Pedro Gómez / El astrolabio de Azarquiel
Todos conocemos cómo ha ido evolucionando nuestro cráneo a través de las distintas especies de homínidos hasta llegar a los actuales Homo sapiens sapiens (sigo pensando que este título es demasiado rimbombante para nosotros). En esta evolución podemos ir viendo cómo fue aumentando la capacidad craneal (aumento necesario para albergar un neocórtex tan hipertrofiado como el nuestro), además de ciertas características anatómicas como la desaparición del arco supraciliar, entre otras cosas más específicas que ya se las dejamos a los antropólogos.
Esta evolución craneal que en un principio nos podría parecer que ha sido perfecta, en realidad nos puede haber complicado un poco la existencia.
Eso es lo que opina Emiliano Bruner, paleontólogo del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), con sede en Burgos, justo al lado del Museo de la Evolución Humana, que os recomiendo visitar.
En un reciente artículo publicado en la revista Frontiers in neuroanatomy, Bruner y sus colaboradores creen que la reestructuración anatómica del cerebro (sobre todo en las áreas parietales) desde los antiguos australopitecos hasta el Homo sapiens actual «pueden haber creado una situación de vulnerabilidad a la neurodegeneración».
En este artículo se aúnan distintas disciplinas como la evolución humana, la neuroanatomía, la bioquímica metabólica, la medicina, la paleontología y la neurobiología, para dar un cuadro completo de las relaciones entre todas ellas, de cara a poder sospechar esa influencia en enfermedades tan estudiadas y al mismo tiempo tan desconocidas como es el Alzheimer.
Pero no para ahí la cosa. Según estos investigadores, también la relación entre el cerebro y los huesos de la cara ha podido traer problemas de acoplamiento de los globos oculares a lo largo de millones de años de evolución, afectando a los procesos de la visión y dando lugar a problemas de miopía.
Vamos, que como podemos ver (los miopes como yo, menos, pero en fin), el evolucionar no es siempre sinónimo de que todo va a ir a mejor. A veces hay ciertas taras que vamos arrastrando desde la noche de los tiempos y sobre la que nunca nos hemos preguntado la verdadera causa. Ahí están también, por ejemplo, las muelas del juicio (otro problema de evolución craneal) o el apéndice.
Creo que este estudio es un buen comienzo para que la medicina y la paleontología sigan intercambiando información y sigan avanzando en el conocimiento de nosotros mismos. Quizás algún día, todos estos esfuerzos por comprender se vean recompensados con la desaparición de esa herencia del pasado como es la enfermedad de Alzheimer.
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