«Musicoterapeuta, profesión con pasado, presente y sobre todo, futuro»
Alzheimer Universal
Instituto de Mayores y Servicios Sociales
Prefacio
La Enfermedad de Alzheimer (EA) está causando estragos en nuestra sociedad. Cada vez hay más consciencia de la necesidad de abordarla desde todos los planos posibles, ya que su prevalencia va en aumento, la población española se está envejeciendo y además es una enfermedad que aún no tiene cura. Entre los objetivos más compartidos por los profesionales que atendemos a estas personas está el de mejorar la calidad de vida y retrasar en lo posible el avance de la enfermedad.
Dentro de este esfuerzo colectivo han ido evolucionando progresivamente las aportaciones de las «terapias no farmacológicas», o también llamadas «terapias integrativas». Las terapias no farmacológicas (TNF) son aquellas cuya intervención terapéutica no asientan su influencia en agentes químicos, sino más bien en la facilitación de un contexto estimular y psicosocial adecuado a las necesidades de las personas que participan en ellas. Esta regulación del contexto de interacción se asienta en el conocimiento cientifico, tambien en el sentido comun y en la experiencia del profesional de quien la lleva a cabo. Las Terapias no Farmacológicas se pueden orientar tanto a las personas afectadas por la Enfermedad de Alzheimer como a quienes les cuidan, ya sean familiares o profesionales.
El principal agente de cambio en las Terapias no Farmacológicas es el propio profesional que, con sus intervenciones, va facilitando los procesos de cambio necesarios.
Entre las Terapias no farmacológicas destacan las terapias artístico Creativas, que son aquellas que emplean los lenguajes artísticos para favorecer la salud emocional y mental de las personas. Podemos definir las Terapias Artístico Creativas como «aquellas disciplinas que estudian, desarrollan y aplican técnicas, estrategias y métodos para establecer una relación de ayuda socioemocional mediante uno o varios lenguajes artísticos para poder así atender a las necesidades socioafectivas y del desarrollo integral de cada persona y poder abordar las dificultades o alteraciones emocionales y/o conductuales significativas que puedan presentarse. Cada una de ellas es una forma de psicoterapia en la que la experiencia estética al practicar un lenguaje artístico para la estimulación de un proceso creativo dentro de un encuadre terapéutico propicia cambios significativos y necesarios para la persona» (Mateos Hernández, 2011).
De entre todas ellas, la Musicoterapia destaca tanto por su amplio uso, como por su original práctica, versatilidad, eficacia y producción de conocimiento. En Estados Unidos, por ejemplo, es una formación universitaria desde 1940, y su práctica está generalizada a todos los países occidentales y buena parte del resto, aunque aún sigue siendo una disciplina reciente y en pleno desarrollo.
La musicoterapia parte de una concepción integral del ser humano, en la que se asume el concepto de salud y enfermedad en la línea con la definición de la Organización Mundial de la Salud. La enfermedad no es tanto la ausencia de salud sino la dificultad o incapacidad para acceder al propio potencial dentro del contexto concreto en el que vive la persona, asociado a una privación de bienestar físico, mental y social (Organización Mundial de la Salud, 1948, 2001). Y por el contrario, la salud se concibe como un recurso que permite a las personas llevar una vida individual, social y económicamente productiva. Por tanto, partimos ahora en esta nueva definición de un concepto positivo y más integral de la persona.
Entre las múltiples ventajas que ofrece la Musicoterapia para ayudar a personas también está su amplio abanico de metodologías que facilitan el acceso a la emoción, tanto para activarla como para equilibrarla, pudiéndose trabajar de forma muy normalizada dentro de los contextos naturales donde se encuentran las personas que necesitan este tipo de apoyo. Al fin y al cabo, la gente hace y/o comparte música con otras personas.
Quizás, la principal limitación que presenta actualmente la Musicoterapia, especialmente en el ámbito de las personas con Enfermedad de Alzheimer y otras Demencias, es la dificultad para evaluar los procesos espontáneos que acontecen en las sesiones, que, si bien son de amplio interés fenomenológico por su autenticidad y potencialidad para activar procesos de salud socio-emocional, no es menos cierto que presentan dificultad para su evaluación por parte de los musicoterapeutas. En parte es debido a la rapidez de estos procesos, y también, en parte, a la escasez de herramientas de evaluación que faciliten dicha evaluación. A pesar de que en España hay más de 1600 musicoterapeutas, lo cierto es que aún son escasos los procedimientos de evaluación sistematizados para la obtención de información de los participantes de la intervención, especialmente cuando nos referimos a pacientes con Alzheimer.
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