendaciones básicas para cuidar uno de los órganos más importantes de nuestro cuerpo.
El SEN recuerda la importancia de que toda la población -pero especialmente pacientes con algún tipo de afección neurológica, además de niños y personas mayores- procuren evitar los lugares calurosos y con poca ventilación, utilizar tejidos frescos y transpirables, beber un litro y medio de agua diario para combatir la deshidratación, y programar descansos de unos 15 minutos con el objetivo de que el calor no agrave los síntomas de sus enfermedades. Experimentar problemas de insomnio es bastante habitual, pero este tipo de población es la que se muestra más sensible a los cambios de temperaturas. Para el doctor Carlos Tejero Juste, del Hospital Clínico de Zaragoza y miembro del SEN, el calor impide que el hipotálamo controle adecuadamente nuestra temperatura corporal, lo que hace que regulemos peor el sueño, y su calidad se vea deteriorada: «También hay que tener en cuenta que muchos medicamentos dificultan la regulación termocorporal, por lo que enfermos o personas mayores que suelen tomar medicación a diario pueden ver agravada más esta situación». Y es que no dormir adecuadamente influye directamente en la calidad de vida y en el rendimiento diario, pero, además, las personas que sufren cefaleas o epilepsia pueden llegar a experimentar un aumento de sus síntomas por la falta de sueño.
Por su parte, el doctor David Ezpeleta Echavarri, del Hospital Quirón e integrante del grupo de cefaleas del SEN, considera que es importante intentar llevar a cabo medidas que nos ayuden a regular de forma natural nuestro ciclo de vigilia-sueño: «Son muchas las personas que en esta época tienden a utilizar medicamentos que les ayuden a dormir pero no se debe abusar de los ellos. Los somníferos no están dirigidos a personas que sufren insomnio momentáneo por el calor». Además, las altas temperaturas hacen también que el impulso nervioso se propague más lentamente, originando cansancio. «Se ha demostrado -señala el doctor Tejero- que el calor de más de 30 grados es una de las principales causas de somnolencia al volante y, por lo tanto, de accidentes de circulación». Pero, además, existen muchas patologías neurológicas que experimentan un empeoramiento por esta sensación constante de fatiga. «Probablemente, los pacientes que se ven más afectados son aquellos que sufren enfermedades como esclerosis múltiple o alguna dolencia neuromuscular.
A los problemas de movilidad propias de sus patologías, el cansancio añadido del calor les impide desarrollar con normalidad sus actividades diarias. El cansancio puede agravar sus síntomas y signos neurológicos. Es importante hacer esta diferenciación, pues muchos pacientes con esclerosis múltiple se alarman al creer que están sufriendo un brote, cuando en realidad se trata de un aumento de sus síntomas previos debido simplemente al calor», precisa Tejero. La consecuencia de una insolación o un agotamiento por exceso de actividad en estas épocas sería el dolor de cabeza acompañado de náuseas, visión borrosa, hipotensión e incluso pérdida de consciencia si se trata de un golpe de calor. El doctor Ezpeleta aclara: «El exceso de sol puede ser el desencadenante de la aparición de cefaleas, sobre todo entre aquellas personas propensas a desarrollarlas, como las migrañas. Además, existen otras muchas circunstancias que pueden provocar cefaleas en verano, como los cambios de temperatura generados por el aire acondicionado o la ingesta de alimentos especialmente fríos».
Otro de los grupos de riesgo ante una meteorología disparada es el de los pacientes con demencias y enfermedades degenerativas. Carlos Tejero advierte: «Pueden tener alterados los mecanismos de control de la sed, facilitándose la deshidratación. Por otro lado, pacientes con problemas de movilidad y disfunción en la sudoración, como puede ocurrir con el Parkinson, son también una población de riesgo». Finalmente, la Sociedad Española de Neurología señala como población sensible a las altas temperaturas a las personas con epilepsia. «Es importante -recomienda el doctor Ezpeleta- mantener un adecuado equilibrio hidroelectrolítico, sin excesos ni defectos que puedan influir en las concentraciones de los fármacos antiepilépticos. Los pacientes con crisis mal controladas deben evitar bañarse solos por motivos obvios. Es fundamental respetar las tomas y horarios de la medicación, no trasnochar y respetar las horas de sueño. El verano, además del calor, conlleva un componente de estacionalidad y relajación vacacional que puede facilitar la aparición de crisis epilépticas al no respetarse las normas higiénicas y terapéuticas que se realizan en otras épocas del año».
A los problemas de movilidad propias de sus patologías, el cansancio añadido del calor les impide desarrollar con normalidad sus actividades diarias. El cansancio puede agravar sus síntomas y signos neurológicos. Es importante hacer esta diferenciación, pues muchos pacientes con esclerosis múltiple se alarman al creer que están sufriendo un brote, cuando en realidad se trata de un aumento de sus síntomas previos debido simplemente al calor», precisa Tejero. La consecuencia de una insolación o un agotamiento por exceso de actividad en estas épocas sería el dolor de cabeza acompañado de náuseas, visión borrosa, hipotensión e incluso pérdida de consciencia si se trata de un golpe de calor. El doctor Ezpeleta aclara: «El exceso de sol puede ser el desencadenante de la aparición de cefaleas, sobre todo entre aquellas personas propensas a desarrollarlas, como las migrañas. Además, existen otras muchas circunstancias que pueden provocar cefaleas en verano, como los cambios de temperatura generados por el aire acondicionado o la ingesta de alimentos especialmente fríos».
Otro de los grupos de riesgo ante una meteorología disparada es el de los pacientes con demencias y enfermedades degenerativas. Carlos Tejero advierte: «Pueden tener alterados los mecanismos de control de la sed, facilitándose la deshidratación. Por otro lado, pacientes con problemas de movilidad y disfunción en la sudoración, como puede ocurrir con el Parkinson, son también una población de riesgo». Finalmente, la Sociedad Española de Neurología señala como población sensible a las altas temperaturas a las personas con epilepsia. «Es importante -recomienda el doctor Ezpeleta- mantener un adecuado equilibrio hidroelectrolítico, sin excesos ni defectos que puedan influir en las concentraciones de los fármacos antiepilépticos. Los pacientes con crisis mal controladas deben evitar bañarse solos por motivos obvios. Es fundamental respetar las tomas y horarios de la medicación, no trasnochar y respetar las horas de sueño. El verano, además del calor, conlleva un componente de estacionalidad y relajación vacacional que puede facilitar la aparición de crisis epilépticas al no respetarse las normas higiénicas y terapéuticas que se realizan en otras épocas del año».
Javier LÓPEZ REJAS | Publicado el 06/08/2012
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